La selección de mujeres que lucha contra el fuego en Allen

Se desempeñan en el cuartel de Allen, ciudad con 160 pozos petroleros. Son jóvenes y cuentan por qué se sumaron a la acción.

Cuando escuchan el sonido de la sirena, saltan de su rutina y salen corriendo o en bici rumbo al cuartel de bomberos de Allen.
En segundos se ponen el equipo, suben al camión y parten hacia la ruta por un accidente de tránsito o con destino a alguna casa que se incendió a rescatar a las víctimas.
Están capacitadas para afrontar incendios industriales en una ciudad que cuenta con 160 pozos petroleros.
Además de las llamas, han tenido que luchar contra el prejuicio y las miradas de los que creen que esta es una actividad “de hombres”.
Aquí están las cinco bomberas. Estas son sus vivencias. Este es el camino que recorrieron para hacer lo que les gusta, en el que el acompañamiento de sus familias cumple un papel clave.



Tiene 25 años y desde hace seis integra el cuerpo. “Cuando tenía 19 vi trabajar a los bomberos arduamente en el incendio de un galpón y ahí decidí que iba a ser bombera”, recordó emocionada.
Para ella fue algo impactante ver la coordinación y la entrega. “No tenía conocidos que trabajaran y me contaran”, dijo.
Su familia la acompañó desde el primer día en que decidió ingresar. Además estudia enfermería.
Ella disfruta del trabajo en equipo y el compañerismo.
Cuando se acuerda de sus anécdotas se sonríe. “Soy de caerme fácil. Una
vez llegué justo cuando estaba por salir el camión, me estaba subiendo, me caí y me raspé… pero lo importante es que llegué”, se acuerda entre risas.



Es la más experimentada. Se sumó en 2001, y también trabaja como empleada doméstica. “Soy mamá de dos nenes, uno de 13 y otro de cinco años”, contó.
En el 2000 leyó una nota en el diario Río Negro donde solicitaban aspirantes mujeres porque se iba abrir un curso para bomberas. “Me presenté y quedé”, dijo. Fue un antes y un después en su vida. “Me destaco en mis tareas, trabajo a la par de compañeros varones y jamás me sentí discriminada”, aseguró. “Es una familia hermosa, te dan tu lugar y te respetan”, sostuvo.
Recordó que cuando se inició solo contaba con unas botas, un casco y un mameluco de grafa que le compró su papá. “Ahora tenemos los mejores equipos forestales”, expresó.



Es mamá de un bebé de cinco meses y está terminando el secundario. Hace un año y medio que es bombera y lo que la motivó fue el amor a la vida. “El querer ayudar, no solo a las personas, sino también a los animales”, explicó.
Contó que recibió comentarios negativos por sumarse pero “está en una tirar la toalla o seguir y luchar por los sueños”.
“Se hace un poco difícil integrar una institución donde muchos piensan que el trabajo es solo para hombres”. Se siente orgullosa de pertenecer al cuerpo de Allen y compartir su vocación con otros. “En el equipo no hay diferencias”, dijo.
“Me alegra el corazón que haya gente que agradezca nuestro trabajo. Ver una sonrisa en sus rostros nos motiva a seguir adelante”, concluyó.



La familia de Paula se adaptó a un nuevo ritmo de vida cuando ella decidió ser bombera. “En mi casa hay un pasillo largo. Cuando hay un incendio ellos me abren la puerta para que salga rápido. Una vez tocó la sirena, salí corriendo. Mi mamá se metió al comedor y mi hermano al baño”.
La joven tiene 24 años y desde hace dos integra el cuartel de Allen. “El hecho de ser mujer te minimiza muchísimo y me he peleado con muchos. Quiero aprender todo y a muchos no les gusta”, dijo.
Paula comentó que conduce el camión de bomberos. “También uso herramientas hidráulicas, cuando me dejan”, mencionó.
Hace unos años la familia de su pareja tuvo un accidente en auto y fueron rescatados por los bomberos.



Siempre sintió el deseo de ayudar y tuvo admiración desde chica por los bomberos. Hace tres años se anotó en el curso. Además trabaja en una heladería y en la casa de comidas de su mamá. “Tengo una hermosa nena de seis años, me acompaña y entiende lo que hago”, expresó.
Laura contó que en todo momento estuvo acompañada de su familia y sus compañeros. “Nada es imposible. A veces cuestan algunas cosas más pero eso no quiere decir que no pueda hacerlas”, señaló.
La bombera que tiene 23 años aseguró que se nunca se sintió discriminada. “Hay compañerismo. Cuando no entendí algo me ayudaron. Tengo un grupo del que la verdad no tengo quejas”, expresó.


Por José Luis Denino


Los bomberos voluntarios de Roca utilizan la técnica del “defusing” o de descarga emocional cada vez que regresan de una emergencia en la que hubo víctimas fatales, heridos graves o algún episodio difícil de manejar, como es el caso de los hechos en los que hubo niños involucrados. Se trata de una reunión en la que “comparten lo que pasó” con el resto del personal en turno.

“Se desatan situaciones que angustian al bombero o generan emociones. Y eso es lo primero que pasa cuando regresan, necesitan hablarlo, soltarlo”, dice Silvina Hernández, que también es bombera y suele estar a cargo de la aplicación de esta técnica.

Explicó a este diario que el método del “defusing” se compone de preguntas armadas y cualquiera que haya hecho el curso puede conducirlo.

Se sientan en círculo y cada uno va contando su vivencia de lo que le pasó en el hecho. Qué sintió y qué cree que le faltó hacer. “A veces se generan malos entendidos entre los compañeros por sus acciones. En la emergencia, uno mira de reojo el trabajo del resto y puede que se interpreten mal las cosas; entonces, este espacio sirve para tratar de poner todo en claro”, indicó.

Entre los beneficios que brinda esta práctica, sostuvo que otorga herramientas para que el bombero afronte la próxima salida de mejor forma.

De todas maneras, aclaró que cada situación es particular y tiene que ver con cómo se siente uno ese día. “Hay un montón de cosas extras que traés de tu casa, del trabajo, de tus relaciones con otras personas. A veces el incendio nos toma mejor parados y vamos para adelante y a veces nos golpea duro. Somos seres humanos atravesados por emociones, no somos héroes, qué es una carga errónea que nos suele atribuir gran parte de la sociedad”.


Silvina en acción. “No sirve que nos vean como heroínas”.

Silvina Hernández tiene 45 años y su padre fue bombero. Su debut fue en el 2006, en una de las peores tragedias que se recuerde en ruta 22. Un terrible choque frontal en la curva de Cervantes terminó con la vida de ocho personas, entre ellas tres chicos y un bebé. Una F-100, conducida por Daniel Parón, ex secretario de UOCRA de Roca, impactó de lleno contra un Volkswagen Senda en el que iba la familia. Silvina era la única mujer en la dotación. “Llegué a casa y me largué a llorar. No vuelvo más”, le dijo a su padre. Luego hizo su proceso, se rearmó y ahora se especializó en el “defusing”.

“En estas descargas emocionales se llora un montón. Hasta los más duros caen”.

Silvana Hernández, bombera voluntaria.

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