“La tierra tiene sed”

La tierra tiene sed y cuando la tierra tiene sed, la gente tiene hambre. Gran parte de Sudamérica (incluyendo al selvático Paraguay) y la casi entera Argentina, Chile, Uruguay y sur del Brasil están sufriendo la sequía más impiadosa que se recuerde, acompañada por temperaturas de purgatorio. Según datos de la NASA (últimos cien años), 9 de los 10 años más calurosos en nuestro planeta se dieron en la última década. Y su pronóstico es aún peor. Agreguémosle los incendios (intencionales casi todos) y el volcán Puyehue y pasamos, de la mano del Dante, directamente al infierno. Por supuesto, esto será negado o minimizado –sobre todo en nuestro país– para no tener que tomar medidas que demandarían recursos, esfuerzo, dedicación, imaginación y abandonar las oficinas con aire acondicionado para instalarse en la realidad. Este año los expertos le echan la culpa a la “Niña” (mala ella), pero cualquier poblador de la frontera pampeano-bonaerense (Puán, Jacinto Aráoz…) puede atestiguar que el fenómeno lleva por lo menos dos décadas, con algún breve respiro. Esto ya había sido advertido por la OMS hace unos 30 años y publicado en la prensa nacional, pero nadie hizo nada. ¿Es que se puede hacer algo contra el clima y sus consecuencias? La respuesta –sin recurrir al magistral ejemplo del Israel antiguo y actual y aún de Arabia Saudita (donde ya tienen vacas y praderas)– es un sí rotundo. Sólo bastaría con leer un poco de Historia –madre del aprendizaje– para enterarse de las soluciones que encontraron los asirios, babilonios, romanos, aztecas, incas. Y también nuestros “indios” huarpes y diaguitas, sin describir, por obvio, al Egipto faraónico. La respuesta fue y es el manejo de la hidráulica y el riego por canales, con lo que ellos convirtieron el desierto en vergel. La Patagonia, poseedora del agua más límpida y pura del planeta, se permite el crimen de lesa humanidad de arrojarla –sin usar y casi potable– al mar a través de ríos y embalses que son la envidia del mundo. Exceptuando, por supuesto, su limitado aprovechamiento por el sistema de regadío del Alto Valle, diseñado por el Ing. Cipolletti, quien fue contratado por los gobiernos de Roca y sucesores; el siempre frustrado Idevi y el canal Pomona-San Antonio, sin el cual no existiría Las Grutas tal como es hoy. Mal que les pese a muchos, estas magníficas obras fueron mayormente mérito de gobiernos no “democráticos”(electos), “represores” y “genocidas”. No es muy distinta la cuestión en Chaco y Formosa, rodeadas también de gigantescos ríos, no obstante lo cual vacas y tobas se cuecen a 50 grados y hay que llevarles agua “mineral”, porque hacer canales, aún a pico y pala como se hicieron antes de la invención de las máquinas, implicaría abandonar la demagogia, el saqueo y los viajes familiares al Caribe en el avión estatal. Es el viejo populismo argentino que prefiere subsidiar en las villas (más manejables) con los planes “Descansar” y similares antes que devolverle al ser humano la dignidad de hacer algo por sí mismo, por sus familias y por la comunidad, transformándolo de habitante en ciudadano (o mejor en campesino). El Chocón iba a regar un millón de hectáreas (¿o eran dos?). ¿Se estaría muriendo la Línea Sur si hubiéramos cumplido? En Jacobacci llovieron menos de 40 mm en el 2011. De cenizas, 20 veces más. Sus lagunas se secaron. ¿Traemos a toda esa gente al Valle para no tener que llevarle “agua mineral”? ¿Se construye soberanía con desarraigo? El presidente trasandino Piñera convocó a los 17 millones de chilenos a plantar un árbol cada uno. ¿Alguien escuchó una consigna así en la Argentina en los últimos 100 años? (Aquí la “moda” es sacarlos.) Si al menos plantáramos tunas… Ha habido lluvias en los últimos días. ¿Se acabó el problema? Muchos harán como que creen que sí, para no tener que actuar, aunque todo indique que la sequía llegó para quedarse en esta parte del mundo. Que Dios (o la naturaleza) nos perdonen (si pueden). Horacio Vorraso (médico) DNI 5.664.057 Roca

Horacio Vorraso (médico) DNI 5.664.057 Roca


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