La Vaca Viva

Río Negro tiene su propia vaca que no es, nada más ni nada menos, que la abundancia de agua.

Por Horacio Massaccesi (*)

La evolución de la tierra y la geología no saben de límites provinciales e intereses políticos. Por eso la denominación geológica Cuenca Neuquina comprende una superficie de unos 200 mil kilómetros cuadrados que se introduce en la Provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza.

Dentro de esa superficie, equivalente a la de todo Río Negro, se encuentra Vaca Muerta, que toca las mismas provincias y su superficie de 30.000 Km es similar a Tucumán o Bélgica.

Asistimos a una neuquinización de Vaca Muerta, la formación sedimentaria jurásica que alberga el mayor potencial de Sudamérica, que al menos multiplica por diez el potencial de gas y petróleo de Argentina.
Semejante potencial neuquiniza sin remedio, los efectos se derraman sobre el Norte de la Patagonia y asistimos a un cambio de época, a un futuro sin techo.


Durante gran parte del Siglo XX quienes nacimos o adoptamos estas tierras lo hicimos en medio de un culto a la producción frutihortícola, con Neuquén y Río Negro compitiendo y hasta disputando límites.


El impacto del petróleo, y Vaca Muerta especialmente, borraron ese paisaje, alumbraron uno nuevo. El Alto Valle, modelo productor y exportador de peras y manzanas, se fractura en dos ante la realidad hidrocarburífera: de Allen hacia Cinco Saltos y de Allen hasta Chichinales. Y el paradigma deja de ser la competencia entre las dos provincias para dejar lugar a una necesaria complementación.


Río Negro viene demorada ante esta avasallante realidad, debe tomar conciencia de su patrimonio petrolero que es nada más ni nada menos que la cuarta parte de Vaca Muerta, que en esa proporción se adentra en su territorio.

Además la geografía rionegrina es tránsito obligado de la exportación e importación que apunta hacia el Puerto de Bahía Blanca. La gravosa decisión de privatizar San Antonio Este (1996) con la desinversión consecuente le ha privado a Río Negro ese rol protagónico que hoy recala en el Sur de Buenos Aires.


Pero hay algo que ni los errores políticos ni la geografía va a dejar que le arrebaten a Río Negro. Nuestra Provincia tiene Vaca Viva, que es nada más ni nada menos que la abundancia de agua. Nuestro río estrella es el primero de Argentina de los que nacen y terminan en el territorio sin compartirlo con otro país. Los grandes cursos de agua del país son todos compartidos. (Paraná, De La Plata, Uruguay, Iguazú). El Negro, además de majestuoso es bien rionegrino, de sus mas de seiscientos kilómetros solo comparte con Buenos Aires los últimos cien. Los caudales del Neuquén (300) del Limay (220) y el Río Negro (760) aseguran vida para siempre, mucho más allá de la terminación del petróleo.


Al territorio rionegrino hay que agregarle el plus de más de cuatrocientos kilómetros de mar, y la extraordinaria posibilidad de generar un segundo Gran Valle desde el Limay a la altura de El Chocón hasta el Golfo de San Matías.


Pronostican que Neuquén duplicará con Vaca Muerta su población en veinte años. Sin tantos datos me animo a intuir que Río Negro con el agua (Vaca Viva) también atraerá población en busca del recurso clave para la vida, para producir y crecer, como lo hicieron quienes se asentaron en estas tierras a principios del siglo que dejamos atrás.


No hay lugar más promisorio en Argentina que el Norte de la Patagonia, debemos hacernos cargo, cuidarlo desde lo ambiental y asumir el mandato de tamaño destino.

(*) El autor es el exgobernador de Río Negro.


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