La verdad de Tansy, el yanqui que quemó a su mujer
Reclama beneficios y afirma ser inocente.
Patrick Champlin Tansy habla de una conspiración. Entiende, cree, jura que en los últimos cinco años la vida y decena de personas se pusieron de acuerdo para arruinarle la existencia. El norteamericano es el mismo que condenó la Cámara de Bariloche a diez años y ocho meses de prisión por hacer de su mujer, Tracy Kate Mollet, una bola de fuego humana. Es el mismo que no volvió a ver a su hija, que pasa sus días en el penal de Roca sin probar bocado ni líquido, que tiene una casa de dos millones de dólares que teme perder y que podría ser extraditado a su país por una delito cometido hace 18 años. Tiene la piel blanca y la boca pastosa. Lleva más de 20 días de huelga de hambre y sed y está flaquísimo, con unos 13 kilos menos. Cuando se hizo esta nota hablaba sin pausa, en un inglés que mezclado con el español se tornaba un reto para el interlocutor. Ahora apenas se le escucha un hilo de voz. Es un preso con privilegios: vive en el gimnasio, alejado de la “plebe” donde se cocinan las disputas, tiene computadora portátil, iPad y algunos “chiches” más. Reclama porque no volvió a ver a su hija, acusa a jueces, abogados, carcelarios, medios y todos los que estuvieron relacionados directa e indirectamente con su causa. Tansy es un hombre extraño. No parece violento, aunque el encierro muchas veces morigera las personalidades peligrosas. Busca que lo escuchen, que lo comprendan, como tantos presos, aunque algo lo diferencia: viene de otra tierra, habla otro idioma, padece epilepsia, alguna vez tuvo una hija a la que no volvió a ver y miles de dólares se le esfumaron. Pero su verdad es la de todos: jura inocencia. Sólo tres personas le creen: su hermana, su madre (ambas en Estados Unidos) y una mujer que le fue de apoyo emocional en los últimos tiempos. Ella fue el puente para llegar al presente de Tansy, la misma que lo contuvo (por teléfono) cuando huyó de la cárcel de Cipolletti y que intentó convencerlo para que se entregara. En realidad, el norteamericano jura que nunca escapó del penal de Cipolletti: dice que lo sorprendió un ataque de epilepsia, que buscó ayuda desesperado, no la encontró y sí halló el portón abierto. Salió, algo perdido, nadie lo detuvo. Se fue. El retorno, siempre según su versión, fue nada amistoso: encierro desnudo con frías temperaturas y golpes policiales. Tansy saca cuentas, todo el tiempo. Por la casa de Bariloche y por la condena que cumple. “Quiero que me deporten a México o a Chile, no quiero volver a Estados Unidos”. Claro, su peor pesadilla es la extradición a Estados Unidos, donde debería cumplir una condena por portación ilegal de armas. Acusa de todos sus males a Mollet, la mujer con la que llegó al país, con la que tuvo una hija que jamás volvió a ver y la misma que –al menos para la Justicia– puso en llamas una tarde de enero de 2008. –¿Te acordás de lo que pasó ese día? –No, porque ella me drogó. Fue un accidente, no lo recuerdo bien… –¿Cómo…? –Creo que ella me puso un somnífero en la bebida. Me desperté en el hospital con la espalda quemada, después de haber estado varios días inconsciente. Ese día ella había hecho una fiesta, estaba drogada, tirada en una cama… Jura que con su esposa tenían serios problemas y que la casa estaba dividida, como en “La guerra de los Roses”. “Nunca le pegué a una mujer”, repite. A ella le atribuye problemas psiquiátricos, adicción a las drogas y hasta el asesinato de su anterior marido. –¿Cómo fue que se separaron? –Estuve a punto de obtener la concesión de una construcción en el hotel Llao Llao. Pero el negocio no prosperó y Mollet se mudó de habitación, enojada porque quería dólares. –¿Consumían drogas? –Ella empezó a tomar mucha cocaína, salía con su amiga y cuando regresaba estaba dos días encerrada sin luz y durmiendo. Al psiquiatra le decía que las pastillas le hacían muy bien, pero era mentira. –¿Por qué ella no fue al juicio? –Dijo que estaba internada en Estados Unidos pero mi madre le pagó un viaje para esquiar a la montaña con sus hijos y luego me envió fotos y Mollet no estaba ni siquiera quemada (muestra las fotos). –¿Y qué pasó en el juicio? –Los peritos mostraron fotos de extremidades con quemaduras pero nunca supe si era Mollet porque no tenían rostro, sólo mostraban brazos y piernas. Yo terminé con peores quemaduras. (exhibe las cicatrices) Reclama los cinco meses que le tienen que descontar por dar clase de inglés a los presos. Se queja una y otra vez y asegura no entender por qué su mujer nunca se presentó al juicio. Un periodista le explica que la acusación la impulsó la Fiscalía y que para esos casos no es necesaria la participación de la víctima. Frunce el ceño. Insiste con que Mollet nunca firmó los papeles de la demanda, habla de una amiga que le falsificó la firma. Los Tansy llegaron a Bariloche a principios de siglo con tres chicos. Él se dedicaba a la construcción y con una buena cantidad de dólares compró y levantó un caserón en el selecto barrio privado Valle Escondido, con costa al lago y una tasación cercana a los dos millones de dólares. “Hizo lo mismo que cuando mató a su primer marido, llevó a los nenes al sótano y les puso películas y los chicos no escucharon nada de lo que pasó. Así asesinó al otro hombre, con una magnum 357. El Jeep tenía el carburador roto y bidones con nafta abajo del asiento. Lo usaba solamente ella”, se excusa. –¿Por qué que pensás que la Justicia está en tu contra? –Porque uno de mis abogados me ofreció plata por la casa de Bariloche. Primero 35.000, después 100.000, pero yo la hice tasar y cuesta más de dos millones. Le dije a un juez y me contestó que la casa me la iban a sacar. La quieren para poner el Colegio de Abogados. Tansy fue acusado del delito de tentativa de homicidio. El juicio se hizo en Bariloche en 2009 y una cámara criminal lo condenó a más de una década de prisión. Según el expediente, el 7 de enero de 2008 invitó a su esposa a que se sentara en el asiento del conductor de un Jeep que tenían en el garaje, le colocó el cinturón de seguridad, ajustó una cuerda y la prendió fuego. Además le aplicó dos golpes en la cabeza con una maza e intentó estrangularla. El tiempo pasó y de Mollet nada se sabe. Tansy no come, no bebe, duerme poco y su salud es endeble. Pasará mucho tiempo más tras las rejas, con la foto de su hija en las manos y repitiendo que es inocente. (Agencia Cipolletti)
Laura Frank
El norteamericano está delgado y habla en inglés mezclado con español. Quiere ver a su hija o al menos contactarla a través de la red.
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