La voz de la esperanza: los que llaman para anunciar el turno de vacunación

Liliana Silva de Ferrari es enfermera jubilada y desde que comenzó la campaña de vacunación contra el Covid-19 es una de las personas que llaman para asignar los turnos. Trabaja de lunes a lunes y su voz, del otro lado de la línea, es siempre motivo de alegría.

Era sábado.
Eran las 20:18.

Estaba hablando por teléfono cuando entró otra llamada. No sé cómo decir que la esperaba más que diciendo eso: la esperaba. Corté inmediatamente la comunicación que estaba haciendo y atendí el número desconocido. Era Liliana.
Y para mí, la de Liliana, fue la voz de la alegría.
Liliana es una enfermera jubilada que se dedica, desde hace algunos meses, a hacer esos llamados que todos esperamos recibir: los de Salud Púbica para confirmar el turno para la vacunación contra el Covid-19.


El trabajo de Liliana es voluntario. Cada día, le envían una planilla que tiene entre 120 y 150 números telefónicos (de acuerdo a la cantidad de dosis de vacunas disponibles) y ella los marca, uno a uno, para decirles a quienes se anotaron en la página del Plan estratégico de Vacunación del gobierno lo que todos queremos escuchar: que tenemos asignado un día y un horario para ponernos la vacuna contra el Covid-19.

Liliana utiliza su teléfono personal para hacer esos 120 llamados al día. Como ella, sólo en Roca, hay otros diez voluntarios más que hacen otros cientos de llamados cada uno, todos los días, hasta más allá de las 21:00. Casi todas son mujeres, pero también hay hombres.

En otros hospitales de la provincia de Río Negro trabajan entre 10 y 200 voluntarios por institución haciendo esta tarea anónima que, aunque sea en forma escueta, concisa, breve, pone en marcha una parte fundamental del sistema de salud. Y además, pone en marcha unos engranajes que teníamos en desuso desde que comenzó esta pandemia: los que mueven la esperanza; los que traen cierta tranquilidad.
“Lo más lindo es que nosotros damos una esperanza, una esperanza de que esta pandemia se termine. Ese es el sueño de millones de personas del otro lado”, dice Liliana, ahora ella desde el otro lado del teléfono, esta vez como entrevistada.
Dice que la mayoría de las veces, lo que escucha es un grito de alegría. “Hay gente que grita, hay gente que llora de emoción. Muchas veces he llorado con la gente porque es tanta la emoción de la gente que lloro con ellos. Muchas veces, cuando llamo, escucho: ‘No me digas que me llamás para decirme que me voy a vacunar´, y se largan a llorar”, cuenta.


Pero no siempre encuentra festejos.
“También hay gente que dice: Si es la vacuna, te aviso que no me la voy a dar. Y entonces tengo que usar un poquito de la psicología que también estudié, porque yo también soy recibida de la Escuela de Psicología Social de Roca. Con paciencia, les digo: ‘ si lo llamo no es para lastimarlo’ , porque sé que les da miedo. A veces no funciona y me piden que los borre porque no quieren darse la dosis. Y otras veces, al rato, recibo un mensaje al teléfono -porque mi número queda guardado en la memoria- y es la misma persona que me escribe: ‘Perdoneme, vuelva a anotarme, soy ignorante’. Yo entonces vuelvo a llamarlos y les explico que no son ignorantes, que entiendo que tengan miedo, pero que esto es por el bien de todos; si nos cuidamos entre todos esto se termina”.

Liliana hace entre 120 y 150 llamados al día, siempre con su propio teléfono. (foto: Juan Thomes)


Otras veces, Liliana tiene que insistir con el número porque no le responde nadie cuando llama. “Hasta cinco o seis veces llamo”. Y dice que ella misma ha recibido llamados hasta a la una de la madrugada, de algunos desprevenidos que se dan cuenta tarde de que tenían una llamada perdida y prueban suerte. Ella se ríe. “Les digo: me van a cansar”, y larga una carcajada. Se nota que Liliana es una persona risueña; una de esas enfermeras que no se dejan ganar por la adversidad, y que saben que los tonos y las palabras forman parte de los cuidados.
La prueba de su buen humor está en las respuestas más desconcertantes que ha tenido. ¿Por ejemplo?. Por ejemplo ésta: “¿Por qué busca a mi marido? ¿por qué lo llama a estas horas?”, le han cuestionado. Liliana les explica, con paciencia, y se ríe ahora de esas reacciones.


También le da gracia que, como su número queda agendado, todos se lo pasan, de una amiga a otra, de un pariente a otro, para que le consulten, a esa voz en el teléfono si sabe cuándo los van a llamar; para preguntarle por qué no los llamaron; para pedirle que chequee si efectivamente están anotados.
Liliana sabe que su trabajo no tiene horarios. En su casa, cuenta, se organiza cada mañana para iniciar su tarea, frente a la computadora, con los papeles, y según asegura, también con su secretario de lujo, su marido, que la acompaña y la ayuda.
“Trabajo todo el día porque estoy pendiente desde que me mandan la lista. Yo empiezo a llamar desde temprano. Por ahí tengo cosas personales que hacer; soy coqueta y a veces voy a la pedicura, y recibo llamados preguntando por la vacunas. Yo atiendo a todos y les digo que me esperen que cuando vuelva a mi casa los vuelvo a llamar. Yo hago esto con tanta alegría. Para mi dar una buena noticia es dar vida, dar esperanza. Y pienso en mis hijos, en mis ocho nietos , porque lo que yo más quiero es que tengan un mañana mejor”.


El silencioso trabajo de todos los voluntarios

Como Liliana y todas las otras voces detrás del teléfono, hay más voluntarios que transforman ese momento histórico de la vacunación, en un momento de contención y alegría. En el vacunatorio de Roca, pero funciona igual en todos los vacunatorios, suele haber una cola de gente ansiosa esperando el ingreso, y un grupo de personas pacientes y amables que tratan de ordenar el desorden de las filas; que le ponen humor a la ansiedad de los que fueron tres horas antes por miedo a quedarse sin lugar; que parecen saber que en cada uno de esos gestos nos están devolviendo algo de lo que se esfumó en estos largos 14 meses de incertidumbre.


En sus escritorios, los voluntarios preguntan más a menos lo mismo a todos: el nombre, el DNI, si nos vacunamos contra la gripe hace poco o mucho, y algunas cuestiones más. Es una charla breve pero el efecto es igual:aunque deben repetir muchas veces las mismas preguntas, no parecen hastiados de llenar ese carnet de vacunación que aquí y ahora es una suerte de pasaporte a la fe en el futuro.
Lo mismo ocurre con quienes aplican las vacunas: las mismas indicaciones, los mismos consejos, la misma contención, la misma alegría.
Podrían ser todos actos repetitivos, mecánicos, agotados. No lo son.


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