Las milanesas de Teresa, las más famosas de la ciudad de Neuquén

Eran parte del menú del copetín El Cisne, uno de los bares más emblemáticos de Neuquén. Teresa Vázquez de Castillo fue la creadora del plato. Durante más de 30 años fue el más elegido.

Las milanesas más famosas y convocantes de la ciudad se hacían a orillas del río Limay, al final del actual balneario Albino Cotro. El copetín El Cisne, las ofrecía en su menú, entre otros platos igualmente tentadores, pero no favoritos de los comensales.

La autora de semejante plato era Teresa Vázquez de Castillo, que con su marido, eran los dueños del Cisne. ¿Cuál era el secreto de sus milanesas? ¿El doble rebozado, el batido del huevo, quizás el ajo y el perejil? ¡Vaya uno a saber! Solo Teresa tiene la receta. Pero cierto es que de los miles y miles de visitantes que concurrieron al copetín durante más de treinta años, ninguno de ellos se fue del lugar sin saborear en más de una ocasión las milanesas de la anfitriona.

El Cisne fue uno de los copetines más emblemáticos de la ciudad capital. Rodeado de un paisaje poco intervenido por el hombre y la urbanidad, ofrecía además de un variado menú, una amplia gama de servicios. Se abría todos los días a las 6 y cerraba ya bien entrada la madrugada.

Distribuidas en el salón se disponían mesas de pool y metegol y si la noche ameritaba se armaban bailes.
Teresa se encargada de todo. Si los comensales querían bailar, ella se encargaba de correr las mesas, sacar un viejo tocadiscos y musicalizar la velada. Otras veces, cuando se sabía que había un partido de fútbol importante, llevaba de su casa un televisión que prendía frente a una hinchada agradecida.

Dato

30
mesas tenía el local que funcionaba a orillas del río Limay, en el actual balneario Albino Cotro.

Mientras tanto, pasaba el “mozo” para recargar los vasos con las bebidas que se le pedían o para retirar los platos con apenas unas migas de lo que horas antes había sido una milanesa.

El copetín El Cisne se abrió en los años 60 en un edificio del que ya no quedan ni los escombros. A fines de la década del 90 se mudó a otro local, a pocos metros de allí, donde funcionó hasta 2006, cuando cerró sus puertas. Quedaron así miles de recuerdos de quienes lo visitaron.

Uno de los ellos lleva a los boteros, neuquinos que todos los días llegaban con sus embarcaciones de madera y si el día acompañaba, ofrecían una recorrida por el río Limay a los veraneantes. Con el paso de los años se convirtieron en parte importante de la historia de El Cisne.


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