Tomás Downey, autor de «López López»: «El humor es una forma de libertad»
Entrevista al cuentista y guionista que acaba de publicar su primera novela. Premiado y calificado como una de las voces más interesantes del nuevo panorama literario argentino, este año publicó su primera novela, “López López”, una historia a la vez divertida y perturbadora, sobre un completo antihéroe que, en una guerra civil absurda, cambia de bando cuando -coincidencia de un destino plagado de humor oscuro-, se pone el uniforme de otro soldado que se llama como él: López.
Tomás Downey es argentino. Nació en Buenos Aires en 1984, y es escritor, guionista, traductor, y autor de tres libros de cuentos, “Acá el tiempo es otra cosa” (2015), “El lugar donde mueren los pájaros” (2017) y “Flores que se abren de noche” (2021). Premiado y calificado como una de las voces más interesantes del nuevo panorama literario argentino, este año publicó su primera novela, “López López” (Fiordo) una historia a la vez divertida y perturbadora, sobre un completo antihéroe que, en una guerra civil absurda, cambia de bando cuando -coincidencia de un destino plagado de humor oscuro-, se pone el uniforme de otro soldado que se llama como él: López.
En la guerra, donde la supervivencia es lo más elemental, ¿qué nos define: el color del bando, el nombre, qué?. Esas preguntas se hace este libro sobre un héroe que se va creando a tientas, a merced de las chances que le dan las situaciones que surgen. Hay acción, aventura, momentos de humor, y la sensación de que la identidad es una creación frágil.
Antes de viajar a los Estados Unidos, donde ganó una beca para realizar residencia de escritura por dos meses y medio, el autor habló con Lecton.
-Esta es una novela muy visual. Sos guionista y director de cine. ¿Cuánto influye esa formación en la escritura?
-Aprendí a escribir con los guiones. “Aprendí a escribir” significa que fue el momento en que empecé a escribir algo y a corregirlo, y corregirlo y corregirlo, a escuchar, a recibir devoluciones de colegas, profesores, y a aceptarlas. Los guiones se escriben siempre con acciones: no podés poner un personaje, y decir le pasa tal cosa. Tenés que lograr que se entienda lo que le está pasando, a través de determinadas acciones, gestos. Y eso es algo que volqué en mis libros. Son herramientas que tomé y que me parecieron súper útiles para trabajar este estilo de escritura. Siempre está lo que está sucediendo, que para mí tiene que ser entretenido, divertido, tiene que tener ritmo, tiene que ser ágil, tiene que ser atrapante, pero tiene que tener también un eco. Algo que esté ocurriendo por debajo. Intento poner las emociones en escena, poner a los personajes a jugar y que sea el lector, en este ejercicio de lectura activa, el que tenga que ir a interpretar, a entender qué es lo que está pasando más allá de lo obvio.
¿Por qué elegiste la guerra, una guerra civil en el caso de López López?
-Me interesa la guerra como me interesan también las distopías. Me interesa el caos, porque en ese caos se despejan algunas variables y queda la humanidad un poco en carne viva.Al quitar ciertas reglas, está la supervivencia como motor, como eje; todo se subordina un poco a eso. Y entonces, aparecen ciertas preguntas: ¿qué podemos, qué somos capaces de hacer? ¿A quién le demos nuestras lealtades? Eso, sobre todo en la guerra, queda reducido a la supervivencia. No me interesaba hablar de la guerra como guerra: me parece que no hay mucho para decir, excepto que es una aberración. La idea de matarnos para dirimir conflictos es una aberración. Y después, la guerra civil es justamente la exacerbación de la idea de guerra. Es una guerra entre hermanos. En la primera versión de la novela, que era más larga, contaba bastante más de la historia del conflicto entre estas dos ciudades que pelean por quién es la capital, pero después me di cuenta de que no importaba. Y entonces queda reducido a ese absurdo, a esa cosa de quién tiene la manija. Y eso era mucho más funcional a mi historia. Sobre todo por esto de un personaje que al principio está convencido de los ideales que lo llevaron hasta ahí, y después se da cuenta de que los puede cambiar, que cambia de bando, y los ideales son exactamente los mismos. Por eso el tema de los colores, lo pensaba incluso como si fueran barra brava de dos equipos de fútbol, donde hay una pelea por los colores. Que después, si te preguntás qué significa eso, no significa nada más que una sensación de pertenencia.
-El libro maneja todo el tiempo un fondo de humor que hace que aún las escenas más perturbadoras tengan cierta “gracia”.
-Creo que fui incorporando cada vez más el humor en lo que escribía. En los primeros cuentos quizás no estaba tan presente. Pero a medida que avancé lo tenía más presente. Para mí siempre es importante el humor. Por un lado porque lo que trato de evitar siempre, aunque eso no significa que no haya caído, es la solemnidad. Me parece que el humor te resguarda completamente contra la idea de solemnidad. Además, el humor es distancia, entonces da más aire, permite incluso acercarse al tema en distintos grados. Esto que hablamos antes de trabajar en capas, de que hay algo que está sucediendo por debajo de la historia. El humor ya de por sí te construye una capa extra, pero si despejás un poco la situación de humor pasan cosas también turbias debajo. Es un humor medio negro. Entonces te permite esas dos lecturas. De hecho a mí me ha sorprendido mucho, porque para mí tiene mucho humor la novela, pero mucha gente la lee como si fuera una tragedia tremenda. Y no ve el humor, o lo ve muy sutil. No lo ve en primer plano. Y es interesante tener ese rango de lectura.
-Quizás porque nunca es el chiste, o no es busca la carcajada.
-Claro, no busca el gag. De hecho, mis referencias muy claras en cine son el cine de Martín Rejtman y Aki Kaürismaki, que son dos de mis favoritos. Los dos trabajan un humor muy similar. Esta cosa que viene de Buster Keaton, el deadpan (la expresión inexpresiva), eso de te tropezás, pero con cara de nada. Y hay algo de eso:López está ahí con cara de nada, con cara de póker. El humor no es algo que haya incorporado acá de la nada, sino que ya lo venía trabajando. Y aunque sea de forma muy lateral, muy sutil, creo que es algo que trato, o que voy a tratar de incorporar siempre. El humor es una forma de libertad. Es una especie de desfachatez. Te permite meterte en terrenos escabrosos de formas no solemnes. Tiene también algo de eso: de ensuciarse.
-Hay un tema que es central en la novela, que es el de la identidad. Está planteada como algo frágil, y hasta absurdo. De hecho, López se convierte en el otro López aunque no está claro que se parezcan.
-En el primer capítulo de la novela hay escenas bien realistas. López se caga, se mea, sangra, hay barro, hay algo muy sensorial, de la experiencia concreta, pero después esa lógica se vuelve más sinuosa. Aparece algo de lo onírico, de lo fantástico, porque su transformación no obedece a una lógica perfectamente realista, aparece algo del absurdo también, esta idea que corre por lo bajo, sin spoilear, de que los demás también saben que él no es quien es, pero les sirve. Cuando salen los diarios e inventan historias, les sirve su foto, le sirve tener un modelo de héroe para seguir reclutando gente para la guerra. El tema de la identidad me interesa porque si hay algo que atraviesa todo lo que escribo es la idea de la incertidumbre. Hay muchos discursos en los que uno escucha hablar de la identidad como un valor intrínseco, como una certeza, que puedo entenderla en términos políticos, pero si vamos a nuestra cotidianidad, ¿qué es nuestra identidad? Me gustó la idea de deconstruir esa idea. Tu identidad, ¿son las lealtades que tenés, es tu pareja, es tu casa, es tu ciudad, son los colores de tu camiseta? Después hay un montón de cosas más profundas que López arrastra durante toda la novela porque por más que se convierta en otro y quiera escapar y quiera reconstruirse, termina en el mismo lugar donde empezó.
-Otro tema es el del héroe, que se va creando a tientas, con lo que tiene a mano.
-A mí, la idea del héroe me fascina. Veo mucho que en las películas de Hollywood trabajan mucho con el héroe, y por un lado me da vergüenza ajena las cosas que hacen, esta magnificación. Pero por otro lado me divierte. Entonces, quería jugar con esta idea del héroe, pero tenía que ser también honesto o fiel a lo que pienso: que el héroe es como un palo al que le ponen una condecoración. López es el antihéroe total, porque no hace nada, solo escapa y sobrevive mientras los demás mueren, y eso lo convierte en héroe. Me gusta la idea del héroe como algo que se construye como símbolo siempre, como una idea, como algo que quizás no existe, pero que se construye para que cumpla una función.
-Y la guerra, siempre como un telón de fondo…
-Todas las referencias que tenía de películas de guerra, o historias de guerra, son medio laterales, no historias que tratan del héroe. Pienso en “Apocalipsis Now”, de Coppola, que trata del patetismo de la guerra. Pienso en novelas como “Claus y Lucas” (de Agota Kristof) por ejemplo, una referencia muy importante para mí, en la que la guerra es algo que está ahí, que es también un desastre que está sucediendo en paralelo; o en“El desierto de los tártaros”, de Dino Buzzati, que no es la guerra, pero los soldados están ahí, en el fuerte; o en “Esperando a los bárbaros”, de Coetzee . Sobre todo cuando salen a buscar a los bárbaros, y se dan cuenta que los bárbaros son más humanos que ellos mismos. De todas las referencias que tenía, en ninguna la guerra era motor vital, sino un accidente de la naturaleza. Como dice el epígrafe de Coetzee que abre el libro: “Aquí no hay ninguna grandeza que sirva de consuelo”.
Sinopsis: López, López
El escenario de “López López” (Fiordo, 2025), la primera novela de Tomás Downey, es así: dos ejércitos, el Negro y el Naranja, se disputan un pequeño territorio. El protagonista se llama López, y es un soldado del ejército Negro que está a punto de ser fusilado. Pero López salva su pellejo por milagro. Aturdido por el shock de un ataque sorpresivo, en su huida se calza el uniforme de un soldado muerto del Ejército Naranja. El nombre del enemigo está cosido en un parche: López.
Ahora López es un otro, su doppelgänger. Y es la guerra, donde lo único que importa es la supervivencia, así que López rehace su biografía y no sólo se incorpora a un grupo de combatientes naranjas sino que allí, con ellos, se convierte en un héroe involuntario.
Con un humor sutil y a veces oscuro, la primera novela de Downey cuenta en espejo y de modo circular una historia inolvidable sobre un héroe completamente hipnótico.
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