Lecturas: “El corazón del daño”, de María Negroni

La poeta y narradora argentina habla de su nuevo libro en el cual toma materiales autobiográficos desde la ficción y hace estallar el lenguaje. La figura de la madre y la infancia como territorio a explorar están en el centro de la narración

Con sutileza y elegancia, la ensayista, escritora, docente y traductora María Negroni elabora en “El corazón del daño” una pieza literaria que escapa a encasillamientos y clasificaciones para convocar a abrir el lenguaje como una maquinaria multidimensional a la que podemos ingresar a través de fragmentos de una memoria que en algunas páginas pueden ser ensayos, en otras crónicas y en otras entradas de un diario.


Esa narradora que dice que su madre “siempre fue la dueña del lenguaje” también asegura que “la literatura es una forma elegante del rencor” y en la narración de ese vínculo toma fuerza una de las claves de lectura de este libro editado por Random House: la protagonista es una escriba que resignifica, discute y dialoga con el universo de esa madre.

“Cuando un libro encuentra su lector, lo que ese lector o esa lectora hace con él es lo único que cuenta. Lo que yo opine no tiene la menor importancia”, afirma Negroni sobre esa conjetura.

Directora de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) y traductora de poetas como Elizabeth Bishop y Sylvia Plath, la escritora tiene en este 2021 una secuencia de publicaciones que van desde “Film noir”, dedicado al análisis de títulos capitales del género y editado por La Marca, hasta “Pequeño Mundo Ilustrado”, una colección de ensayos que reedita 10 años después Caja Negra y ella define como “una invitación a espiar” su biblioteca literaria y emocional.

“La primera edición salió en agosto de 2011, o sea que es un libro que escribí hace más de una década. Para esta reedición sólo agregué unas 30 entradas”, cuenta sobre un trabajo que tuvo su germen en el cuaderno-diccionario que escribió para el Buenos Aires Tour: “Una lista de 27 palabras, definidas brevemente, que formaban, o al menos eso me pareció entonces, una suerte de mapa de mis obsesiones más fieles”.


P – En “El corazón del daño”, la narradora dice que “un libro es una máquina de pensar, un dispositivo que encarna el más alto espíritu de contradicción”, ¿qué temas te interesaban pensar al momento de comenzar la escritura de este libro?
R –
En realidad, no es que haya temas que me interesen o que me proponga pensar cuando comienzo a escribir un libro. El pensamiento viene con la escritura o quizá, es la escritura misma la que piensa y por lo general, piensa más rápido y mejor que yo. O sea que no tenía ninguna “agenda” previa. Me lancé a escribir ese libro como siempre me lanzo a escribir, sin saber hacia adónde ni por qué ni cómo hacerlo. Muchas veces he dicho que la poesía, y esto se aplica a la escritura en general, es una ceguera trabajada (y trabajosa).

P – “Pequeño Mundo Ilustrado” también permite pensar en esa colección arbitraria que se va estableciendo con los archivos personales y donde intentamos encontrar un sentido a la memoria. ¿Pensás en la escritura como un intento de resignificar el archivo personal?
R –
En general, no pienso que la escritura sirva, de un modo específico, para nada, ni para recordar, ni para liberarnos de nuestros demonios, ni menos para construir una identidad. Creo, más bien, que se escribe para formularle preguntas al lenguaje, para entender qué es ese instrumento que tenemos entre las manos, cuál es la relación (siempre difícil e insuficiente) que las palabras establecen con las cosas. Dicho esto, creo que el “Pequeño Mundo Ilustrado” es un paseo en miniatura por los temas (objetos, libros, autores, artistas y cineastas) que me fascinan y obsesionan. Y en ese sentido, es una invitación a “espiar” mi biblioteca (la literaria y la emocional).


P – En el prólogo de “Pequeño…” te preguntás si no era la infancia la habitación favorita del poema y en “El corazón…” hay dos líneas que unen la infancia a la escritura y la poesía: “Se escribe, dicen, con una mano arrancada a la infancia” y “la poesía es la continuación de la infancia por otros medios”. ¿Es la infancia un lugar inevitable para habitar a la hora de escribir?
R –
Sí, la infancia es un estado de asombro frente al mundo. Una manera de mirar más inocente y, a la vez, más amoral porque el niño todavía no ha sido del todo integrado/sometido a las normas de la sociedad, y por ende dice y hace cosas inconvenientes, toca lo que no debe, se porta mal. Eso es un privilegio enorme. Si tenemos suerte, conservamos algo de ese espíritu cuando nos transformamos en adultos. Arte e infancia están íntimamente relacionados: en ambos casos se juega con seriedad.

Por Emilia Racciatti (Télam).-


Más sobre María Negroni



Distinguida con la Beca Guggenheim en poesía y el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI, Negroni tendrá más publicaciones en los próximos meses: Club Cinco Editores reeditará su novela “La anunciación”, sobre su militancia en los años 70.


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