Listo el pollo y pelada la gallina

por JORGE VERGARA jvergara@rionegro.com.ar

La simple observación de conductas diarias nos permite conocer que los argentinos tenemos por costumbre utilizar muchas veces construcciones verbales o frases cuya explicación detallada pocos podrían hacer. Y usted dirá qué tienen que ver estas cuestiones con esta columna. Simplemente, forman parte de las costumbres de cada hogar, donde se utilizan a cada rato y son comprendidas por todos, aunque si uno ahonda en su significado, la gran mayoría no sabría cuál es. En definitiva, son frases del folclore diario, muchas de las cuales hasta forman parte de la letra de temas de este género. “Se usan porque se usan”, me dijo un docente cuando lo consulté sobre algunas en particular. Ahora bien, ¿cómo rastrear su origen, cuando justamente esas frases nos han llegado de abuelo en abuelo y pocos -o casi nadie- se han detenido a analizarlas puntualmente? Dígame si alguna vez no utilizó en su casa, con fuerte tono imperativo y dirigida generalmente a los más chicos cuando van al baño, la frase: “Tirá la cadena” cuando, en realidad, en cualquier casa de hoy la cadena del baño casi desapareció. Nadie tira la cadena, pero todos entienden la sugerencia. Pregunté a 15 personas el significado de la frase “Chau pinela”, utilizada para dar por terminada una situación, pero de todas sólo una alcanzó a precisarme que lo más cercano que se conoce es que “Pinela”, en este caso con mayúscula, es un apellido de origen italiano. Hubo una revista con ese nombre y algunos sostienen que el origen de la frase está ligado, justamente, a esa publicación. Sin embargo, tiene un significado preciso: habla de dar algo por terminado, como cuando uno dice “listo”, o “Listo el pollo y pelada la gallina”. ¿Por qué se utiliza justamente el pollo y no cualquier otro corte de carne? Hasta suena caprichoso, pero está tan instalado que, apenas pronunciado, todos lo entienden. Es tan simple como cuando uno, tras terminar una tarea, se frota las manos en señal de que esa actividad concluyó. ¿O me va a decir que cuando se levanta de su silla en su trabajo no pronuncia alguna frase que sirve para resumir las ganas que tiene de irse a su casa? Un día en que se fue debiendo quedarse, un colega periodista lanzó en la redacción de este diario la frase “Yo me las pico”, y desde entonces esa frase es sinónimo de partida o, en todo caso, de una ida apresurada. Claro, en esta materia difícilmente encontremos derechos de autor, simplemente porque de tan populares posiblemente se haya perdido el rastro de esas construcciones. Si de frases irreales hablamos, volvemos al baño para explicar una más. Cuando las necesidades nos llevan al ámbito más privado de la casa, una recomendación, generalmente de la madre a los hijos varones -porque siempre hacen pis donde no deben-, es “Levantá la tabla” cuando, en realidad, se refieren a la tapa del inodoro que desde hace años dejó de ser de madera y, si en todo caso queda alguna, seguramente tiene más valor como reliquia que como cobertor de un inodoro. ¿Cuántas veces escuchó que la gente “disca” los números de un teléfono, cuando en realidad va a hablar desde un aparato digital? Los teléfonos para discar desaparecieron hace tiempo. En fin, sólo quise rescatar un costado de las costumbres utilizadas a diario en cada una de nuestras casas, las frases cuyo origen seguramente nadie conoce pero todos entienden cuando se las pronuncia, sin necesidad de más explicaciones. Por lo pronto, estoy tratando de irme al lugar donde un lector me mandó hace tiempo, “a la loma del diablo”, pero todavía no pude averiguar dónde queda. Si no lo encuentro, iré adonde “el diablo perdió el poncho”.


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