“Los 60 desmoronaron muchos discursos”

Con su último libro, Isabella Cosse explora a la sociedad argentina en relación a una década signada por la creciente fragmentación de costumbres que por décadas se asumían para el manejo de los vínculos afectivos y la intimidad.

Entrevista a: Isabella Cosse, autora de “Pareja, sexualidad y familia en los aÑos 60”

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

– ¿Cuál fue el interrogante que alentó su investigación?

– Tuvo que ver con el determinar hasta dónde la normativa social, es decir las normas sociales en relación a la familia, se habían trastocado o no en los años ´60 de la mano de los procesos de rupturas generacionales que se dieron en ese tiempo. Lo primero que percibí -ya investigando – fue que esas norma sociales constituían de hecho una especie de modelo que yo llamo “modelo de la domesticidad”, que tenía una enorme singularidad…

– ¿En relación a la clase media argentina?

– Sí, yo trabajo sobre ella. En ese espacio, al llegar los ´60, ya está muy afincado un modelo de familia nuclear basada en el matrimonio: pocos hijos, roles muy diferenciados… la familia del living prolijito y cuidado que daba respetabilidad a la familia… era un modelo enlazado con la clase media. Familia y clase se retroalimentaban y lograban o consolidaban posiciones mediante la respetabilidad y decencia que implica pertenecer al “modelo de la domesticidad”.

– Antes que siga: ¿división de roles a modo de, ejemplo, la madre ama de casa y escuchando a los Pérez García y el padre trabajando?

– Exactamente. Este modelo era hegemónico. Se había ido forjando en los años ´30 y se consolidó en los ´40 y los ´50.

– ¿En qué sentido era hegemónico?

– Se desarrolla y se autopromociona como la norma excluyente. Norma única. La única forma correcta, deseable, de vivir en familia. Excluye lo diversidad que implica aceptar otras formas de familia. La Argentina conocía otras formas de familia, pero a partir de la consolidación de este modelo fueron visualizadas como desviaciones. Es decir, se consolida un modelo conservador de familia, unidimensional, heterosexual…

– Sin embargo, del libro se extrae que este modelo de orden – porque a final de cuentas aceptar un modelo así de familia expresa una concepción del orden- no se derrumba en los ´60. ¿Cómo es esto?

– Efectivamente. Es más, recién hoy está bajo intenso debate la idea de que no hay una única forma de pensar la familia. Pero esto no excluye que en los ´60 este modelo no fuese cuestionado. Mire, uno de los desafíos que enfrenté a la hora de la investigación fue cómo dar cuenta de las continuidades sin desconocer las fisuras, las grietas, que generaron los ´60. En esta cuestión reflexiono siempre desde tres planos. Uno: en los ´60 hubo una revolución discreta en relación al mundo de valores y normas establecidas; lo establecido; pero se dio en un marco de enormes continuidades. Dos: reflexiono que no hubo una revolución que terminará tajantemente con lo existente en el mundo de la sensibilidades, de las normas, pero lo existente en esa materia emergió de los ´60 con múltiples fisuras. Tres: reflexiono que las transformaciones en las costumbres, las que hacen a la moral, se desarrollan contradictorias, no son lineales en su desarrollo; no son de una vez, una vez puntual, terminante y para siempre. Así se balancean en general las mudanzas que se dan en el orden cultural.

– Usted trabajó en mucho de su investigación desmenuzando lo que decían los medios, especialmente las revistas. ¿Por qué esa elección?

– Primero un dato: Argentina ingresa a los ´60 con un mercado muy dinámico en el campo editorial de medios semanales; se acentúa el proceso que ya se había insinuado con fuerza en los ´40. Mire, en 1958 se vendían en Argentina casi 5 millones de revistas mensuales; en 1973 se orillaba los 6 millones. Es decir: se leía, se informaba. Y muchos de esos medios acompañaban la mudanza de costumbres, de ideas, que comenzó en los ´60. Dosificaban su compromiso con los contenidos, pero no los marginaban, aun en momentos de censura. Trabajé con revistas y también con grabaciones de programas radiofónicos, comedias televisivas, que me fueron muy útiles para mi pregunta sobre el orden, y en las normas sociales -y en los medios, claro- se condensaba el orden y también su resquebrajamiento.

– Al desmenuzar el resquebrajamiento de ese contenido normativo, de ese orden, usted habla de la gravitación que en esa dirección tuvo el colegio mixto que se expandió fuertemente desde los ´50. ¿Cuál es el punto o uno de los temas más decisivos que fue resquebrajando el colegio mixto en relación a los vínculos de los jóvenes?

– Un ejemplo: con el colegio mixto se fisuró la posibilidad de los padres de seguir regulando los horarios de -por caso- los noviazgos… tal día, tal hora… La cultura de la regulación se tornó estéril en tanto que los pibes se seguían viendo en el colegio. En los ´60 esa regulación se torna aceleradamente un imposible. Y en esto tuvo mucho que ver, en términos indirectos, el Estado, que alentó la creación de escuelas mixtas.

– ¿Qué mandato, qué norma, resquebraja rápidamente los ´60 en el campo de las relaciones? Es decir, donde no hay una revolución discreta, dosificada, sino una revolución concreta.

– En la virginidad, sin duda. Es asombroso cómo se desmorona un mandato que pretendía definir la respetabilidad de la mujer. Como mandato, era una pieza nodal de la doble moral sexual que establece diferencias morales entre el hombre y la mujer. Al pibe, el padre lo podía llevar a una prostituta para que lo iniciara sexualmente. La chica debía esperar el matrimonio para saber de qué se trataba. Además, era un mandato fundado en respetar hasta el casamiento, un órgano físico que, de hecho, se convertía en una cualidad moral y de respetabilidad, y que esto estuviese naturalizado… bueno, es una de las construcciones culturales que los ´60 ponen en discusión y resquebrajan rápidamente. Se lo cuestiona en términos públicos y masivamente. Todo como resultado de la circulación de ideas a la que asistía gran parte del mundo en esa década. Y en nuestro país esta discusión tuvo mucho ritmo debido, entre otras cuestiones, a las ideas que emergían desde la sociología y a la gravitación que fue adquiriendo la psicología, que colocó al ser ante el sexo, corriendo de ese campo a la religión y a la moral sobre cómo manejar la sexualidad.

Martín Heer


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