Los 7500 millones de dólares detrás de los biocombustibles

Son semanas decisivas las que se viven para el mercado de los biocombustibles. El régimen de promoción industrial vigente caduca en 45 días y el gobierno apunta a rediseñar los incentivos, con un esquema más volcado hacia lo que piden las petroleras.

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En el medio, hay una batalla por casi 7500 millones de dólares, aproximadamente. Son los us$6000 millones que el Estado dejó de recaudar desde 2006 por desgravar del impuesto a los combustibles la utilización del biodiesel (aceite que es subproducto de la soja) y el bioetanol (derivado del maíz o de la caña de azúcar), más los us$1400 millones que el Tesoro se perdió de percibir mediante derechos de exportación (retenciones) por usar en el mercado interno lo que se podría haber vendido al exterior.

La pelea enfrenta no solo a las petroleras y automotrices contra los productores de biocombustibles, sino también a los representantes de la Patagonia versus los del “Norte Grande” e incluso al Frente de Todos y Juntos por el Cambio, aún pese al origen provincial de cada uno de sus integrantes.

El corte de 12% de bioetanol y de 10% de biodiesel en naftas y gasoil, respectivamente, pasaría a ser de 7% y 5%. La lucha tiene componentes económicos y ambientales. La defensa que hacen los productores de biocombustibles es que su consumo no perjudica al medio ambiente, ya que se trata de energía renovable que no libera dióxido de carbono a la atmósfera.

Al otro lado del mostrador, las petroleras apuntan con todo contra los derivados de la soja y el maíz pero hacen la excepción respecto a la caña de azúcar, que no tiene mercados externos abiertos y que sí es necesaria transformar para fomentar el empleo y la producción.

En 2006, cuando se promulgó la ley, el petróleo iba escalando hasta llegar tiempo después a los 140 dólares por barril, mientras que otras commodities agropecuarias podían servir para contener su precio. La situación hoy es exactamente al revés, con el crudo a 60 dólares en Londres, Gran Bretaña, y la soja llegando por encima de los 500 dólares en Chicago, Estados Unidos. Cada litro de biodiesel que se mezcla en las refinerías encarece el producto final, además de que para las automotrices perjudica el buen funcionamiento de los motores.

Los diputados Máximo Kirchner y Sergio Massa (presidente de la Cámara Baja del Congreso) trabajan en tandem para rediseñar el esquema. En los últimos días, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, dijo que el sector no puede vivir en un esquema permanente de promoción, que se debe acabar en algún momento.

De acuerdo a los datos oficiales de la Secretaría de Energía en la reunión informativa, entre enero de 2016 y enero de 2021 las ventas bioetanol mensuales estuvieron entre los 73.000 y 82.000 metros cúbicos, con picos de 100.000 y valles de menos de 10.000.

En el caso del biodiesel, variaron entre 38.700 y 22.000 toneladas, aunque también se registraron techos de más de 100.000 toneladas y pisos de casi 0 en los últimos cinco meses de 2020, en donde por los bajos precios directamente no hubo entregas y las plantas empezaron a cerrar.

Ese es uno de los temas que buscan instalar los productores: las 54 plantas emplazadas en el Interior del país corren peligro, con más de 60.000 empleados entre directos e indirectos, según sostienen.

Cerca de un 40% del cupo lo tienen dos empresarios: Juan Carlos Bojanich, el rey del biodiesel, y Federico Pucciarello. En las petroleras señalan que se debe terminar con la asignación discrecional de los cupos y que el mercado se debería desregular, para favorecer a las pymes y no a las grandes empresas o multinacionales que pueden llegar a exportar.