Los automóviles en la literatura (II)

La aceleración de la vida cotidiana tiene que ver con las diferentes percepciones de las distancias y de los tiempos para recorrerlas. En ese nuevo dinamismo ha sido protagonista central el automóvil. Hoy es un objeto corriente con el que nos relacionamos de diferentes maneras, ya sea casi como un fetiche, ya como una extensión de nuestros cuerpos, ya simplemente como una cosa utilitaria más. 

En muchos casos hay una ligazón sentimental con el coche que tiene que ver con nuestras experiencias. ¿Quién no recuerda con cariño algún auto o camioneta o camión de la familia o de algún pariente en el que paseábamos de chicos? Seguramente vos tendrás alguno inolvidable. En mi caso, un Jeep Gladiator blanco con techo rojo de mi tío Miguel; dos vueltas de juego en el volante y nosotros atrás, en la caja, bebiéndonos el viento con mis primos. 

A veces hay momentos únicos asociados a los autos, como este de María T. Andruetto:  “Regresábamos en un Citroën/ rojo, desde una laguna de sal,/ un pueblo ahora de fantasmas,/ a nuestra casa, en la luz. Y él/ cantaba, de viva voz, como/ nunca cantaba, voglio vivere/ Cosí, con il sole in fronte, y/ mi madre y nosotras también/ cantábamos”. 

Si nos gustan los autos es inevitable que soñemos con modelos inalcanzables para nuestros bolsillos, y cuando los vemos pasar se nos van los ojos pegados al paragolpes. Allá por la década del 70, todos estos autos del poema de Adrián Desiderato eran un sueño imposible; pero siendo empleado de una playa de estacionamiento cumplías tu sueño aunque sea un ratito: “Subió en un ford futura/ en un rambler ambassador/ en un Torino gran routier/ después en un peugeot 504/ un fiat 1600/ un mercedes dos veinte/ luego en un chevrolet super sport/ en un volkswagen importado/ en un dodge polara/ cuando dieron las 20/subió a su corazón/y se fue silbando hacia lo humilde”. 

Cuando veo autos abandonados o carcasas inmóviles de lo que alguna vez fue un coche me pregunto por sus historias, por sus dueños, y el porqué de su presente. Se asemejan a restos fósiles que parecen no decir nada, pero si prestamos atención dicen algo. 


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