Los colegios nacionales y las escuelas normales

Por Abel Sandro Manca

Desde la segunda mitad del siglo XIX, pese a la temporaria separación de Buenos Aires, tanto en sus gobiernos, como en el de la Confederación Argentina, se empezó a evidenciar preocupación por afianzar el sistema educativo argentino. Durante la presidencia de Urquiza ya se pusieron de manifiesto inquietudes para elevar el nivel cultural del pueblo a los efectos de lograr afianzar la ansiada organización nacional. Unificado el país, en 1862 Mitre fue elegido presidente de la República. Si bien no pudo satisfacer las necesidades educacionales que el país requería, desarrolló, entre muchas dificultades, una intensa acción cultural. Su más importante creación fue el colegio nacional, cuyo primer establecimiento funcionó en Buenos Aires. Fue dispuesto por decreto del 14 de marzo de 1863 como «casa de preparación científica preparatoria en la que se cursarán las letras y humanidades, las ciencias morales y las ciencias físicas y exactas». La expresión «preparatoria» alude a los estudios superiores que podrían cursarse en las universidades. Se admitían alumnos internos y externos y fueron creadas cuarenta becas para favorecer a jóvenes de las provincias. El plan de estudio a cumplir en cinco años se basaba en un profuso enciclopedismo, con materias de letras, humanidades y ciencias. Al término de los estudios se otorgaba el título de bachiller. El establecimiento se llamó «nacional» para indicar que, superados los dolorosos años de separación bonaerense, las puertas estaban abiertas para todos los alumnos del país. En diciembre de 1864 el presidente Mitre dispuso la apertura de otros cinco colegios semejantes en las ciudades de Catamarca, Salta, Tucumán, Mendoza y San Juan. Con el transcurso del tiempo los planes de estudio tuvieron numerosas modificaciones. Actualmente las poblaciones de cierta importancia cuentan con establecimientos de este tipo.

Otro acontecimiento trascendente en la historia de nuestra enseñanza fue la creación de las escuelas normales. Por ley del 5 de octubre de 1869, el Congreso de la Nación autorizó al Poder Ejecutivo a establecer escuelas normales en Paraná y Tucumán. Por decreto que firmaron el presidente Sarmiento y su ministro Avellaneda, el 13 de julio de 1870 fue creada la escuela normal de Paraná, primer establecimiento secundario destinado a formar maestros capacitados en enseñanza elemental. Fue un acontecimiento notable, porque la educación primaria dejó de ser una simple siembra de letras y números ejercida por gente sin la necesaria preparación pedagógica para practicar la docencia. Los dos primeros maestros normales se graduaron en 1874; se llamaban Félix Avellaneda y Delfín Jijena.

Posteriormente se sucedieron otras, de tal manera que en 1884, cuando se sancionó la ley 1.420 de Educación Común, todas las capitales de provincia contaban con escuelas normales.

Se considera que el nombre de estas escuelas deriva -probablemente- de «normas» que se debían aplicar en los procedimientos pedagógicos destinados a la educación de los niños.

Desde los comienzos de los colegios nacionales y las escuelas normales hasta el presente se han producido innumerables cambios en sus planes de estudio y hasta nuevos nombres denominan este tipo de establecimientos, pero nadie duda de que fueron dos pilares muy importantes que sustentaron nuestro sistema de enseñanza, de tal manera que, si de algo teníamos que estar orgullosos los argentinos, era de nuestro excelente nivel educativo, a tal punto que ocupamos un nítido liderazgo en América Latina y un lugar destacado en el concierto mundial.

Está finalizando un nuevo ciclo lectivo y lamentablemente no podemos expresar aquel orgullo, que empezó a decaer en forma gradual en las últimas décadas.

Son necesarios presupuestos adecuados, con salarios dignos para que los maestros y profesores vuelvan a tener la jerarquía perdida y a ocupar un lugar destacado en la sociedad.

Dentro del amplio espectro que abarca la educación, el desempeño de los docentes en el aula es, sin dudas, la función educativa por excelencia, y solamente con su aporte irremplazable podremos lograr el sistema educativo que todos estamos deseando para que sea puesto a la altura de los tiempos.


Desde la segunda mitad del siglo XIX, pese a la temporaria separación de Buenos Aires, tanto en sus gobiernos, como en el de la Confederación Argentina, se empezó a evidenciar preocupación por afianzar el sistema educativo argentino. Durante la presidencia de Urquiza ya se pusieron de manifiesto inquietudes para elevar el nivel cultural del pueblo a los efectos de lograr afianzar la ansiada organización nacional. Unificado el país, en 1862 Mitre fue elegido presidente de la República. Si bien no pudo satisfacer las necesidades educacionales que el país requería, desarrolló, entre muchas dificultades, una intensa acción cultural. Su más importante creación fue el colegio nacional, cuyo primer establecimiento funcionó en Buenos Aires. Fue dispuesto por decreto del 14 de marzo de 1863 como "casa de preparación científica preparatoria en la que se cursarán las letras y humanidades, las ciencias morales y las ciencias físicas y exactas". La expresión "preparatoria" alude a los estudios superiores que podrían cursarse en las universidades. Se admitían alumnos internos y externos y fueron creadas cuarenta becas para favorecer a jóvenes de las provincias. El plan de estudio a cumplir en cinco años se basaba en un profuso enciclopedismo, con materias de letras, humanidades y ciencias. Al término de los estudios se otorgaba el título de bachiller. El establecimiento se llamó "nacional" para indicar que, superados los dolorosos años de separación bonaerense, las puertas estaban abiertas para todos los alumnos del país. En diciembre de 1864 el presidente Mitre dispuso la apertura de otros cinco colegios semejantes en las ciudades de Catamarca, Salta, Tucumán, Mendoza y San Juan. Con el transcurso del tiempo los planes de estudio tuvieron numerosas modificaciones. Actualmente las poblaciones de cierta importancia cuentan con establecimientos de este tipo.

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