“Los días calmos todavía siento temor”

Graciela Munar, pobladora de La Angostura, recuerda el terremono de 1960

VILLA LA ANGOSTURA(AVLA) “Era un día muy calmo, hermoso. Por eso los días que son calmos todavía siento cierto temor”, cuenta Graciela Munar, antigua pobladora de la localidad que el 4 de junio pasado vivió por tercera vez en su vida la tercera erupción en la zona. En los momentos límite, la memoria suele ser fotográfica. Los antiguos pobladores coinciden en la quietud y el clima apacible de aquel domingo 22 de mayo de 1960, el día en que Valdivia sufrió el terremoto de mayor magnitud que registre la historia de la humanidad (9.5 en la escala de Richter). Se estima que en La Angostura alcanzó los 7.5 grados. Graciela tenía 9 años, su padre era el juez de Paz, y vivía con su familia en la zona del puerto.

Pese a que la historia de la localidad es atravesada por temblores y erupciones volcánicas, hasta junio de 2011 para muchos vecinos -a excepción de los antiguos pobladores- la posibilidad de un fenómeno así era una remota posibilidad.

“Nada que ver esto con aquello. Fue un temblor muy fuerte. Como si te pasaran 100 subtes juntos por los pies. El ruido de la montaña era impresionante, se escuchaban los árboles cayendo. El suelo tenía un movimiento ondulante. Corrías y te caías. Yo había salido a caminar. En medio de tanto ruido escuchaba los alaridos de mi mamá buscándome”, relata.

El escenario era dantesco, cuentan. El lago Nahuel Huapi retrocedió al menos 100 metros y volvió como una ola. Muchas chimeneas cayeron y varias casas sufrieron los embates del temblor. Los movimientos telúricos siguieron durante un mes y medio. “Dormíamos debajo de la mesa de coihue”, recuerda Graciela.

A los dos días del temblor, comenzaron las erupciones de varios volcanes. El padre de Graciela contó 14 “chimeneas” de volcanes en actividad. “Había mucho olor azufre. Cayó primero una piedra pómez y después mucha ceniza pluma, tipo puloi. Fueron como tres días. La ceniza era tan fina que entraba por todos lados y no se podía respirar, nos ahogábamos. Estuvimos a punto de irnos, pero al tercer día llovió y dejó de caer ceniza”, relata. Pese a todo, el 25 de mayo -por aquel entonces la fiesta más importante del pueblo- la gente festejó el día patrio en la plaza.

Munar calcula que cayeron unos 10 cm de pluma y piedra pómez, pero asegura que el material era distinto al que cayó en esta oportunidad. “Era una piedra más grande, pero diferente, mas porosa. Caía caliente. En la zona de (brazo) Rincón y el (lago) Espejo las piedras eran como una pelota de fútbol o más grande”, detalla.

En aquella oportunidad, asegura, cayó menos material que ahora y era distinto. Recuerda que la ceniza cubrió todo y afectó la fauna y flora, que por mucho tiempo no se escucharon pájaros y no había peces. “La diferencia es que no había tanto y al verano ya había pasto. Como que la ceniza se filtró en el suelo. Pero no creo haber pasado tantos días grises y era otro tipo de ceniza. No duró tanto “, dice.

Conrad Meier, nacido y criado en el Lago Espejo, recuerda el tamaño de las piedras que cayeron. Su padre, que llevó un registro de todo lo que sucedía, indicó que cayeron 12 cm de cenizas y que las réplicas se sintieron durante tres años. “Esa primavera fue impresionante como crecieron las plantas”, cuenta Meier, y asegura que el gris igualmente se mantuvo durante un año aproximadamente.

Pero no fue la única erupción que recuerdan. Cinco años antes, en el 55, el volcán Carrán – del lado chileno- tuvo una violenta explosión y las cenizas también llegaron a La Angostura. Graciela recuerda, nuevamente, el intenso olor a azufre y el polvo que lo cubría todo.

erupción del volcán puyehue

Foto histórica. El retroceso del lago y su posterior avance arrasó con el puerto de Bariloche.


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