Luis Miguel, más cerca de Neuquén

El mexicano vino a presentar “Labios de miel”.

Luis Miguel abrió anteanoche su ciclo de conciertos masivos en Buenos Aires con una actuación de alto contenido epidérmico en el estadio de Vélez, que se repitió ayer y seguirá hoy y el domingo. La escala previa que luego traerá, el viernes próximo, a Neuquén. Emblema de la canción romántica y de una pléyade de intérpretes latinos que desde hace décadas saben hacer suspirar a las mujeres, al baladista conocido como “El Sol de México” le bastó apenas con recorrer el espinel de sus éxitos más movedizos para mantener un alto nivel de gestual desenfreno femenino. Fue la presentación en Buenos Aires de su Luis Miguel 2010 Tour, que lanzó en simultáneo con la salida de su último disco. Eran apenas pasadas las 10 de la noche cuando se apagaron las luces del estadio y el cantante mexicano asomó por el escenario, con traje azul, camisa blanca y corbata a rayas, desatando el primer griterío generalizado, que no se acallaría hasta las 23:30, momento en que dijo “Buenas noches, Buenos Aires, gracias”, cerrando el concierto con “Labios de miel”. El arranque, ensordecedor por los gritos de la platea, había sido con “Te propongo esta noche”, seguido de “Suave”, y tuvo tal voltaje que el público recién tomó asiento en el cuarto tema, cuando el cantante hiló una seguidilla de boleros con “Tres palabras” y “La barca”. Siguió una versión orquestal de “Volver”, muy alejada de sus aires tangueros, y un dúo virtual con Frank Sinatra, quien cantó desde una pantalla “Come fly With Me”. Después, las chicas volvieron a pararse y ya no se sentarían más, cantando todas las canciones, con caras sonrientes, descontroladas, suspirando de alegría. Una seguidilla de hits que rompió el termómetro se dio entre los temas 10, 11 y 12 con “Entrégate” (“déjate llevar por tus instintos de mujer”), “La incondicional” y “Un hombre busca a una mujer”. Para ese entonces, y mientras el público expresaba como podía el torbellino pasional que lo envolvía, Luismi se soltó el primer botón de la camisa, liberó la rigidez de su corbata y se pasó la mano con fuerza sobre su rubia cabellera transpirada y, a esta altura, algo desordenada. Fue el primer gesto sobre su vestimenta, que se completaría con un cambio de ropa en el tema 17, cuando dejó el traje por una camisa y un saco de pana o terciopelo, y otro para los bises, cuando apareció en remera. Seductor nato pero de un estilo que lo sitúa en las antípodas de Sandro, Luis Miguel apenas se mueve, elude y se aleja de los contoneos, no habla con sus desesperadas fanáticas y casi no les sonríe, a no ser por una glacial apertura de fauces más rígida que una foto congelada. Pero le basta amagar que se desprenderá del saco, saltar, mover los brazos hacia arriba, gesticular con rigidez nerviosa o simular que toca la guitarra eléctrica para hacer delirar a sus seguidoras. Difícil de entender, al menos para los hombres, que tan poco sabemos lo que efectivamente seduce a las féminas. Entre el tema 21 y el 23 el cantante generó otra seguidilla de desenfreno con “Ahora te puedes marchar”, “La chica del bikini azul” y “Cuando calienta el sol”. De ahí hasta el final, sólo fue un suspiro, ininterrumpido, plagado de agudos, feliz, convencido. Luis Miguel, efectivamente, celebró una misa pagana y todas sus seguidoras quedaron contentas, bailaron, rieron, gritaron, cantaron. ¿Qué más podrían estar pidiendo?. (Télam)


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