Mal de muchos…

Aunque parece evidente que las vicisitudes recientes de nuestro peso se deben casi exclusivamente a la evolución de la economía nacional y a la gestión nada feliz del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el exterior hay muchos que ven en ellas síntomas de un fenómeno menos localizado. En su opinión, se trata de una señal de que países “emergentes” que durante varios años lograron crecer a un ritmo muy superior al alcanzado por los ya ricos se encuentran en graves problemas, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea están en vías de recuperarse de la crisis que siguió a la debacle financiera del 2008. Puede que estén en lo cierto. Si bien a esta altura pocos ignoran que la Argentina es un caso muy especial y que sería un error suponer que su experiencia sea típica de los países atrasados, resulta innegable que la expansión vertiginosa de la economía china, combinada con la reducción de las tasas de interés en los países ricos, creó un medio ambiente favorable para distintas variantes del populismo. No sólo Cristina sino también otros mandatarios, como el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, atribuyeron el crecimiento vigoroso de sus economías respectivas a las bondades de su propio “modelo” heterodoxo, minimizando el aporte de factores exógenos. Tal actitud les supuso muchos beneficios políticos, pero también los hizo subestimar las dificultades que enfrentarían si cambiaba el panorama internacional. Acaso lo único que tienen en común los gobiernos de los países, que los optimistas califican de emergentes, que no supieron aprovechar plenamente la etapa que, según parece, está acercándose a su fin, ha sido la confianza excesiva en los méritos de sus propios planteos voluntaristas. Alentados por los igualmente miopes comentaristas del mundo desarrollado que querían creer que países con centenares de millones de habitantes como China, la India y Brasil, acompañados por sus socios regionales, no tardarían en dominar la economía mundial, desplazando a Estados Unidos y Europa del lugar que han ocupado desde inicios del siglo XIX, se suponían protagonistas de un gran proceso histórico y que por lo tanto no tendrían que perder el tiempo preocupándose demasiado por detalles engorrosos como los supuestos por la corrupción, las trabas burocráticas y el estado deficiente del sistema educativo. Aunque algunos, sobre todo los dirigentes chinos, entendían que el desarrollo sí depende de tales pormenores, de suerte que sería mejor prestarles la debida atención, en muchos países emergentes los gobiernos no se animaron a emprender a tiempo las reformas necesarias por suponer que los costos políticos les resultarían excesivos. Así, pues, se conformaron con disfrutar de una bonanza posibilitada por el boom de los commodities y –fuera de la Argentina, que a diferencia de los demás, no accedía a créditos externos importantes– del entusiasmo de los gerentes de los fondos de inversión principales por las ganancias que esperaban conseguir en países en que las tasas de interés eran más altas que en Estados Unidos, Europa o el Japón. Como reza el refrán, mal de muchos, consuelo de tontos. El que medios influyentes de Nueva York y otros centros financieros hayan ubicado la caída estrepitosa del peso en un contexto más amplio, tratándola como parte de una crisis cambiaria incipiente que afectará a muchos otros países, brindará a los voceros del gobierno kirchnerista una oportunidad que no dejarán pasar para culpar nuevamente al “mundo”, además de los ya denostados especuladores locales, por los problemas económicos que tanto se han agravado últimamente. Podrán señalar que otros países se han visto perjudicados por la ralentización relativa de la expansión de China y por la probabilidad de que la Reserva Federal norteamericana ponga fin pronto al programa de “relajación monetaria” que adoptó en la segunda mitad del 2008 y que, al inundar de dólares las plazas mundiales, ha contribuido mucho a impulsar el crecimiento de países considerados riesgosos. Sin embargo, nuestras dificultades se deben no sólo a la convicción aparente de los kirchneristas de que se había instalado definitivamente en el mundo un nuevo paradigma que nos sería tan favorable que en adelante no les sería necesario procurar controlar el gasto público o estimular inversiones productivas, sino también a su voluntad insensata de subordinar la realidad al relato presidencial.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.124.965 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Domingo 26 de enero de 2014


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