MEDIOMUNDO: Los Sopranos
por CLAUDIO ANDRADE
Es probable que Tony jamás hubiera llamado la atención de nadie (de ese modo viven y mueren muchos mafiosos que pretenden pasar desapercibidos en un mundo que necesita de héroes cada vez menos heroicos) de no ser por su neurosis que lo ha tenido, al menos al principio, al borde del colapso.
La imagen que desató su primera crisis de pánico es casi poética: sobre las mansas aguas de la pileta de Tony Soprano un grupo de patos se tomó el atrevimiento de pasar unas vacaciones. A Tony el gesto le pareció tan cómico como natural. Incluso reconfortante. Llegó a acostumbrase a la compañía de las aves que de algún modo misterioso iluminaban su cruda existencia. Hasta que un día cercano al invierno los patos volaron buscando mejores climas.
Fue entonces cuando Tony Soprano, el gran Tony, el líder de una banda de asesinos sin más ética que la que dicta el código de la Cosa Nostra, se desplomó. Su enorme humanidad cayó sobre el césped del jardín como lo haría un árbol milenario a manos de un hachero profesional.
Luego vinieron, aunque quizás no en este orden: su primera visita a una psiquiatra que aceptó, y más tarde rechazó hasta el imposible, trabajar con él, las disputas por el poder con su tío gagá, las luchas por el tráfico en todas sus formas con otras bandas de los más diversos barrios de Nueva York, nuevos negocios mafiosos, interminables crisis con su hermana (compañera de maridos asesinos que a su vez resultaron asesinados por ella misma), primos cercanos recién salidos de la cárcel, trifulcas con su mujer (que hasta se sintió conmovida por el sacerdote de la familia), sus amantes de Europa oriental, su separación, la delincuencia de su hijo varón, sus encuentros cercanos del tercer tipo con el FBI, más desmayos, intentos de homicidio de aquéllos y de los otros, su reconciliación y más tequila por triplicado. Quintuplicado.
Como supondrán, no se trata de una serie apta para menores de 18 años. Ahora bien, para alegría de sus fanáticos latinoamericanos HBO Olé comenzó una nueva temporada de la famosa serie norteamericana, que tiene a este singular personaje como eje central.
Con los años, Los Sopranos, la familia y la serie, se han ido volviendo más cruentos, pero al mismo tiempo más filosóficos. Más sangre salpica la pantalla, es cierto, pero también hay más razocineo, más búsquedas internas, más conflictos humanos.
Entre amantes, esposas descontentas y demás dramas mafiosos de primera línea, abundan la violencia, la mezquindad, una pizca de solidaridad y el deseo. El deseo como proyección y núcleo de un universo que siempre parece a punto de dinamitar sus propios límites.
Los Sopranos es una rara combinación de comedia de ribetes shakesperianos con drama teatral escrito por Sartre (emborrachado con vino de Francis Ford Coppola) que, en el fondo, no hace más que reflejar, de un modo algo torcido a veces, la sociedad caníbal en la que vivimos.
Al apellido sustantivo Soprano, uno también podría sospecharlo de verbo.
CLAUDIO ANDRADE
candrade@rionegro.com.ar
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