Mendoza, oasis feliz

Recorrerla es un placer. “Las comparaciones son odiosas”... pero inevitables.

Es la tercera vez que viajo a Mendoza y no termino de asombrarme. En las oportunidades anteriores sólo pude apreciar el centro de la ciudad y sus espectaculares arboledas pero ahora fui a pasear y conocí la peatonal, unas diez cuadras llenas de verde, flores y limpieza. Aunque no soy ni por lejos sociólogo pero sí observador como cualquier hijo de vecino, pude ver mucha gente con rostros tranquilos y “bandadas” de escolares paseando bulliciosamente. Llego a la conclusión muy personal de que el ambiente moldea el carácter de las personas y cómo no estar feliz en una ciudad que prioriza el verde, la sombra, la placidez y ante todo la pulcritud… eso… Mendoza es un oasis pulcro y con gente feliz… se nota en todos y cada uno, peatones, automovilistas e incluso en los taxistas, todos sin excepción muy amables y serviciales. La pregunta que me ronda por la cabeza es cómo se logra esta conjunción. Algo así como la remanida pregunta de quién nació primero, si el huevo o la gallina… ¿Mendoza es así por su idiosincrasia, o esta se ha forjado a la sombra de sus árboles? El clima se parece mucho a nuestro Alto Valle. No hace falta ser especialista para ver que sus inviernos son más suaves que los nuestros y que llueve más. Prueba de ello es lo que pude ver en los jardines y los maceteros que adornan las farolas en dicha peatonal que sería difícil mantener con riego, pero comparte características de aridez y de vientos, lo que quiere decir que la gran diferencia es el empeño que se pone en cuidar el verde. La pregunta es si podemos aspirar a crear estos remansos en nuestras ciudades valletanas y qué sería necesario para ello. Creo que sí aunque lleve tiempo, pero para eso los políticos en general tienen que tomar conciencia de que la calidad de vida de la población no es solamente lo material sino mucho más amplio. El verde y la sombra atemperan no sólo la temperatura sino también los ánimos y una buena propuesta electoral hoy en día puede arrimar muchos votos. Cuidar los árboles y los espacios verdes de nuestras ciudades debe ser considerado no como un gasto sino como una inversión… si no se piensa sólo en períodos de cuatro años, claro.

TEODORICO HILDEBRANDT eljardin@rionegro.com.ar

jardinería

Peatonal mendocina. Verde, sombra, pulcritud, relax. Hasta las farolas adornadas con violas, que supongo se deben regar naturalmente. Bancos para sentarse, pérgolas cubiertas con glicinas y frondosos árboles. ¡Un lujo!

Se ha cuidado hasta el más mínimo detalle. Cada tanto se observan estas fuentes y al final un largo piletón que hacen honor a la cultura del vino, emblema de Mendoza… ¡Lástima que sólo sea agua coloreada!


Es la tercera vez que viajo a Mendoza y no termino de asombrarme. En las oportunidades anteriores sólo pude apreciar el centro de la ciudad y sus espectaculares arboledas pero ahora fui a pasear y conocí la peatonal, unas diez cuadras llenas de verde, flores y limpieza. Aunque no soy ni por lejos sociólogo pero sí observador como cualquier hijo de vecino, pude ver mucha gente con rostros tranquilos y “bandadas” de escolares paseando bulliciosamente. Llego a la conclusión muy personal de que el ambiente moldea el carácter de las personas y cómo no estar feliz en una ciudad que prioriza el verde, la sombra, la placidez y ante todo la pulcritud... eso... Mendoza es un oasis pulcro y con gente feliz... se nota en todos y cada uno, peatones, automovilistas e incluso en los taxistas, todos sin excepción muy amables y serviciales. La pregunta que me ronda por la cabeza es cómo se logra esta conjunción. Algo así como la remanida pregunta de quién nació primero, si el huevo o la gallina... ¿Mendoza es así por su idiosincrasia, o esta se ha forjado a la sombra de sus árboles? El clima se parece mucho a nuestro Alto Valle. No hace falta ser especialista para ver que sus inviernos son más suaves que los nuestros y que llueve más. Prueba de ello es lo que pude ver en los jardines y los maceteros que adornan las farolas en dicha peatonal que sería difícil mantener con riego, pero comparte características de aridez y de vientos, lo que quiere decir que la gran diferencia es el empeño que se pone en cuidar el verde. La pregunta es si podemos aspirar a crear estos remansos en nuestras ciudades valletanas y qué sería necesario para ello. Creo que sí aunque lleve tiempo, pero para eso los políticos en general tienen que tomar conciencia de que la calidad de vida de la población no es solamente lo material sino mucho más amplio. El verde y la sombra atemperan no sólo la temperatura sino también los ánimos y una buena propuesta electoral hoy en día puede arrimar muchos votos. Cuidar los árboles y los espacios verdes de nuestras ciudades debe ser considerado no como un gasto sino como una inversión... si no se piensa sólo en períodos de cuatro años, claro.

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