Mil grullas por Elsa Bornemann
La Feria del Libro Infantil recordó a la querida autora de “No somos irrompibles”.
Con una suelta de grullas, niños siguiendo con fascinación el recorrido de los pájaros hechos en papel y lectores que al retorno de la democracia argentina eran el público infantil, fue homenajeada hoy en la Feria del Libro Elsa Bornemann, autora de “No somos irrompibles” y “Un elefante ocupa mucho espacio” entre otros títulos emblemáticos que formaron a tres generaciones de lectores latinoamericanos. La Plaza Morgana estaba totalmente ocupada, decenas de pequeñas cabezas seguían con atención la “Canción de luna para María” que leyó la escritora Lucía Laragione sobre el escenario, una lectura que continuaron otras narradoras con “Ay, qué disparate” o “Me gusta el río”. El cuadro se completaba más atrás, con filas de adultos donde se veían miradas cómplices, como cuando la narradora Paula Martín encaró el fragmento final de las “Mil grullas” que Toshiro hizo para Naomi tras la mañana del 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, cuando la ciudad “parecía el sol estallando”, había escrito la autora. De esta manera familiares, amigos y Alfaguara, el sello que durante los últimos años editó los textos de Bornemann, recordaron a la gran creadora de cuentos aterradores como “¡Socorro!” y “Manos”, fallecida el 24 de mayo último a los 61 años. “Este homenaje es el reconocimiento a toda la obra de Elsa, a todo lo que hizo, siempre fue una adelantada en lo que escribía para niños, cuentos de terror y de amor, tenía un vínculo muy honesto con ellos”, dice Margarita, “la hermana Bornemann del medio”, según se presenta a Télam. Margarita tenía 11 años cuando nació Elsa: “A ella desde chiquita le gustaba mucho escribir –rememora– y cuando empezó la escuela lo hacía demasiado bien así que las maestras le preguntaban si éramos nosotras las que le hacíamos la tarea y la hacían escribir delante de ellas para comprobarlo”. “En julio de primer grado la maestra le puso, me lo acuerdo de memoria, ‘veo con satisfacción que lees correctamente cualquier página del libro’. Ella leía bien hasta ‘xilofón’ –repasa–, pero no le enseñábamos nosotras, jugaba sola y aprendía, ella atendía el teléfono, ella cantaba, era muy, muy inquieta”. Criadas en una casa de Parque Patricios, junto a Hilda, la mayor de todas, las hermanas se hicieron “hinchas el globito”, tanto que “el club Huracán le pondrá el nombre de Elsa a su biblioteca”, dice Margarita. “Siempre la acompañé en las ferias literarias –señala antes de despedirse para preparar la suelta de grullas–. Le tenía la cartera mientras firmaba libros horas y horas, ella amó este trabajo y amó a los niños, les contestaba cartas y mails uno por uno, iba a las escuelas, así era su vínculo con sus lectores”. La responsable de las mil grullas que soltaron sobre Plaza Morgana fue Betina, ahijada de “Elsy”, como recuerda la familia a la autora de “Un elefante ocupa mucho espacio”, texto sobre la cooperación prohibido en dictadura que integra la Lista de Honor del reconocido Premio Internacional Hans Christian Andersen, que así galardonó por primera vez a un escritor argentino. “La historia la conozco a través de Elsy: mil grullas para cumplir el deseo de larga vida y felicidad, hace dos años me enteré que tenía cáncer de mama, empecé a plegar origami, y acá están todas estas grullas que ahora son para ella”, resume Betina. “Senbazuru”, las mil grullas de origami unidas por cuerdas, responden a una antigua leyenda japonesa que asegura que cualquiera que las haga en papel recibirá un deseo de parte de una grulla real. Éstas se volvieron un símbolo de paz después de que Sadako Sasaki (1943-1955), una niña japonesa comenzara a hacerlas para curarse de la leucemia sufrida a consecuencia de la bomba atómica. Como la Naomi de Bornemann, fueron otros los que las terminaron por ella; y como el Toshiro de su cuento, sus seres queridos y sus lectores le desearon una vez más “larga vida” a su obra. (Télam)
Bornemann escribió el cuento “Mil grullas”, en el que justamente hablaba de esta tradición japonesa con la que se la recordó.
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