Nada de moldes: el sello de Mechi Bartorelli en Roca

Desde su taller en Roca, la diseñadora combina arte, oficio y frescura. Sus vestidos se piensan en el maniquí, se bordan a mano y cuentan historias que solo la alta costura artesanal puede narrar.

Entre tules, crepes y sedas estampadas, Mechi Bartorelli encuentra su lenguaje. En su taller de Roca, cada prenda comienza como una idea que toma forma sobre el maniquí, con libertad y movimiento. “No utilizo moldería clásica —dice—, porque me gusta que cada vestido sea un prototipo, una pieza viva que crece con la tela”.

Mechi Bartorelli en Roca: estampas exclusivas y bordados a mano


Diseñadora de Indumentaria y Textil formada en la Universidad de Palermo, Mechi descubrió su vocación por la confección de vestidos de fiesta en 2017, cuando empezó a notar que el mercado ofrecía modelos “repetitivos, sin personalidad ni originalidad”. Su respuesta fue imprimir su sello en cada creación: estampas exclusivas, bordados a mano, combinaciones de color que transmiten frescura y una mirada patagónica que atraviesa todo su trabajo.

“Mi objetivo es que cada vestido refleje mi impronta: frescura, alegría y autenticidad”, asegura. Por eso trabaja con telas y detalles irrepetibles, convencida de que la exclusividad no es un lujo, sino una forma de respeto hacia quien elige una prenda pensada especialmente para ella. “Quiero que mis clientas sepan que no habrá otro vestido igual en una boda o una fiesta”, dice.

Sus estampas son únicas. Foto Alejandro Carnevale.

Las novias ocupan un lugar especial en su universo creativo. A ellas les propone diseños “frescos, originales, con un espíritu libre y ligero”, que acompañen la naturalidad de quien los lleva. También disfruta vestir a las niñas del cortejo, en piezas pequeñas, delicadas, que parecen salidas de un cuento. “Siempre que puedo, acompaño personalmente a las novias el día de su boda. Es muy emocionante ver cómo un vestido se convierte en parte de una historia inolvidable.”

Cada vestido lleva su impronta. Foto Alejandro Carnevale.

Cada puntada en su taller tiene una intención: las costuras están hechas en máquina recta y overlock, pero los detalles finales -bordados, botones antiguos, terminaciones a mano- llevan ese tiempo que solo el oficio sabe respetar. “Soy apasionada de los detalles. Tengo una gran colección de botones antiguos que atesoro tanto como mis tijeras”, confiesa entre risas.

«Soy apasionada de los detalles», dice Mechi Bartorelli. Foto Alejandro Carnevale.
El sello de Mechi en sus creaciones se ensambla en el paisaje de la barda. Foto Alejandro Carnevale.

Sus materiales preferidos son el crepe marroquí, la piel de ángel, el tul bordado, los linos y las sedas. Muchos los consigue en su zona, en tiendas de Cipolletti y Roca, aunque también viaja a Buenos Aires para buscar tesoros en sederías tradicionales. Con talleres porteños desarrolla además sus propias telas estampadas, logrando piezas completamente exclusivas.

Todos los colores y las formas pueden entrar en sus diseños. Foto Alejandro Carnevale.

En su universo textil, la alta costura convive con la emoción del oficio manual. “Mi búsqueda constante es unir la alta costura con la autenticidad personal”, resume. En cada vestido, Mechi Bartorelli cose identidad, frescura y una historia contada con aguja e hilo.

Escarabajos de colores y volados para sus vestidos frescos, con una caída única. Foto Alejandro Carnevale.
Blaser cortos bordados a mano para acompañar los vestidos. Foto Alejandro Carnevale.
Para Mechi Bartorelli la exclusividad no es un lujo, sino una forma de respeto hacia quien elige una prenda personalizada. Foto Alejandro Carnevale.

Entre tules, crepes y sedas estampadas, Mechi Bartorelli encuentra su lenguaje. En su taller de Roca, cada prenda comienza como una idea que toma forma sobre el maniquí, con libertad y movimiento. “No utilizo moldería clásica —dice—, porque me gusta que cada vestido sea un prototipo, una pieza viva que crece con la tela”.

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