Mujeres de la Conquista, ni ignorantes ni analfabetas

Contar los sentimientos, la trama íntima de los relatos oficiales, condujo a Lucía Gálvez a narrar la historia de las mujeres en la historia nacional. Sus investigaciones exhuman a indias, españolas, mestizas, criollas, sufriendo y gozando las horas fundacionales del Nuevo Mundo. Revelan que el saber y el pensamiento de estas mujeres conforman culturas de una profundidad tan extraordinaria como desconocida.

NEUQUEN- «Yo partí de San Lúcar de Barrameda el año cincuenta, por capitán de una nave y dos carabelas; dentro de ellas venían… cincuenta mujeres casadas y doncellas para poblar la tierra. Mandaba Vuestra Alteza, por su Consejo Real de Indias, que trajera esta gente y señoras y las mujeres doncellas al Río de la Plata y la entregase toda al gobernador».

La que esto dice, en una carta de 1550 dirigida al príncipe Felipe, es Mencia Calderón de Sanabria, una adelantada de Indias llegada desde Extremadura a cumplir la misión real de poblar territorio americano con mujeres españolas.

Ella es una de las figuras femeninas rescatadas del olvido por la historiadora Lucía Gálvez en su libro «Mujeres de la conquista».

Indias, españolas, mestizas y criollas, silenciadas por las crónicas institucionales conocidas, recuperan su voz y el papel que jugaron, muchas veces protagónico, como el de Doña Mencia, durante los primeros años de mestizaje americano.

Con una primera edición de 1991, el libro fue reeditado en 1999 por Sudamericana, en una versión ampliada y revisada por la autora. «Cuando lo escribí no había nada: ya la mujer de por sí está relegada de la historia, no por una cuestión de machismo, aunque también, pero sobre todo porque los historiadores argentinos hablan de historia política e historia del poder. El interés por la historia cotidiana, la vida social y las mentalidades es ya de mediados de este siglo, de la escuela de los Annales franceses.

«En ese contexto, empecé a leer sobre la primera época, cómo fue esa fusión entre españoles e indígenas, cómo surgieron esos pueblos de la nada y qué papel tuvieron las mujeres, que nunca las nombran, y que aparecían solamente en caso de catástrofe. Cuando se decía 'entraron los indios, violaron a las mujeres, mataron a los chiquitos', yo me preguntaba: antes ¿dónde estaban? ¿cómo habían llegado?»

La mirada de mujer con que Lucía Gálvez recorre la historia fundacional del país es la que también escribe los testimonios de mujeres reunidos en el libro, sorprendentemente en abundante cantidad. En su obra, Gálvez insiste en ese papel callado y secundario que la historia oficial asignó a las mujeres y a veces polemiza (y se enoja) con otros autores de la historiografía de la época.

La creciente población de mestizos, por ejemplo, advirtió a la historiadora sobre este relato sesgado de la Conquista del Río de la Plata. «Empecé a investigar a través de bastante material: todo el Archivo de Indias de Sevilla, protocolos notariales, títulos de compra-venta, hay muchísimos datos que muestran cómo empiezan a surgir las mujeres y después los mismos mestizos que aparecen como hongos después de la lluvia. ¿Y dónde estaban las madres? Eran indígenas que habían venido desde Perú y otras de aquí mismo. 'Mujeres de la conquista' salió un poco por un deseo de reivindicar a la mujer criolla, española, indígena».

La riqueza «fabulosa» de las fuentes consultadas por Gálvez se expresa en 600 cartas compiladas en el Archivo de Indias. Pero no es sólo una cuestión de cantidad: «Desmitifican a las mujeres analfabetas e ignorantes. Es posible que fueran analfabetas, pocas sabían leer y escribir, pero ignorantes no, había una carga cultural oral importantísima que traen en romances, refranes, en historias sagradas que sabían de memoria, literatura oral. Mujeres que venían hasta de míseras aldeas sabían romances, cantaban, recitaban. Eso se ve en las cartas escritas por ellas o mandadas a escribir. En el diario de mi abuela se habla de una mucama, Josefa, que conocía la historia de Carlomagno y los poemas de Roncesvalles. Esto viene a probar mi teoría».

Hija del escritor Manuel Gálvez, Lucía sostiene que las mujeres, históricamente, han sido sojuzgadas en épocas de prosperidad por acentuación del paternalismo y, en tiempos de crisis, por el contrario, han ocupado lugares y tareas a la par de los hombres, requeridas por las circunstancias. Así lo demuestra en un capítulo de «Mujeres de la Conquista», por ejemplo, dedicado a la española Isabel de Guevara (ver recuadro), e igual tesis mantiene en otra de sus obras, cuyo éxito de público motivó siete ediciones, «Historias de amor de la historia argentina».

En una y otra obra, Gálvez descubre la trama invisible de los hechos históricos. El tono épico de la narración de la conquista, de las guerras de independencia y de las luchas por el poder adquiere en sus escritos matices afectivos, íntimos, susurrados entre un hombre y una mujer, entre una madre y una hija. Son voces del sentimiento que se dice en el espacio doméstico donde cede y se apaga, rendido en la relación cara a cara, el estruendo de las batallas cinematográficas.

«Tengo sabida la historia»

Cartas escritas por ellas mismas o cartas escritas por otros, a pedido, testimonian la historia invisible de la historia de las mujeres en la conquista.

Contrariando la versión que adjudica la autoría intelectual de los grandes movimientos políticos y sociales a la participación excluyente de los hombres, Lucía Gálvez descubrió en esa correspondencia que el pensamiento femenino «influye más de lo que se cree».

No sólo son mujeres excepcionales como Mariquita Sánchez, que influyó claramente en Esteban Echeverría, en Juan Bautista Alberdi y hasta en el propio Sarmiento.

«En el siglo XIX hay algunas menos conocidas, que se dirigen a las novias y a las esposas para que influyan en sus maridos y en sus novios. El arcediano del Barco Centenera, al cual debemos nuestro nombre de Argentina, es un gran admirador de las mujeres y cuenta cosas asombrosas: cómo un grupo de mujeres se reúne en momentos de luchas de facciones, siempre las hay, y una de ellas dice 'yo que en la tierra soy nacida, tengo sabida la historia…' Lo dice en verso, y revela que es culta, nacida en la tierra, criolla o mestiza, de primera generación, conocía la historia sagrada, la historia de Judith y decía 'por qué no hacemos nosotros lo mismo y dejamos de nosotros grande fama'».

Tiempos difíciles

«Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los trabajos cargaban en las pobres mujeres, así en lavarles la ropa como en curarles, hacerles de comer lo poco que tenían, limpiarlos, hacer centinela, rondar los fuegos, armar las ballestas cuando a veces los indios les venían a dar guerra… dar alarma por el campo a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados. Porque en ese tiempo, como las mujeres nos sustentamos con poca comida, no habíamos caídos en tanta flaqueza como los hombres… y si no fuera por la honra de los hombres, muchas más cosas escribiera con verdad y los diera a ellos por testigos». (Carta de Isabel de Guevara a la reina Juana, fechada en Asunción el 2 de julio de 1556. La autora de la carta integró la expedición de Pedro de Mendoza).

La conquista de Indias

La unión de españoles e indias no fue bien vista por la corona, que envió contingentes de mujeres españolas para evitar el mestizaje. Pero la conquista no era sólo territorial, como lo demuestra en su testamento, de 1556, el gobernador Domingo de Irala: «Tengo en el Paraguay ciertos hijos e hijas que son: Diego Núñez de Irala, Antonio de Irala y Doña Ginebra de Irala, hijos míos y de María, mi servidora, hija de Pedro de Mendoza, indio natural de esta tierra (*); doña Marina de Irala, hija de Juana, mi servidora; doña Isabel de Irala, hija de Agueda, mi servidora; doña Ursula de Irala, hija de Leonor, mi servidora; Martín Pérez de Irala, hijo de Escolástica, mi servidora, y María, hija de Beatriz, servidora de Diego de Villalpando».

(*) Al bautizarse los grandes caciques tomaban el nombre de los principales jefes españoles (nota de la autora).

Las esposas, las amantes

Graduada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA con el título de Licenciada en Historia, Lucía Gálvez se recibió en 1990, después de criar a sus cinco hijos. No ejerce la docencia y eligió un camino autónomo para investigar y escribir. «Valoré mucho el estudio, empecé a ir a algunos archivos y, poco a poco, me he dado maña. En cuanto pude comencé a escribir».

Su acercamiento a la historia nacional es, dice, «desde la parte humana, la historia viva». Opina que sin esa dimensión sentimental, de intramuros, la historia se despoja de algo importante. «Es como juzgar a la sociedad actual por las noticias de los diarios, es una injusticia».

Los paradigmas de mujeres heroicas no forman parte de su repertorio de actoras sociales. Hace un gesto risueño cuando nombra a las Niñas de Ayohuma o a las damas mendocinas y explica que en otra de sus obras escrita en esta línea – «Historias de amor de la historia argentina»- trata de «ver la historia desde el punto de vista de los sentimientos, con el trasfondo político que siempre tiene que estar».

Algunas están centradas en el hombre -próceres como Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Hipólito Yrigoyen, Guillermo Brown- y muchas revelan la doble moral que escinde el placer del amor. Esto ocurre también en los tiempos fundacionales, cuando los españoles preferían esposas de su cultura y abandonaban, con hijos y una historia en común, a sus compañeras nativas de esta tierra para casarse con mujeres llegadas de los barcos.

Sarmiento aconseja a su hijo recién casado, en carta desde Chile fechada en 1843: «No abuse de los goces del amor, no traspase los límites de la decencia; no haga a su esposa perder el pudor a fuerza de prestarse a todo género de locuras. Cada nuevo goce es una ilusión perdida para siempre, cada favor nuevo de la mujer es un pedazo que se arranca al amor. Yo he agotado algunos amores y he concluido por mirar con repugnancia a mujeres apreciables que no tenían a mis ojos más defectos que haberme complacido demasiado».

Mujeres de la Patagonia

«Mujeres de la Patagonia» es una colección de muñecas de tela con vestimentas típicas, representando a mujeres de las culturas indígenas yamana, ona, tehuelche y mapuche, además de una serie de morenas y de pobladoras inmigrantes. Realizadas a mano por la plástica y artesana viedmense Blanca Negri, la serie se conforma de dieciséis modelos que representan un homenaje a las mujeres que dieron vida a estas tierras, tanto aquellas que fueron y son nativas, como las que llegaron del otro lado del mar.


NEUQUEN- "Yo partí de San Lúcar de Barrameda el año cincuenta, por capitán de una nave y dos carabelas; dentro de ellas venían... cincuenta mujeres casadas y doncellas para poblar la tierra. Mandaba Vuestra Alteza, por su Consejo Real de Indias, que trajera esta gente y señoras y las mujeres doncellas al Río de la Plata y la entregase toda al gobernador".

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