Suicidios en alza: ¿Quién cuida a los policías que cuidan a los rionegrinos?

En Río Negro, el número de suicidios alarma. En el 2018, cinco policías se quitaron la vida y la cifra alcanza, a por lo menos, 21 efectivos en siete años. La institución parece no tener respuestas.

viedma - 07/05/2019 informe sobre suicidios en la policia rionegrina foto: Marcelo Ochoa

Cinco policías en 2018 desobedecieron al lema: no soportaron, no se abstuvieron, tomaron su arma reglamentaria y se suicidaron. La mayoría eran jóvenes que pasaron a engrosar una lista de casos que se hace grande en un rincón oscuro de la institución.

El interrogante sobre quién cuida la cabeza de los que, arma en mano, cuidan a la sociedad resurge y sin respuesta apunta a todos.

Existe una gran dificultad para acceder a cifras oficiales. Este medio intentó hablar con el jefe de la Policía, pero no recibió respuesta. A través del seguimiento de muertes que aparecen en los medios, Walter Puebla Morón, licenciado en seguridad, que realiza una investigación sobre el tema, estableció:

Uno de los problemas es el secretismo, por eso como hay una carencia de cifras oficiales fui exhaustivo recopilando casos que aparecen en los medios de comunicación”, dijo Puebla Morón.

60%
de las muertes de policías rionegrinos es por suicidio, desde 2012.

Por otra parte, en agosto de 2016, la policía debió contestar en la Legislatura de Río Negro a un pedido de informes elevado por el diputado Nicolás Rochas (FPV-PJ) y otros. En la respuesta, firmada por el entonces Jefe de policía Mario Altuna, detallaba que de 2012 a mayo de 2016, 5 policías murieron en actos de servicio y “se registraron 15 casos de empleados fallecidos en hechos caratulados como suicidios”.

O sea, si a esos 15 casos se le suma uno registrado por Puebla Morón en 2017 y los 5 de 2018, las muertes por suicidios alcanzan por lo menos a 21 efectivos en siete años. Puebla Morón sostiene que

“Lo grave es la ceguera de quienes la conocen la situación y por su ubicación jerárquica deciden minimizarla”

Walter Puebla Morón
Licenciado en seguridad

Sobre las causas, no se pueden establecer conexiones, pero según el relevamiento de Puebla Morón, en la mayoría de casos se trata de jóvenes de baja jerarquía, cabos, o suboficiales.

Foto: Archivo.

Vivir sin ellos


Un 11 de mayo de 2016, por la noche, en un descampado a metros de la calle Vinter, en Roca, apareció el cuerpo de María Belén Maldonado con un disparo. Era cabo, tenía 24 años, un hijo y se estableció que se había matado con su arma reglamentaria.

Germán Maldonado es su papá, hace poco se jubiló como policía y junto a su mujer Sandra Carrasco comparten unos mates, mientras cuentan lo que todavía no entienden.

Dicen que Belén hacía dos años y medio que estaba en la fuerza. Que era de la casa, reservada y daba lo que tenía para ayudar a sus compañeros. “Algunos dicen que estaba angustiada pero no nos dimos cuenta de nada. Acá estaba normal. Yo no quería que entre a la policía”, dice Germán con los ojos húmedos.

“Acá estaba contenida. Disfrutaba de su hijo, pero como le pasó a mi hija le pasa a otros chicos y uno siente que es un número nada más, que no se hace nada”

Sandra Carrasco
Madre de la cabo fallecida, María Belén Maldonado
Foto: Marcelo Ochoa.

Germán mira a la institución en la que pasó parte de su vida, la misma que le dio un arma a su hija y dice que deberían hacerse cada seis meses, o un año, entrevistas con psicólogos. “Cuando vas a ascender o a ingresar tenés capacitación, entrevistas, pero no hay un programa que diga que ‘los policías tienen que tener un chequeo psicofísico obligatorio cada tanto tiempo’”, dijo.

Con Belén, le pasó a él, pero no fue la primera vez que escuchó de suicidios en la policía. “Es un trabajo muy ingrato. Ocurren muchos hechos con pibes y no tan pibes por el uso del arma. Si no se los analiza, es una bomba de tiempo”, dice y recuerda a ese compañero, cabo primero, de no más de 25 años que se pegó un tiro en la cabeza con el arma reglamentaria cuando trabajaba en Allen, en 2005.

El arma no es un juguete. El empleado tiene que estar preparado. Vas a una manifestación y muchas veces te la sacan. Eso demuestra la confianza que tienen en el personal. Ahí te escupen, te insultan y hay que estar preparado con asistencia psicológica, porque sacás el arma y en décimas de segundos haces un desastre o te quitas la vida”, dice.

Cuenta que muchos empleados policiales presentan certificados de un psicólogo cuando no están bien, pero por lo general la mayoría no se atiende con los de la fuerza, sino con uno particular.

“No es como otra enfermedad que uno se hace un análisis de sangre y lo demuestra. El psiquiatra te deja un certificado y está mal visto”

Germán Maldonado
Padre de la cabo fallecida, María Belén Maldonado

“Faltan profesionales”


Al policía lo separan 9 milímetros de su vida. Tiene todo a disposición y la decisión la puede tomar en segundos. Según profesionales psicólogos que se han desempeñado en el gabinete Psicosocial de la Policía, los suicidios por lo general se deben a cuestiones personales, pero no descartan un desencadenante laboral.

“Hay hostigamiento, situaciones de violencia de la institución que no están resueltas”, sostienen fuentes reservadas. Si bien el principal motivo de consultas son problemas relacionados con la violencia, varios empleados de la fuerza están de licencia por estrés laboral y aducen maltrato.

“Habría que hacer un gabinete para que se brinde un buen tratamiento y atención a los policías. Cuando algún jefe o compañero lo detecta, hay intervención, pero no es una atención de calidad porque faltan profesionales”, dijo la fuente.

«Presenta un cuadro depresivo que obliga a medicarlo con inyectables», reconoce este certificado de 2018 a presentar en la Unidad 32 de Huergo.

Ante un emergente se avalúan a los policías pero los que están en tratamiento quedan sin contención. “Hay que hacer cambios institucionales para que mejore la salud de los policías. En las entrevistas dicen que no tienen vida propia, se sienten esclavos de la institución, hay mucho goce y abuso. Cambian los horarios, vacaciones, traslados de manera arbitraria”, comentó el profesional.

Mientras tanto, en su casa, Germán remueve el caso de su hija y se pregunta si tendría problemas en la unidad. “No se si estaría castigada porque tenía un puesto a las 11 de la noche, sola, frente a la casa de un testigo protegido. A una persona que no está bien lo mejor es que le retire el arma, porque si pasa algo sos cómplice. Lo tienen que mandar a hacer un tratamiento con el equipo que tienen”, repite.

Cuenta que se jubiló en 2017 (un año después de la muerte de Belén) y concluye sin dudarlo en que “no hay contención”, no necesita ejemplos porque lo sintió en carne propia.

Cuando pasó lo de su hija, con la vida desmoronada volvió a su trabajo de policía a los 15 días. Nadie le habló del tema. Lo mandaron a trabajar a Ciudad Judicial, donde se movía el expediente de Belén. Fueron a su casa un día, pero no recibió tratamiento. “Nunca me sacaron el arma”, dice Germán, traga saliva y piensa.

“Por favor sáqueme el arma que voy a mandarme una macana”


Antes del 2010 había un solo psiquiatra en la Policía rionegrina, ese año se creó el Departamento Gestión Psicosocial del cual dependen las Divisiones Psicosociales de las Unidades Regionales a nivel provincial.

Los tratamientos los deben realizar los mismos profesionales que hacen evaluaciones. Según los profesionales cuando detectan riesgo, deben retirar el arma. “Algunos dicen en las entrevistas por favor sáqueme el arma que estoy a punto de mandarme una macana. Una persona que no está estable emocionalmente no puede llevar un arma, se saca preventivamente”, dijeron.

Foto: Gentileza.

En cuanto a suicidios, la Policía en el informe presentado en 2016 en la Legislatura detallaba que se tomó conocimiento de situaciones críticas de este tipo, en las cuales “primero lo evalúa personal psicológico de la División Psicosocial de la Unidad Regional, quien dispone las medidas (retiro del arma si la tuviera, reposo laboral, etc.) y luego se da intervención psicológica mediante el Dpto. de Sanidad Policial donde se realiza tratamiento correspondiente”.

Sumaba que reciben “informes de evaluaciones en los que se registra ansiedad y estrés pero no se puede determinar si pueden derivar en suicidios”. Según lo expuesto por el Departamento de Bienestar Social, hasta 2016 no existía “una medida institucional adoptada para solventar, atemperar y/o controlar problemáticas de hechos comprendidos como tentativa de suicidio”.

Una de las cosas que más afecta la vida de la policía, son los horarios de trabajo, que no deja lugar para la vida. Están sujetos a lo que se denominan «tercia» que implica que un uniformado ingrese a trabajar a las 14 y salga a las 22. Ingrese mañana a las 7, salga a las 14, regrese a las 22 y se retire pasado mañana a las 7.

Caso por caso en 2018

5
los policías que se suicidaron en Río Negro, de acuerdo a lo publicado en medios de comunicación regionales.

En febrero Juan Painemil, un oficial de 31 años que desarrollaba tareas en Guerrico llegó a su casa a la mañana, desenfundó su reglamentaria y se disparó en la cabeza.

En abril, una mujer policía fue hallada muerta en su domicilio de Cipolletti, no se dio a conocer su nombre.

En mayo, el policía Manuel Sacco, de 30 años, utilizó su arma y se disparó en Bariloche.

En septiembre, Diego Andrés Villarroel, en Villa Regina, se mató.

En octubre el cabo Emanuel Cayuqueo en Sierra Grande se disparó en la cabeza.


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