Narcisa Hirsch, uno de los secretos mejor guardados del BAFICI

Uno de los secretos mejor guardados de este BAFICI se llama Narcisa Hirsch. Considerada pionera del cine experimental argentino, su obra -cortos en Súper 8 y 16 mm surgidos al calor de la lucha ideológica artística de los años 70- nunca había sido proyectada en cines convencionales, sino más bien en auditorios de museos como el de Bellas Artes o en centros culturales como el Goethe Institut.

Sin embargo, a lo largo de la semana, el festival de cine independiente más importante de América Latina fue exhibiendo, en distintos programas y con gran interés del público, algunos de los trabajos más emblemáticos de esta artista que vive a caballo entre Buenos Aires y la patagónica Bariloche, como “Bebés”, “Mujeres”, “Orly Antoine, rey de la Patagonia”, “El mito de Narciso” y “Pink Freud”, que se podrán ver también hoy y mañana en la Alianza Francesa de Buenos Aires.

Nacida en Berlín en 1938 y radicada en Buenos Aires junto a su madre antes de la Segunda Guerra Mundial, dibujó y pintó durante un tiempo de forma completamente autodidacta hasta que el gurú más importante de vanguardia artística de los 60 en Argentina, Jorge Romero Brest, director del célebre Instituto Di Tella, decretó que la pintura de caballete había muerto.

Fue entonces, poco antes de volcarse al cine, que comenzó con “happenings” como repartir manzanas o muñequitos en esquinas de Buenos Aires. Uno de sus “happenings” más famosos fue “La Marabunta” (1967), un esqueleto gigante relleno de comida y cubierto con palomas pintadas con colores, registrado por la cámara del documentalista argentino Raymundo Gleyzer, secuestrado por los militares en 1976.

“Yo vengo de las artes visuales y soy una persona visual. Creo que dejé la pintura porque necesitaba que mis imágenes se movieran”, confesó en entrevista con dpa. Dio sus primeros pasos en el cine con con una cámara de 16 mm que tenía para filmar viajes, cumpleaños y otros eventos familiares.

“Fue todo un poco sonámbulo: en el sentido de que uno no sabe bien por qué hace las cosas”, dijo. “Nunca estudié cine, fotografía ni pintura. Era una época de mucha libertad, en la que todo era posible. No se escribían guiones como ahora, hacía todo uno, era una cosa totalmente artesanal. Un rollito de Súper 8 de tres minutos y una cámara no costaban mucho: era muy fácil poner todo en una mochila y llevarlo donde uno quisiera”.

En esos años de experimentación y revolución estética nacieron algunos de los trabajos que pueden verse ahora en el BAFICI, como “Descendencia” (1971), donde se entretejen como en una sucesión onírica imágenes de bebés, hombres, mujeres y fragmentos de la poesía; “Aniversario”, sobre Fernando Pessoa; “Bebés” (1974), en el que la cámara va de los vientres de mujeres embarazadas a la cabeza de un muñeco girando sobre un tocadiscos o un huevo que se rompe en una mano, o “Mujeres” (1979), donde, en una imagen superpuesta, una mujer camina, solitaria, por el torso de un hombre mientras se leen frases como “No se nace mujer, se llega a serlo”, de “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir.

“En los 70 había mucha ideología, no sólo política, también artística, y de ahí viene el cine experimental. El arte refleja su época. En la política había luchas armadas, pero en el arte también las había”, dijo Hirsch. “En Estados Unidos se hablaba del ‘expanded cinema’, un cine que debía expandir la conciencia y transformar al espectador. Recuerdo cuando vi ‘Wavelength’, del cineasta experimental Michael Snow, en el MOMA a fines de los 60. La gente se levantaba del cine, protestaba y gritaba. Con nosotros también se enojaban, se sentían agredidos por lo que hacíamos”.

A mitad de camino entre el cine y las artes plásticas, el cine experimental suele ser difícil de encasillar. “El cine que se ve en los cines, el mal llamado cine comercial, tiene más que ver con la novela, porque es un cine narrativo, con una historia, un guión, un hilo conductor, que dura un cierto tiempo, generalmente una hora y media”, afirmó la artista, cuya obra -más de 30 películas- está marcada por temas como el amor, el nacimiento, la muerte y la condición femenina. “El cine experimental, en cambio, tiene más que ver con la poesía. Es algo más solitario, más elitista, que no tiene un marco como la novela o el cine narrativo”.

Hirsch siempre supo que su arte no era de masas ni iba a serlo, pero eso nunca le supuso un problema. “El arte, en la medida en que es arte, está para hacer visible una situación actual. Los artistas la hacen visible de una manera no demasiado convencional, si no, todos estaríamos haciendo música como Mozart o pintando como Velázquez”.

DPA


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