Negación de la política, o el ejemplo sueco

Conforme los datos paupérrimos que acaba de suministrar el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la pobreza es del 43,8% y afecta a 18,4 millones de personas con un escandaloso porcentaje de chicos pobres del 64,9%.

Así las cosas, el fracaso de la clase politica argentina en cuanto a promover el bienestar general es prolongadamente absoluto.

Adicionalmente, egoísmos y contradicciones oficiales y opositoras desnuda a políticos que lucían diferentes. Su actual incapacidad manifiesta para el consenso entre supuestos demócratas, nos revela algunas de las consecuencias nefastas propias de todo atornillamiento al poder, de todo amañamiento y contubernio. Lejos de admitir una derrota electoral -con argumentos ajenos y extraños a estrictos y contundentes guarismos electorales- y arrojando renovadamente su honra a los perros, pretenden eufemísticamente negarla y hasta exhibirla como un triunfo peculiar, subestimando temerariamente, una vez más, la soberanía y paciencia de la voluntad popular; ello tanto oficialismo como oposición.

No fue casual ni vana la clara advertencia del papa Francisco cuando, por estos días, nada menos que desde Grecia, nos advirtió que se está registrando “un retroceso de la democracia”, sobre todo debido a los populismos y a “la distancia de las instituciones” con la gente empobrecida, excluida y descartada.

Ejemplo sueco:

Suecia, es un país con una democracia y unos políticos que, en muchos aspectos, son más que un paradigma replicable.

Hace pocos días se produjo un acontecimiento histórico: por primera vez una mujer llegaba al frente del Gobierno de ese país.

Se trataba y se trata de Magdalena Andersson , una economista socialdemócrata de 54 años quien había sido Ministro de Finanzas desde 2014, fue electa primera ministra. El asunto es que ella renunció siete horas después. ¿Por qué? Porque sorpresivamente unos socios de coalición, los verdes, decidieron no apoyar su propuesta de presupuesto, aprobándose entonces la de los rivales políticos, los conservadores. Dada la votación, Andersson quedaba constitucionalmente obligada a implementar un proyecto de presupuesto en el cual ella no creía en absoluto. Ante esta enojosa e insólita situación, la señora Andersson decidió dirigirse al país, explicar lo sucedido, y anunciar su decisión de renunciar. Suecia posee un régimen parlamentario, y como en todos los países que se rigen por ese modelo político, es vital para poder desempeñarse en el Gobierno poseer la confianza de una mayoría legislativa.

En su mensaje a los suecos, merecen destacarse algunos párrafos y datos centrales sobresalientes de su discurso:

“Según la práctica constitucional, un gobierno de coalición debe renunciar cuando un partido se va», ha indicado Andersson en rueda de prensa, donde también ha asegurado que «tampoco” quiere encabezar un gobierno “donde se cuestiona su legitimidad”.

“Para nosotros, la política no es un juego”, concluyó Andersson.

Datos éticos cruciales, sin duda. El cuestionamiento de la legitimidad llevó a Magdalena Andersson a tomar la decisión de irse.

De tal manera, políticos con “talla” semejante -merecedores de todo respeto, gratitud y consideración-, no pasarán a la historia como oportunistas o ególatras soberbios. (A propósito, no seamos cómplices del olvido de don Arturo H. Illia)

En Argentina, la política cediendo ante las ambiciones de supuestos líderes, prolongadamente fracasados, se ha convertido cuanto menos, en anti política.

Al lado de buena parte de la antigua y enriquecida clase política argentina actual, Magdalena Andersson es toda una estadista.

Finalmente, y solo cinco días después, esta ejemplar mujer y ciudadana sueca fue reelecta como ilustre primera ministra, premiándose con toda justicia y legitimidad, su ética renuncia personal y confirmación de la política en cuanto tal.

Roberto Fermín Bertossi

Docente e Investigador universitario


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