Neuquén en el 2001: ascenso y caída del “mejor estado de la república”

La virulencia de las dos jornadas mostró de forma trágica los problemas estructurales de la provincia: en los 90, transitado desde una economía desarrollada bajo un capitalismo de Estado hacia un modelo privatista y desregulatorio.


MANIFESTANTAS VUELCAN EL AUTO DE ESTE DIARIO. FOTO: DELLORO ALBERTO.

Librillo verdaderamente dorado, no menos beneficioso que entretenido, sobre el mejor estado de una república y sobre la nueva isla de Utopía. Este era el largo y sinuoso título del famoso libro de Tomás Moro del siglo XVI que hoy conocemos con el nombre más sencillo de Utopía. En dicho escrito, hoy clásico, se describe una isla en tanto un lugar prototípico apartado de un mundo en decadencia, un espacio para comenzar de nuevo. En el marco de la salida de la crisis del siglo XIV y del “Descubrimiento de América”, la insularidad planteada por Moro condensaba las expectativas de un mundo moderno que avanzaba a pasos agigantados.

Sin alcanzar el nivel de abstracción de la isla pergeñada por Moro, esta metáfora ofrece una posible entrada para entender a la provincia de Neuquén (y en general la Patagonia) como un pujante polo energético, una especie de El Dorado, al menos desde los tiempos del desarrollismo. Mutatis mutandis, la idea del aislamiento virtuoso ayuda a entender bastante de la autopercepción de Neuquén en la segunda mitad del siglo XX. “Neuquén es una isla”, fue una frase que se pronunció más de una vez a la hora de situar a la provincia (y su capital) en el marco de una realidad nacional atravesada por profundas tensiones económicas y sociales.

La insularidad imaginada de la tierra del pehuén se entiende, de esta forma, por el despliegue de una actividad hidrocarburífera que pareció muchas veces desacoplarse de los ciclos de “stop and go”, tan propios de la macroeconomía nacional. Mientras en la Argentina clásica, la del campo y las fábricas, las fases de crecimiento culminaban con estruendosas crisis, en las que se licuaba en los ingresos populares y se ajustaba el gasto público; en la tierra del oro negro se respiraba un clima de prosperidad que beneficiaba a una, todavía escasa, población. Ahora bien, mucho de esa narrativa estalló por los aires en las afiebradas jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, las que hoy están prestas a cumplir dos décadas. Esto, verbigracia, no debería sorprender demasiado en una provincia que, con la experiencia de la Coordinadora de Desocupados del 95 y los sendos Cutralcazos del 96 y 97, casi había inaugurado el ciclo de la protesta antineoliberal.

Las oficinas de Acción Social fueron vaciadas el 21 de diciembre. Archivo Diario Río Negro

De todos modos, si tomamos los números de las elecciones legislativas del 2001, Sobisch, entonces gobernador provincial, había sorteado con bastante más éxito que De la Rúa las elecciones del “que se vayan todos” y los sobres con salchichón primavera (llevándose el preciado número de dos diputados nacionales). El final del tiempo de Felipe Sapag y la vuelta al ruedo del sector blanco en el ‘99, había puesto de nuevo en juego el carácter excepcional de la provincia, una revancha de la insularidad (que parecía quebrada con el proceso suscitado con la privatización de YPF). Es recordado a tal fin el discurso del 1° de mayo en donde, entre otras cosas, Jorge Omar Sobisch presentaba la posible llegada de una millonaria inversión por parte de Microsoft (que nunca se dio). A tono con los tiempos, las promesas vinieron entonces por el lado de un polo digital: Neuquén siempre punteando, incluso en sus proyectos inconclusos.

Detrás de la bruma de anuncios ampulosos, ya para diciembre de dicho año, la situación local se mostraba atravesada por una fuerte tensión social (incluso en las semanas anteriores al 19 y 20 de diciembre se habían producido serios incidentes que un poco anticiparon lo que sucedería a escala nacional). El nivel de virulencia que alcanzaron aquellas dos jornadas en la zona mostró de forma trágica que los problemas que aquejaban a la provincia eran estructurales: en los años noventa, Neuquén había experimentado una transición desde una economía desarrollada bajo un modelo de capitalismo de Estado hacia un modelo de carácter privatista y desregulatorio.

Con un Estado provincial escaso de recursos y un conjunto de empresas públicas en franca retirada, la capital neuquina fue objeto en los años previos al 2001 de una auténtica “epidemia del desempleo’’. La desocupación promedio de la ciudad prácticamente se duplicó entre 1991 y 1995: pasó de un 8% en 1990 a cerca de un 16%. En la segunda parte de la década, merced a la aplicación de un subsidio a los desempleados, los niveles de desocupación tendieron a estabilizarse, oscilando en una franja comprendida entre 11% y 12%.

Finalmente, en 2002, justo después de la caída del presidente De la Rúa, la capital neuquina alcanzó la mayor desocupación abierta de su historia: un quinto de la población económicamente activa no tenía empleo. Al mismo tiempo, se produjo una significativa caída del ingreso real medio familiar: el quintil de menores ingresos perdió, a lo largo de los noventa, un tercio de su capacidad adquisitiva. La consecuencia necesaria del hiperdesempleo, de la precarización y de la profundización de la pobreza fue el incremento de la desigualdad social: en mayo de 2002, un significativo 0,46 del coeficiente de Gini alcanzó su punto más alto en la historia reciente de la ciudad.

Observamos así cómo los temas estructurales explicaron parte de la potencia de la explosión del 2001 en Neuquén.

La isla ya no era tal (o en todo caso, si lo seguía siendo, sus problemas mostraban igual de gravedad que el continente decaído). Así y todo, con la recuperación de la situación socioeconómica a partir del año 2002, la provincia, o al menos su dirigencia política, se permitió volver a coquetear con su carácter de excepción, al acuñar en 2005 “Neuquén es confianza”.

Eslogan sin la pluma de Tomás Moro pero acaso con su optimismo.

* Historiador, docente e investigador. Director de la Licenciatura en Criminología y Ciencias Forenses , UNRN.

** Docente e investigador del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad del Comahue)


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