El desafío entre la política y la lealtad

Durante ocho meses el gobernador que asumirá hoy supo hacer equilibrio con la diversidad de apoyos. Ahora se pone a prueba su sapiencia en la realidad.  Hubo ruidos antes de asumir en relación con el papel de la vicegobernadora y del intendente de Añelo que fueron los primeros en salir del MPN.

La estrategia de armar un gabinete multicolor, como fue el frente que lo llevó al lugar que desde hoy ocupará, en el que se comparta el poder pero que no se regale, fue el sesgo que le imprimió el gobernador Rolando Figueroa.

A la formalización del inicio de su gestión le intentará imprimir un sello distintivo porque es consciente de que debe “gestionar expectativas” –frase que la escuchó de su asesor en comunicación política Mario Riorda- hacia dentro de la coalición gobernante como hacia afuera.

El segundo aspecto, la oposición a Neuquinizate, está más o menos administrada porque Figueroa coquetea con la invitación abierta que le quedó de volver a la casita de los padres, el MPN. Los diputados de su anterior partido que serán los principales “opositores” parecen hijos de padres separados, aunque no tendrán actitudes que pongan en riesgo políticas de fondo, salvo que Figueroa deje de atender “solicitudes”, lo que puede pasar.

La residual de Unión por la Patria, tendrá tres diputados, uno más que la izquierda, se debatirá en potenciar a Darío Martínez o en realizar una presencia testimonial.

El poder, para Neuquinizate, era simbólico hasta ayer. Hoy pasará a ser real. La gestión de las expectativas internas le dio resultados a Figueroa, hizo un blend apoyado en Julieta Corroza y Juan Ousset. Ocho meses después del triunfo del 14 de abril pudo surfear aplicando lo que más le gusta hacer: política.

A ese blend, desde hoy le deberá agregar la acidez, inmediatez, rugosidad y textura de la realidad. La multifacética gama de colores que lo auspició para ganarle al MPN se mantuvo fiel. A cada uno de los que ocupan sitios en el poder les dijo que si trascendía que iban a ser integrantes del gabinete los bajaba en forma automática. Salvo el del juez Matías Nicolini quien, como presentó la renuncia ante el Poder Judicial, se supo su nombramiento en Seguridad y fue el único que no anunció por Twitter el gobernador. Lo confirmó al otro día. Dicen que es el primer juez que renuncia a un sueldo judicial para ir al ejecutivo con sueldo más bajo.

Como la electa vicegobernadora Gloria Ruiz que mantiene un silencio muy ruidoso y deja fluir diferencias con la política de equilibrio que encarna Figueroa. En la formación del gabinete quedó claro que comparte el poder pero no lo regala. Es, con matices, lo mismo que le hizo a él el actual gobernador Omar Gutiérrez. Jorge Sapag había sugerido que se compartiera como él lo hizo con Ana Pechen. ¿Qué es compartir el poder? Darle la posibilidad de que la vice nombre gente de su confianza en áreas de gobierno como fueron Educación y Turismo. No pasó cuando fue vicegobernador y, todo indica, ahora se repite la historia. Antes de tener el bastón de mando en el complejo de Leloir 810, ya le sacó plata del presupuesto para el Poder Judicial y para el programa de becas. Le hizo pagar platos rotos por anticipado a la designada ministra de Educación, Soledad Martínez, y al vice Marcos Koopmann. Otra vez, comparte el poder pero no regala: la plata que le sacó al Legislativo para becas y para el Poder Judicial las manejará uno de sus colaboradores más cercanos.

Hubo un chispazo político el jueves. Asumió en Añelo Fernando Banderet quien ganó con el partido Comunidad que preside Julieta Corroza. Le ganó al MPN. Pero al acto de asunción no fue nadie del gobierno electo, en cambio fue el gobernador Omar Gutiérrez y dos diputados electos: Gabriel Álamo a quien se lo menciona como jefe del bloque y Daniela Rucci. ¿Qué pasó ahí? El intendente saliente Milton Morales, del MPN, fue el primero que pegó el salto del partido provincial hacia Comunidad cuando andaba Figueroa en cabildeos respecto a si iba por dentro o por fuera del partido. Añelo tiene el simbolismo de ser la capital de Vaca Muerta y no sólo eso sino que es el epítome de todo lo que genera el petróleo que no deja nada. No tiene asfalto, en verano se queda sin agua, el hospital es sólo una guardia de primeros auxilios y las rutas de acceso son un desastre. Un diagnóstico que maneja Figueroa que debe lidiar entre acuerdos políticos y lealtades.


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