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El renunciamiento de San Martín

*ARMANDO MARIO MÁRQUEZ

Mañana, 20 de septiembre, se cumple el bicentenario de la concreción del renunciamiento del General San Martín, hecho que no es muy recordado y que lamentablemente no dudo habrá de pasar desapercibido en la gran mayoría de los ámbitos de nuestro país, salvo, lógico es, aquellos comprometidos con la Historia, en especial la de la gesta y obra sanmartiniana.

Fue la consecuencia del encuentro mantenido en Guayaquil en julio de 1822 con el Gral. Simón Bolívar. Veamos.

En efecto, en el conocido cónclave el Libertador de Chile y Perú, le había adelantado a Bolívar que, dado que había dejado convocado el congreso peruano en Lima, el día en que estuviera ya constituido el mismo, sería el último suyo en esa tierra, promesa que cumplió a rajatabla, toda vez que el 20 de septiembre de 1822, instalado y en actividad ese poder del Estado, en horas de la noche de ese mismo día partió por vía marítima de suelo peruano, concretando así el renunciamiento al cargo Protector del Perú que había adelantado en la reunión celebrada en la ciudad capital ecuatoriana.

Lo hizo en los términos que seguidamente transcribo: “Presencié la declaración de la independencia de los Estados de Chile y el Perú: existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el imperio de los Incas, y he dejado de ser hombre público; he aquí recompensados con usura diez años de revolución y guerra. Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos; por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más”

Tal viaje culminó en Chile, donde se entrevistó con el Gral. Bernardo O’higgins, a quien, poco antes, se había dirigido en estos términos: “Usted me reconvendrá por no concluir la obra empezada. Usted tiene mucha razón; pero más tengo yo. Créame, amigo, ya estoy cansado de que me llamen tirano, que en todas partes quiero ser rey, emperador y hasta demonio. Por otra parte mi salud está muy deteriorada: el temperamento de este país me lleva a la tumba; en fin, mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles y mi edad media al de mi patria. Creo que tengo el derecho de disponer de mi vejez”.

En enero de 1823 cruza la Cordillera de los Andes con destino a Mendoza, con la intención de dirigirse a Buenos Aires, donde se hallaba gravemente enferma su esposa Remedios de Escalada, haciéndole imposible su regreso su enconado enemigo Bernardino Rivadavia, pese a lo cual y a todas las amenazas que recibiera se dirigió a ciudad del puerto, aunque tardíamente porque al llegar su compañera ya había fallecido.

Tomó así la decisión de abandonar el país y viajar con su hija Mercedes al continente europeo, donde concluiría su vida en 1850.

*Presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue.


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