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Política y agotamiento

Hemos perdido el límite hace rato y quizá mucha gente no ha notado cuán agresivas han sido todas las campañas, pero nuestra psiquis y nuestro cuerpo sí sintieron el agotamiento.

Desde el 20 de marzo de 2020 los argentinos vivimos un proceso de extrema extenuación psíquica. Compartimos mucho con el resto de la humanidad: el encierro y la cuarentena, las muertes por el covid, el temor a enfermar, la saturación del sistema sanitario, los familiares que se fueron sin poder darles un adiós. Cuando apenas comenzaba a despejarse ese panorama negativo, apareció la Guerra en Ucrania, que paralizó el comercio de granos y elevó el precio de la energía, al mismo tiempo que surgía la mayor inflación en divisas duras -que elevó el precio de los alimentos y empobreció más a los más pobres en todo el mundo- de los últimos 45 años. A todo eso, los argentinos sumamos este año la mayor sequía que sufrió el campo en toda la historia. Y como si todo eso fuera poco estamos viviendo desde hace meses un proceso electoral que nos ha exasperado a límites extremos. Estamos agotados y vamos a terminar destruidos en lo emocional, gane quien gane mañana la elección presidencial.

Una de las muchas cosas que el próximo gobierno deberá revisar, si se atiene a una agenda racional (lo que está hoy completamente en duda), son las internas simultáneas para todos los partidos (las PASO), internas que agregan más enfrentamiento político a una sociedad que ya no soporta tanta división. Las PASO fueron un invento del gobierno de Cristina para tratar de impedir que en el futuro surgieran candidatos sin apoyo partidario, pero que pusieran en crisis al oficialismo, como había hecho Francisco de Narvaez en 2009 al ganarle al propio Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Por ese mezquino motivo aún tenemos PASO, unas elecciones nacionales que agregan más incertidumbre en un contexto social que está desbordado.

Al quedar el país dividido por primera vez en tres tercios muy parejos, el balotaje se hizo imprescindible. Por eso mañana tenemos que volver a votar para elegir presidente ya que en la primera vuelta ningún candidato logró ninguno de los dos requisitos para no ir a la segunda vuelta: ninguno obtuvo más del 40% del total de votos con una diferencia del 10% sobre el segundo ni, menos aún, más del 45% del total.

Las de este año han sido las elecciones más violentas de los 40 años de Democracia. Dos partidos o coaliciones (Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza) hicieron toda su campaña llamando a exterminar al oficialismo. Hemos perdido el límite hace rato y quizá mucha gente no ha notado cuán agresivas han sido todas las campañas (muy claramente las de esos dos partidos mencionados), pero nuestra psiquis y nuestro cuerpo sí sintieron el agotamiento producido por esas campañas que nos exasperaron al máximo.

Si uno compara las campañas electorales de este año con la campaña que inaugura estos 40 años de democracia, la de Raúl Alfonsín, llamando a la vida y la paz (incluso la de Italo Luder, oscurecida en el acto de cierre por la famosa quema de un féretro, fue muy pacífica y propósitiva), las actuales parecen retrotraernos a la Edad de Piedra: el llamado a destruir al oponente es propio de las dictaduras y de los sistemas salvajes, no de las democracias liberales.

Vivimos un año electoral no solo violento, sino absurdo. Con propuestas que aún nos cuesta admitir que son las que mañana pueden llevar a uno de los dos candidatos al sillón de Rivadavia: vender niños, vender los órganos del cuerpo, privatizar el mar y los ríos, romper relaciones con el Vaticano, con Brasil, con China (los principales compradores de productos argentinos)… La lista de propuestas absurdas es enorme y fue muy divulgada por los medios. Incluso a nivel mundial. Unos 50 programas cómicos de la TV en Italia, Bélgica, Inglaterra y otros 26 países europeos además de EEUU, Brasil, México y países de África y Asia se han reído del candidato que mañana puede ser presidente por La Libertad Avanza. En realidad no se han reído de Javier Milei sino de aquellos que lo votan.

El diario The New York Times dedicó varios artículos a comentar la idiosincrasia de Milei. El jueves editó un largo artículo criticando la táctica de LLA de denunciar fraude desde antes de que las elecciones se realicen para no tener que reconocer la derrota en caso de que esta suceda. El diario norteamericano dice que la Argentina tiene un sistema electoral ejemplar, en el que es imposible el fraude. Recuerda que esa fue la misma táctica que usaron los derrotados Trump y Bolsonaro: en EEUU y Brasil esas denuncias falsas produjeron heridos y muertos. Espera que no suceda lo mismo en la Argentina.

Ojalá mañana las elecciones tengan un claro ganador y el perdedor reconozca con nobleza su derrota. El lunes todos necesitamos volver al trabajo con la mente puesta en el futuro y no en la destrucción del otro. Solo así podremos descansar del período más agotador de las cuatro décadas de democracia.


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