Responsabilidad: una cuestión de salud mental

Marta E. Bergagna*


La comunidad genera una condición, puede constituir un punto de partida que aloje a esos semejantes, a la vez tan diferentes y ajenos.


En este mes de octubre un nuevo índice que mide la pobreza y la indigencia nos impacta. Algo más de dos millones y medio de personas en Argentina padecen hambre. Demasiadas mujeres, demasiados hombres, demasiadas infancias.

Convivimos con estos datos que denuncian una situación que debería ser intolerable y todo indica que eso no sucede.

Ocupa espacio en los medios de comunicación y no está ausente en nuestros intercambios y encuentros.

El tema es difícil y no menos difícil es tomar posición ante él.

Pensar estos datos es en sí mismo perturbador y lo que suele suceder, por fuera de los ámbitos especializados, es que hay una tendencia a pensarlos a partir del rechazo; los análisis no van más allá de la condena, lo cual no genera intervenciones potencialmente transformadoras.

La comunidad a la que llegamos al nacer, esa comunidad que conformamos con otras personas, es también habitada por sujetos carenciados, muchos de ellos casi condenados a permanecer en esa condición.

Pero ese habitar, ese estar junto a otros, frente a otros que hacen conjunto, no tiene valor en sí mismo. La comunidad es una posibilidad, un potencial. Lo común, el conjunto, es un medio que habilita un hacer y un dar sentido. Porque ese estar puede conducirnos a considerar la situación de quienes nos rodean, a interesarnos, a tomar riesgo; pero puede también llevarnos a tan sólo registrar, a mirar y pasar de largo, a un simple tomar nota.

La comunidad entonces genera una condición, puede constituir un punto de partida que aloje a esos semejantes, a la vez tan diferentes y ajenos.

Roberto Espósito (1) (Espósito, 1998) dice que la responsabilidad es el fundamento de lo común, eso común que, en tanto miembros de una comunidad, nos une. Un deber, una obligación, la de dar, la de brindarnos a otros.

La inclusión de la responsabilidad puede ser de utilidad para pensar ese hacer, mejor dicho, ese no hacer con relación a la pobreza.

La responsabilidad introduce la presencia de otros, la idea de hacer por esos otros. Esos otros que habitan en los márgenes, que carecen de derechos básicos. Que no están lejos, que los vemos a diario en las calles, en los centros de salud públicos, en los medios de transporte, y si acaso no los vemos sabemos de su existencia. La responsabilidad nos remite a otro sujeto, a un otro presente y nos obliga a tomarlo en cuenta.

Ser responsables implica una operación activa que incluye construir pensamiento y pensar acerca de esa producción.

La salud mental tiene mucho que ver con todo esto. Las teorías vinculares – en particular lo vincular – se vienen ocupando de estos temas

Abordar la responsabilidad y hacerle un lugar en la tarea clínica implica pensarnos y pensar a nuestros pacientes como sujetos sociales, y considerar que nos cabe comprometernos y preocuparnos por la ubicación de aquellos a quienes asistimos con relación a la comunidad a la que pertenecen. En los relatos que escuchamos a diario en nuestra consulta suelen surgir situaciones que pueden verse a la luz de este concepto. Ante algunos hechos, ¿se es o no se es responsable?

Para los psicoterapeutas, para los psicoanalistas, la situación clínica no está determinada por los conflictos de los pacientes, con esto digo, que puede abrirse y dar lugar a cuestiones que aparecen en ellos sin ser acompañadas por un malestar.

Este hacer responsable también nos incluye: pensar en hacernos responsables de nosotros mismos, de las decisiones que tomamos en nuestra práctica, de nuestras opiniones ante situaciones cotidianas. La indiferencia, la ignorancia, la desinformación adquieren otro sentido al cruzarlas con la responsabilidad.

La figura del no responsable como decía la psicoanalista Janine Puget (Puget, 2015) es una presencia de nuestro tiempo que ubica al responsable por fuera del sujeto; en otro o en otros, no en nosotros.

Instalar en nuestra tarea cotidiana la idea de un hacer responsable como preocupación puede contribuir a ampliar nuestra práctica en tanto profesionales y transformar nuestras pertenencias generando intervenciones más creativas y comprometidas.

* Psicoanalista.

(1) Profesor de Historia de las Doctrinas Políticas y Filosofía Moral en Nápoles y miembro de Collège lnternational de Philosophie.


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