Pessoa, ni vagabundo ni burgués: extraño 

La vida del poeta portugués Fernando Pessoa está reconstruida por Robert Bréchon en una biografía que acaba de publicar Alianza, a través de testimonios, cartas y anécdotas, bajo el nombre de “Extraño extranjero”. La definición de este personaje, llega a concluir el biógrafo, responde a la que los griegos definían como extraño extranjero, de donde toma su nombre el libro. El eligió su camino y aceptó llevar una vida mediocre.

  Aunque con el tiempo su legado fue reconocido como uno de los más valiosos de la literatura del siglo XX, el portugués Fernando Pessoa no fue durante su vida más que un oficinista oscuro, un idealista que a su manera se inventó distintos personajes en los que desdoblar su peripecia como poeta y como ser humano: así lo rescata el ensayista Robert Bréchon en «Extraño extranjero», una biografía de flamante publicación.

«Este libro no pretende ser erudito ni objetivo. Asumo en él mis preferencias, mis planteamientos previos, mis interpretaciones sobre la personalidad de Pessoa. En el Portugal de hoy se asiste a un movimiento de rechazo hacia la figura del poeta maldito propuesta hace medio siglo por su primer biógrafo, Joao Gaspar Simoes.

Hay intentos por recuperarlo, como ocurrió en Francia con Baudelaire, Verlaine y Rimbaud», aclara el autor en el prólogo de la obra, que alcanza las 647 páginas.

«¿Era un hijo de buena familia aunque extraviado, bohemio, alcohólico, rechazado por sus allegados, siempre escaso de dinero, como lo presenta Simoes, o según pretenden algunos de mis amigos, siguió siendo toda la vida un burgués respetuoso del orden establecido, ordenado, sano y bien pensante, preocupado, en definitiva, por la salvación de su alma?», se interroga el investigador.

«Extraño extranjero», publicado por Alianza, reconstruye la historia del poeta a partir de testimonios, cartas, anécdotas y de un minucioso recorrido por los libros y los escenarios donde circuló: Bréchon reconstruye a Pessoa con la intención de que su vida sea la mejor introducción a su obra y la consecuencia más natural de sus poemas.

El investigador llega a la conclusión de que Pessoa no era ni un vagabundo ni un burgués cualquiera: su personalidad responde a lo que los griegos definen como «extraño extranjero», de ahí el título del libro. Según el autor, el escritor del «Libro del desasosiego» eligió su camino y aceptó llevar una vida mediocre en una oficina pequeña de la Baixa.

Por el manejo riguroso de la información y la originalidad del planteo, la biografía de Bréchon puede equiparse con la de sus antecesores: Angel Crespo -que en 1988 publicó «La vida plural de Fernando Pessoa»-, Antonio Quadros, autor de «Fernando Pessoa: vida, personalidad y genio», la «Fotobiografía» de María José de Lancastre y Joao Gaspar Simoes, responsable de «Vida y obra de Fernando Pessoa: historia de una generación» (1950).

«La vida de Pessoa no se parece a ninguna otra. No hubo escritor más sedentario que él. Si se exceptúa el paréntesis de su infancia en Sudáfrica y el peregrinaje familiar a las islas Azores en 1902, llama la atención el obstinado arraigo en su terruño.

Desde su vuelta definitiva a Lisboa en 1905, con 17 años, hasta su muerte en 1935, jamás abandonó su ciudad o sus alrededores, salvo un breve viaje por la provincia», relata el autor.

Bréchon caracteriza al poeta como un hombre que nunca perdió su condición de niño exiliado lejos de su ciudad natal, obligado a imaginarla. Pessoa, hombre «para quien el mundo exterior existe como experiencia interior», puebla el espacio de sus caminatas con criaturas fantasmales, más reales que los seres con quienes se cruza en la calle. Su Lisboa es un laberinto espiritual, mágico y maldito, por donde vaga en busca de sensaciones, impresiones, verdades y metamorfosis.

«Pessoa vivió algo más de 47 años: unos 17.000 días. Esta vida relativamente corta se desarrolló entre la espera y la urgencia, en lo que se podría resumir con la frase de Rimbaud; 'una ardiente paciencia', lo contrario de la 'negligencia agitada que hoy llamamos rapidez'… El poeta pertenece a una categoría intermedia entre los jóvenes locos que queman su vida (Mozart, Rimbaud, Van Gogh) y los viejos sabios que la destilan gota a gota para extraer la esencia del tiempo (Goethe, Voltaire)», destaca Bréchon.

«Toda su obra testimonia la aguda conciencia de su fracaso y el atroz sufrimiento que lo acompañó… Pero también es indudable que tuvo una aguda conciencia de su talento y que gozó amargamente con ella. No sólo aceptó y asumió la desdicha sino que la eligió.

Sacrificó la felicidad terrestre por una grandeza extramundana.

Creyó en esa alquimia del sufrimiento que trasmuta el fracaso en gloria, sin que resulte posible saber, leyéndolo, si es la gloria profana de los héroes de Plutarco o la gloria divina de los destinados al «décimo cielo» del Paraíso», afirma el autor.


  Aunque con el tiempo su legado fue reconocido como uno de los más valiosos de la literatura del siglo XX, el portugués Fernando Pessoa no fue durante su vida más que un oficinista oscuro, un idealista que a su manera se inventó distintos personajes en los que desdoblar su peripecia como poeta y como ser humano: así lo rescata el ensayista Robert Bréchon en "Extraño extranjero", una biografía de flamante publicación.

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