Polarización, ventarrón impiadoso que dejó heridos

Duhalde ‘olvidó’ a su candidato. La CC perdió en su distrito de origen.

Redacción

Por Redacción

Mandó la polarización. Era previsible. Y, a modo de ventarrón, arrancó de cuajo todo intento de cruzarse en su camino. Ésta es la lectura más real que se extrae de la elección porteña de ayer al ser reflexionada desde el afuera de quienes titularizan la polarización: Mauricio Macri y Daniel Filmus. Ocho de cada diez electores optaron por uno u otro. El resto que quedó por fuera de esa geografía fue llevado a los bordes. Filosos bordes en algunos casos. Veamos: • Pino Solanas y su Proyecto Sur quedaron como escuálida tercera fuerza. La polarización melló su aspiración más acariciada: tallar fuerte para crecer distante de los colosos en pugna, el PRO y el Frente para la Victoria. No lo logró. • Mirado desde el radicalismo, el resultado fue –como mínimo– patético. Es la fuerza que a nivel nacional se asume como la destinada a derrotar al kirchnerismo en octubre. Pero en la ciudad en que la UCR nació hace por estos días 121 años (un parto a balazos que en una semana se cargó con más de 1.000 muertes), en el espacio donde se cruzan todas las clases medias que por décadas fueron la viga maestra del poder electoral del partido, las huestes de Alem desde anoche son leyenda. En Buenos Aires la UCR no se rompe ni se dobla: simplemente no existe. Hasta causa sorpresa que tras cerrar las urnas voceros de Ricardo Alfonsín señalaran que el partido definiría a quién respaldaría en la segunda vuelta. ¿Respaldar con quién cuando el partido ayer no existió como poder electoral? Podrá argumentarse que fue un resultado esperado. Y acotarse incluso que la de ayer no fue una elección para presidente de la Nación y en consecuencia, llegada ésta, la UCR será una planta vigorosa. Pero ante este argumento voluntarista cabe una reflexión: ayer votó el tercer distrito electoral del país. Ahí el radicalismo se desliza a la nada, en el marco de las contradicciones que lo desdibujaron como poder a nivel nacional a partir de los 90. Y que tiene más que ver con limitaciones para seducir desde una textura moderna de ideas y de ejercicio de poder que con cualquier otra cuestión. • La polarización también arrasó al duhaldismo, otrora filoso ariete de quien amenazó con aplastar al kirchnerismo pero se diluyó antes de intentarlo: el Peronismo Federal. Duhalde empeñó en la cruzada para candidato a reemplazar a Macri a uno de sus más importantes cuadros dirigenciales: el economista Jorge Todesca, un hombre digno y probado en lealtad al peronismo. Pero Duhalde lo dejó solo. Es más, en los últimos días habló con elocuencia de cuánto lo seducía un eventual triunfo de Mauricio Macri. Y cosechó de Todesca una respuesta no muy elegante. • El ventarrón que implicó la polarización en la elección hizo de la legión porteña de Elisa Carrió una acertada medida de lo que implica la pulverización. No es un dato menor en clave a organización de poder. Desde esta perspectiva, Capital Federal es el espacio donde Carrió tiene la única estructura partidaria con visos se solidez. En el resto del país es sólo déficit de presencia de gravitación. En el resto de las fuerzas que ayer fueron drásticamente colocadas en rango de total insignificancia electoral sólo parece haber cabida para una reflexión, y viene de Clemenceau: “En política es necesario soñar, siempre a cuenta que soñar suele ser nada”.

Carrió continúa perdiendo espacios de gravitación.

carlos Torrengo carlostorrengo@hotmail.com

elecciones porteñas

Giudice y Alfonsín: escasa cosecha en la clase media antes leal.


Mandó la polarización. Era previsible. Y, a modo de ventarrón, arrancó de cuajo todo intento de cruzarse en su camino. Ésta es la lectura más real que se extrae de la elección porteña de ayer al ser reflexionada desde el afuera de quienes titularizan la polarización: Mauricio Macri y Daniel Filmus. Ocho de cada diez electores optaron por uno u otro. El resto que quedó por fuera de esa geografía fue llevado a los bordes. Filosos bordes en algunos casos. Veamos: • Pino Solanas y su Proyecto Sur quedaron como escuálida tercera fuerza. La polarización melló su aspiración más acariciada: tallar fuerte para crecer distante de los colosos en pugna, el PRO y el Frente para la Victoria. No lo logró. • Mirado desde el radicalismo, el resultado fue –como mínimo– patético. Es la fuerza que a nivel nacional se asume como la destinada a derrotar al kirchnerismo en octubre. Pero en la ciudad en que la UCR nació hace por estos días 121 años (un parto a balazos que en una semana se cargó con más de 1.000 muertes), en el espacio donde se cruzan todas las clases medias que por décadas fueron la viga maestra del poder electoral del partido, las huestes de Alem desde anoche son leyenda. En Buenos Aires la UCR no se rompe ni se dobla: simplemente no existe. Hasta causa sorpresa que tras cerrar las urnas voceros de Ricardo Alfonsín señalaran que el partido definiría a quién respaldaría en la segunda vuelta. ¿Respaldar con quién cuando el partido ayer no existió como poder electoral? Podrá argumentarse que fue un resultado esperado. Y acotarse incluso que la de ayer no fue una elección para presidente de la Nación y en consecuencia, llegada ésta, la UCR será una planta vigorosa. Pero ante este argumento voluntarista cabe una reflexión: ayer votó el tercer distrito electoral del país. Ahí el radicalismo se desliza a la nada, en el marco de las contradicciones que lo desdibujaron como poder a nivel nacional a partir de los 90. Y que tiene más que ver con limitaciones para seducir desde una textura moderna de ideas y de ejercicio de poder que con cualquier otra cuestión. • La polarización también arrasó al duhaldismo, otrora filoso ariete de quien amenazó con aplastar al kirchnerismo pero se diluyó antes de intentarlo: el Peronismo Federal. Duhalde empeñó en la cruzada para candidato a reemplazar a Macri a uno de sus más importantes cuadros dirigenciales: el economista Jorge Todesca, un hombre digno y probado en lealtad al peronismo. Pero Duhalde lo dejó solo. Es más, en los últimos días habló con elocuencia de cuánto lo seducía un eventual triunfo de Mauricio Macri. Y cosechó de Todesca una respuesta no muy elegante. • El ventarrón que implicó la polarización en la elección hizo de la legión porteña de Elisa Carrió una acertada medida de lo que implica la pulverización. No es un dato menor en clave a organización de poder. Desde esta perspectiva, Capital Federal es el espacio donde Carrió tiene la única estructura partidaria con visos se solidez. En el resto del país es sólo déficit de presencia de gravitación. En el resto de las fuerzas que ayer fueron drásticamente colocadas en rango de total insignificancia electoral sólo parece haber cabida para una reflexión, y viene de Clemenceau: “En política es necesario soñar, siempre a cuenta que soñar suele ser nada”.

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