Polémica en Allen por la continuidad de la tradicional Escuela Municipal de Folclore

La comisión de padres, profesores y bailarines se encontraron con que se cambiaron los candados del ingreso al salón, sin recibir consulta previa o aviso al menos.

«Ellos han sabido alegrar cada acto, cada fecha patria, auspiciando los más populosos bailes por la Patria. ¡Gracias! Ya volveremos a bailar juntos en nuestras plazas«. Así felicitaban en mayo del 2020 a los integrantes de la Escuela Municipal de Folclore de Allen, en la página de Facebook de la comuna. Se conmemoraba el aniversario de la ciudad, en medio de la pandemia. Hoy, casi un año después, el mismo grupo de bailarines salió a denunciar que el gobierno local les niega el acceso al edificio que utiliza hace dos décadas. Y el profesor asegura que lo presionan para que se jubile.

El inmueble en cuestión se encuentra sobre calle Eva Perón al 300, junto al Museo, en uno de las tantas construcciones que perduran dentro del predio del ferrocarril, donde se almacenaban las encomiendas. Es el octavo espacio donde el grupo tuvo que arreglárselas desde 1966. Pasaron por el Teatro Municipal, la Escuela 23, el salón de Bomberos Voluntarios, el Club Alto Valle, la Escuela 64, el antiguo salón comunitario del barrio Progreso y un salón en barrio Costa Oeste. Las condiciones edilicias no eran las mejores y por eso, desde fines de los 90 trabajaron a pulmón para mejorarlo y volverlo más confortable.

«La proyección para este edificio es conformar una estación cultural para todas las actividades que se desarrollan desde el municipio. Esto permitirá que otras expresiones artísticas puedan tener lugar donde desarrollarse»,

fue la postura oficial que difundió la gestión de Liliana Martín, con la secretaria de Desarrollo Local, Marianela Roco, y el director de Cultura, Diego Cabrera.

El pronunciamiento salió ayer viernes por la mañana, luego de días de rumores de cierre y la sorpresa de vecinos y allegados, que se indignaron por el futuro incierto de una institución que lleva más de 50 años de vida. Para ese momento, la comisión de padres, profesores y bailarines se habían encontrado con que se cambiaron los candados del ingreso al salón, sin recibir consulta previa o aviso al menos. Solitario quedó dentro el armario con los trajes y estandartes, que no lograron rescatar antes.

«Respecto de las instalaciones de la Escuela, debemos recordar que se trata de un edificio municipal, y estos espacios son responsabilidad del Estado«, se amparó el municipio para iniciar los cambios.

«Que de buenas a primeras te digan ‘esto lo vamos a usar nosotros’ (…) Hay mucha soberbia y desconocimiento (…) Sentimos un derecho de pertenencia por haber metido plata, horas, esfuerzo, ánimos y dolor… todo ahí adentro»,

se quejó Bernardo Martínez, uno de los profesores de la Escuela.

En paralelo al comunicado, ya estaba pautado para este mismo viernes un encuentro entre ambas partes. Allí finalmente el acta de lo charlado registró un nuevo giro dentro del proceso, de parte de las autoridades. Si bien insistieron en que «es voluntad de esta gestión que todas las actividades culturales puedan desarrollarse en los espacios municipales», se comprometieron a garantizar que se prioricen las actividades de la Escuela Municipal de Folclore, cuando se puedan retomar. A eso sumaron el ofrecimiento de asesorar al grupo de danza para que logren «institucionalizarse» y obtener la personería jurídica. Sin plazos concretos, todo queda en el aire para las familias que sostienen vivo al grupo de danza.

«Que no nos vengan a decir que queremos [el edificio] pura y exclusivamente para nosotros, que somos egoístas»,

repudió Martínez frente a la insistencia de que se abran las puertas para otros usos.

El bailarín y escritor enumeró que el espacio sirvió en estos años para cuestiones tan diversas como talleres musicales, ensayos de distintos grupos, parejas y coros, jornadas del Club del Trueque, reuniones para la Fiesta de la Pera y hasta cursos de telar mapuche. El propio municipio difundió que sirvió para ferias saludables, cursos de manipulación de alimentos e incluso la atención al público del Instituto Municipal de Urbanismo y Vivienda.

«Me han negado entrar a mi lugar de trabajo»


Todo lo sucedido tiene en el medio la situación laboral del profesor y cara visible del grupo, Bernardo Martínez. Aunque no fue el único referente que tuvieron en tanto tiempo, sí lo fue en buena parte de los últimos años. En este conflicto, se quejó de que lo tienen «desplazado» y que le exigieron varias veces por nota «que se jubile cuanto antes».

Si bien reconoce que no le dejaron de pagar en tantos meses sin clases por la pandemia, cuestionó que le hayan negado entrar a su lugar de trabajo. «Soy empleado municipal y pertenezco a ese lugar», recalcó.

En su planteo, llamativamente, desde la comuna apuntaron contra el sueldo de Martínez como si se tratara de un esfuerzo asumido y no de un puesto de trabajo que corresponde sostener, como tantos otros cargos públicos, en tiempos de restricciones y aislamiento. «Se ha invertido más de un millón de pesos durante el año 2020 y lo que va de 2021 en el sueldo del profesor a cargo. En el contexto de la pandemia, debido a la dispensa para personas con factores de riesgo de salud, las clases no han podido dictarse», sostuvieron.

Preocupado porque al menos mantengan el nombre de «Raquel Balda» al salón, por quien fue su esposa y referente del grupo por años, Martínez concluyó: «Yo lo voy a llevar hasta donde pueda, mi situación laboral, lo que mas me preocupa es la continuidad de la Escuela».


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