Polémicos negocios detrás de los megaconciertos gratuitos
Mientras los gobiernos de la Nación, de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal compiten en la organización de festivales, tres compañías privadas batallan por el monopolio de la producción. Los negocios con el Estado; costos y beneficios. La turbia estrategia de Cecilia Felgueras y su asesor sospechado.
Buenos Aires (ABA).- Los megarrecitales de música financiados con dineros públicos han generado conflictos increíbles, tanto a nivel estatal como privado. Convertidos en una estrategia más para ganar votos, tanto el gobierno nacional como los gobiernos de la provincia de Buenos Aires y de la Capital Federal, se lanzaron a organizar festivales gratuitos.
Mientras tanto, las principales compañías productoras de
La batalla privada la libran, en exclusiva, DG (Daniel Grinbank), la compañía de más renombre; Pop Art, encabezada por Roberto Costa, ex socio de Grinbank; y Fénix Group, propiedad del controvertido Marcelo Fígoli (ver recuadro).
En total, según las cifras oficiales, los espectáculos musicales costarán más de tres millones de pesos, que en definitiva pagarán los ciudadanos con sus impuestos. La práctica está en debate en los círculos artísticos porteños. Los críticos dicen que esos montos deberían utilizarse para promocionar nuevos artistas y financiar movimientos culturales que sin el apoyo estatal no pueden financiarse.
Los defensores -en realidad, los organizadores de dichos eventos- responden que es una forma de generar hechos artísticos. «Le damos la oportunidad a la gente de ver gratis a músicos de primer nivel. La personas de menores recursos por ahí no puede pagar una entrada a un recital de Mercedes Sosa o de Julio Bocca», dice Alejandro Gómez, director nacional de Programación Cultural.
En general, los representantes gubernamentales niegan que tras estos espectáculos haya un fin electoral. Sin embargo, por caso, los recitales organizados por la provincia de Buenos Aires tienen un escenario dominado por una enorme firma de Ruckauf. En enero, Fito Paéz se negó a cantar en Mar del Plata si no era quitado ese cartel.
Doble competencia
De esos tres millones, el gobierno de Fernando de la Rúa gasta un tercio. Según informa la Secretaría de Cultura y Comunicación, el ciclo «Argentina en Vivo 2» tiene un costo total de 900.000 pesos. El programa resulta interesante: trece recitales gratuitos se hicieron o harán a lo largo y ancho de todo el país, hasta el 3 de marzo. De ese monto, los músicos se llevarán alrededor de 250.000 pesos. La Secretaría se mueve de acuerdo a una norma: excepto honrosas excepciones, ningún artista recibirá más de 18.000 dólares por concierto.
¿Cómo se reparten los otros $650.000? Seiscientos corresponden a lo que recibió Grinbank por hacerse cargo de la producción de los espectáculos en el interior, y cincuenta mil fueron a Pop Art, organizador del show de música alternativa que se efectuó a principios de febrero en el hipódromo porteño. «Todo está en regla: El gobierno llamó a una licitación pública donde se presentaron cuatro empresas, y ganamos nosotros», dice el gerente de DG, que igual opta por el anonimato.
La organización de los festivales de la provincia corre por cuenta de Germán Ruckauf, el influyente hijo del gobernador, que ya gastó 850.000 pesos en diez recitales. Aquí las cosas no parecen estar tan claras: no hubo licitación. La administración bonaerense contrata directamente con las productoras (se llevaron 416.000) y con los artistas (318.500). «Arreglando de forma directa ahorramos dinero», dice Eduardo García Caffi, subsecretario de cultura de la provincia. Sin embargo, la mayoría de los artistas que actuaron para Ruckauf son representados por Fénix, justamente una de las compañías que está en la pelea.
Felgueras en la mira
Pero es el Programa «Verano Buenos Aires», organizado por el Gobierno de la Ciudad, donde se encuentran las mayores desprolijidades. Aunque el presupuesto total ronda el 1.400.000 pesos, la administración de Aníbal Ibarra dice haber usado 632 mil pesos en la primera etapa de los festivales musicales, que se realizan cada fin de semana en Parque Sarmiento; pero el manejo de estos fondos públicos no es claro.
Los legisladores de Encuentro por la Ciudad Alberto Fernández y Julio Votobello denunciaron la «falta de transparencia» en el manejo del Programa y elevaron un pedido de informes al Ejecutivo municipal. En realidad, las conjeturas ya estaban instaladas desde hace un par de meses dentro de la propia Alianza porteña. «Estos eventos se hicieron de apuro. Ruckauf se había lanzado a hacer recitales, robándole una bandera que tradicionalmente es de la Alianza; entonces Cecilia Felgueras se apresuró en hacerle la competencia. Y como todo lo que está hecho de apuro, tiene bastantes negligencias», reconoce un alto funcionario de la Secretaría de Cultura de la Ciudad.
Por el decreto 01 del 2001, Aníbal Ibarra designó a Felgueras, vicejefa de Gobierno, al frente de «Verano Buenos Aires». Según las versiones, ella estaba preocupada por su bajo perfil en el Gobierno porteño, y buscaba ser precandidata a senadora. En el pasado, los recitales le habían dado buen resultado: hace seis años, ella fue la organizadora del suceso «Buenos Aires no duerme», que la lanzó a la fama.
Pero esta delegación en la vicejefa creó una fuerte interna en el Gobierno. La funcionaria decidió «saltear» a Jorge Telerman, secretario de Cultura, y organizó el Programa directamente con la ayuda de Javier Grosman, subsecretario del área, y Marcelo von Schmelling, un polémico funcionario de la vicejefatura.
Esta vez, sin embargo, las cosas no serían tan fáciles como antaño: Felgueras tenía menos tiempo. Apenas transcurrieron quince días entre que Ibarra firmó el decreto y la realización del primer concierto.
La primera medida de Felgueras fue acordar de forma directa, sin licitación previa, con la productora EFE2, firma subsidiaria de Fénix Group, por un total de 376.000 pesos, según contrato firmado el 11 de enero por Grosman y Fígoli. «Eso es todo lo que pagamos», asegura el funcionario.
Sin embargo, «Río Negro» accedió a la copia de un recibo (n¯ 311) de EFE2 donde consta que por el «Show Mercedes Sosa» se pagaron 250.000 dólares.
«El precio está muy inflado, la Negra puede cobrar, como mucho 50.000. Podemos remitirnos a las comparaciones: el Grupo inglés Oasis, uno de los grandes conjuntos de rock de la actualidad, cobró 60.000 dólares por tocar en el Hot Festival, realizado en enero en el campo de polo de Buenos Aires», señala un ejecutivo de la firma Pop Art, competidora de Fenix/EFE2.
Sin embargo, ese recibo no indica que Mercedes Sosa se haya hecho de semejante suma: el comprobante está a nombre de Fénix, su representante. «Si pagaron eso es una barbaridad, pero puede suceder que alguien que está fuera del mercado no sepa cuanto vale un show así», disculpa a medias un funcionario de Cultura de la Nación, acostumbrado al trato con artistas. Luego agrega: «Pero siempre sale más caro arreglar con las productoras que directamente con los artistas. No entiendo por qué Felgueras no buscó otro camino…».
En la subsecretaría de Cultura de la Ciudad explican que ese pago de 250.000 dólares fue en realidad el anticipo del total convenido: 376.000 dólares. «Lo pusimos a nombre de Mercedes Sosa, pero están todos los artistas que participaron incluidos». Puede ser nada más que una desprolijidad, es cierto, pero es una desprolijidad notable: Mercedes Sosa es, justamente, la única artista que no figura en el contrato firmado con Fénix. El listado incluye a los otros 11 músicos que actuaron en Verano Buenos Aires. ¿Precisamente a ella tenían que elegir para llenar el recibo? Es difícil evitar las suspicacias… Y hay otro «descuido» más: según el contrato, el anticipo sería de 261.000 pesos. ¿Por qué hicieron entonces el recibo por 250.000?
Los legisladores porteños de la oposición sospechan que al dúo Sui Generis, también representado por Fénix, se le habría pagado una suma que ronda los 200.000 pesos. «Río Negro» no encontró documentos que lo certifiquen.
Los amigos de Lopérfido
En el ambiente artístico nadie comprende por qué la vicejefa de Gobierno, una funcionaria con una larga trayectoria de honestidad, eligió a Marcelo von Schemelling para la organización artística. Este funcionario, con cargo de asesor en la Vice-jefatura, tiene una larga lista de polémicas, donde se incluyen hasta sospechas de fraude.
Allegados a Darío Lopérfido, secretario de Cultura y Comunicación de la Nación, aseguran que Lopérfido ya fue su «víctima». «En 1996, Von Schmelling organizó el primer Buenos Aires Vivo. Todo salió bien, pero después empezaron a llegar proveedores con deudas muy abultadas. Darío despidió a Von Schmelling y debió arreglar las cuentas, negociando uno por uno», infiere un actual funcionario nacional.
Hace unos años, la empresa del actual asesor de Felgueras organizó el espectáculo de ópera Aída, en el campo de polo porteño. Pero la función terminó en rotundo fracaso: hubo graves problemas técnicos y la organización se negó a devolver el dinero de las entradas. No faltaron las denuncias y De la Rúa, entonces intendente, mandó a investigar el hecho, pero nunca se conocieron los resultados. Hace dos años, el actual asesor también levantó, con polémicas entremedio, la muestra Dalí Monumental.
Jorge Telerman advirtió hace un mes a Aníbal Ibarra de los problemas que podrían avecinarse si «se escarbaba un poco» en el programa Verano Buenos Aires. De inmediato, el Jefe de Gobierno le pidió explicaciones a su vice, que negó las acusaciones y justificó los gastos.
Pero la interna ya estaba lanzada: Ibarra desconfía de Felgueras, y rompieron lanzas. Por lo pronto, el intendente redujo a la mitad los eventos que quedan del Programa. Felgueras, por las dudas, prefirió recuperar su bajo perfil mediático. Ni siquiera respondió los llamados de «Río Negro» para solicitarle explicaciones.
Gonzalo Alvarez Guerrero
¿Quién es Marcelo Fígoli ?
Buenos Aires (ABA).- Uno de los mayores méritos de Marcelo Fígoli es haber presentado a Antonio de la Rúa y Shakira, la cantante colombiana que representa en la Argentina. «En épocas de campaña, estábamos almorzando en un restaurante de Puerto Madero con Antonio y Aníbal Ibarra, cuando entraron Fígoli, Shakira y sus músicos. Antonio se acercó y le pidió a Fígoli que se la presente», recuerda un funcionario que presenció la escena.
Fígoli, un enigmático empresario de 35 años, comenzó su carrera como productor de la mano del Estado municipal. Cuando Fernando de la Rúa era intendente de la ciudad de Buenos Aires, él fue el encargado de organizar el evento masivo Buenos Aires Vivo II. El primer Buenos Aires Vivo había estado a cargo, justamente, de Marcelo von Schemelling.
Luego de aquella primera financiación pública, se lanzó al mercado privado, intentándole sacar una porción de la torta al poderoso Daniel Grinbank, presidente de Rock and Pop y productor de los mayores espectáculos musicales que se reali- zaron en el país, incluyendo a los Rolling Stones, Madonna y U2.
Al principio, Fígoli no tuvo mayor suerte: su primera empresa fue a la quiebra. Luego, a principios de los noventa, creó Fénix Entretinment Group (y su subsidiaria EFE2) y descubrió un nicho en crecimiento: la música latina. Fénix trajo al país, entre otros, a Ricky Martin, Luis Miguel y Shakira. Ade-más, la compañía representa a muchos de los músicos del país, como Sui Generis, Mercedes Sosa, Natalia Oreiro y Fito Páez.
La estrategia de Fígoli para salir a discutir el mercado con DG (Grinbank) y Pop Art (empresa que traerá este año a los Guns and Roses) es extraña: subió los cachet de los músicos hasta el cielo. «Va a pérdida en todos los emprendimientos, debe estar lavando dinero», acusan, un tanto resentidos, en DG. Si va a pérdida, como aseguran, podrá equilibrar sus finanzas a expensas del Estado. Entre los gobiernos de Ibarra y Ruckauf ya depositaron en sus cuentas más de 700.000 dólares.
Es difícil no sospechar, Mercedes Sosa no figura en el contrato firmado con Fénix. El listado incluye a los otros 11 músicos que actuaron en Verano Buenos Aires.
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