Análisis: Ni dos demonios ni negacionismo, lo de Milei fue reivindicación de la dictadura

Las opiniones del candidato presidencial rompen una de las pocas convergencias que logró nuestro país en 40 años de democracia.

El candidato presidencial Javier Milei, al que el establishment le gusta llamar «disruptivo», rompió el domingo a la noche, en el debate organizado en Santiago del Estero, varias de las pocas reglas básicas del consenso democrático que perduran 40 años después del fin de la última dictadura. No sólo volvió sobre el cuestionamiento a la cifra de 30.000 desaparecidos, sino que además abonó la justificación de las juntas militares de que la represión ilegal fue parte de una guerra y reclamó que las acciones de la guerrilla de los años 70 sean consideradas también como delitos de lesa humanidad.

Y lo hizo en el bloque sobre Derechos Humanos.

Las películas argentinas más premiadas y con mayor audiencia en estos últimos 40 años tienen la tragedia de la represión ilegal (y el robo de bebés) como eje temático: «La historia oficial» de Luis Puenzo, «El secreto de sus ojos» de Juan José Campanella y «Argentina 1985» de Santiago Mitre. Es la confirmación más clara de que la sociedad argentina incorporó las políticas de memoria, verdad y justicia como un concepto fuerte, inquebrantable.

«Nosotros valoramos la visión de memoria, verdad y justicia. Empecemos por la verdad. No fueron 30.000 desaparecidos, fueron 8.753«, dijo en el debate presidencial. El casi 30% de los votos que obtuvo en las elecciones primarias avalaron esta idea, por acción u omisión.

El que mejor respondió a este tipo de afirmaciones fue el escritor Martín Kohan: “La discusión no es entre 8.000 casos probados y 30.000 casos no probados. A mi criterio, lo que la cifra 30.000 expresa es que no hay pruebas porque el Estado no da la información respecto de lo que pasó. La represión fue clandestina y fue ilegal, no pasó por ningún sistema judicial, fue tan clandestina como los centros clandestinos de represión y de tortura. Y la cifra de 30.000 expresa que no sabemos exactamente cuántos fueron porque el Estado ilegal, que reprimió clandestinamente, no abre los archivos, no da la información de dónde están los desaparecidos ni la información de dónde están los nietos secuestrados”.

Milei dijo que «en los 70 hubo una guerra» y aunque no pudo evitar un reconocimiento a los crímenes cometidos por los militares, agregó: «también los terroristas mataron gente, torturaron, pusieron bombas y cometieron delitos de lesa humanidad».

El periodista Uki Goñi, que escribe en The Guardian y el New York Times, echa luz sobre otra realidad: «El juicio a las juntas sentenció que no hubo guerra, también sentenció que no hubo excesos, desechando ambos argumentos de las defensas, y la justicia mil veces que solo crímenes cometidos por el Estado pueden ser de lesa humanidad. Negacionista absoluto».

Según esta visión -abunda Goñi-, «no hubo 6 millones de judíos víctimas del nazismo porque no hay 6 millones de nombres. En Yad Vashem, la ‘Conadep’ del Holocausto, hay muchos menos. 6 millones es una estimación, igual que los 30 mil (más 8.625 prisioneros sin juicio a disposición del PEN). En Alemania estaría preso».

El hartazgo de los más jóvenes con asuntos que ocurrieron antes de que ellos e incluso sus padres nacieran, es entendible. Pero está por verse si ese cansancio o desinterés es lógica apatía en tiempos de vacas tan flacas o si estamos ante un cambio en los pocos puntos de convergencia que logramos los argentinos.


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