Ranquilon, un pueblo de 14 electores en el Norte Neuquino que se resiste al abandono

Es uno de los dos parajes con menor padrón para el 16 de abril. Sus habitantes viven de la cría de animales, dispersos, sin servicios ni conectividad. El domingo votarán con máquinas por primera vez, pero todavía no saben cómo.

A Ranquilon se llega medio a tientas. El último cartel que ratifica su existencia está ocho kilómetros antes, saliendo desde El Huecú, en el desvío hacia la Ruta 31. Ese camino de ripio bien repasado en ningún momento avisa que ya estamos, pero de repente ofrece una postal majestuosa: el cerro que le da nombre al paraje acariciando un valle de coirones dorados. Hay también unas construcciones abandonadas. El tiempo y los descuidos las han dejado sin nada. Como, de a poquito, también a Ranquilon.

«En el 85, por ahí, esto era más poblado. Después cerraron la escuela y ya ahí se terminó todo», dijo Silvia San Martín, de 62 años, nacida y criada en este paraje del departamento Ñorquín del Norte Neuquino.

La primaria 41, una de las primeras del territorio, dejó de funcionar en julio del 2006. Según la resolución del Consejo Provincial de Educación que formalizó su final, tenía en ese momento una matrícula formal de cinco alumnos, dos de ellos «con sobreedad».

Se enviaron a estudiar a El Huecú y así se fue profundizando un proceso de migración que hoy ubica a Ranquilon como uno de los dos sitios con menor padrón electoral de la provincia para las elecciones del 16 de abril. El otro es Quemquemtreu, una comunidad mapuche en el sur.

Según los registros oficiales del juzgado electoral, son 14 los vecinos que están habilitados para votar, aunque los pobladores sacan cuentas y solo pueden enumerar 12. Cada vivienda está distanciada una de otra por varios kilómetros y el contacto es esporádico, más asiduo cuando hay buen tiempo para quienes no parten hacia la veranada.

«En invierno son semanas y semanas de estar encerrados. Pero ya estamos acostumbrados a estar solos, juntamos antes la leñita», describió Bersabet Garrido, de 63, quien se crió en Ranquilon, pero llegó muy chica desde Río Negro.

El mástil de la escuela 41 y el antiguo puesto sanitario, ambos abandonados. Foto: Florencia Salto.

En el paraje el único servicio que llega es la electricidad, y no a todos. Para calefaccionarse reciben algunas garrafas, la leña les llega tarde. Al agua la van buscar con mangueras a una vertiente del cerro Ranquilon, en el campo de «un privado». Hace unos cinco años el gobierno hizo una obra de perforación para llevarles el servicio, pero no funcionó. Lo único que quedó en pie es el tanque, en el mismo predio donde está la escuela abandonada. Los demás materiales se los robaron.

«Ya estamos acostumbrados a vivir así, qué vas a andar reclamando. Te pones más arruinado de lo que estás», evaluó Bersabet.

Para Silvia, el paraje es un lugar «muy crítico para vivir». Valoran comer «poquito pero tranquilos», pero se sienten «abandonados». «Nosotros querríamos tener internet, pero a dónde voy a hablar para ver eso. Acá no tenemos comunicación con nadie. En el cerro. Pero no vamos a subir al cerro cada vez que queremos hablar», razonó.

La salud es otro tema. En Ranquilon supo haber un puesto sanitario (sí, en el mismo terreno donde funcionaba la escuela), pero también se cerró.

La opción más cercana es el hospital de El Huecú. Prácticamente nadie tiene movilidad en el paraje y les cobran entre 4.000 y 6.000 pesos un viaje de ida en auto particular. Por eso, votar va a ser otro problema: los habitantes de este paraje deben trasladarse esos casi 19 kilómetros hasta el polideportivo municipal, adonde habrá la única mesa.

Bersabet y su vecina Silvia, pobladoras de Ranquilon. Foto: Florencia Salto.

«No sabemos cómo se vota eso y tampoco nos han venido a enseñar», aclaró Bersabet sobre las máquinas de boleta electrónica. Han escuchado por radio que llevaron una para practicar al cajero de El Huecú y a la hostería municipal, «pero hay mucha gente de campo que no tenemos cómo ir y volver, y en un día no vamos a aprenderlo», planteó.

Ningún candidato se ha acercado, y tampoco recuerdan ninguna visita de un gobernador. Dijo Silvia: «En papeles los he visto, pero acá no vinieron nunca. Somos poquitos pero no dejamos de ser un ser humano, si no es como hacer un abandono de persona».

Diego Erice, de casi 71 años, llegó el miércoles con sus ovejas después de tres meses de veranada en el Valle de las Damas. Su vivienda es una de las pocas hechas por algún plan del ADUS y queda cruzando el arroyo Ranquilon, bastante seco.

«Los servicios son pocos los que hay. Ni luz tengo. Se hizo una nota para que llegara la luz a Ranquilon, ¿por qué aquí no llegó? ¿No soy nada yo? Soy persona», cuestionó. Se compró un grupo electrógeno y un panel solar con el que carga su radio a batería, la única conexión que tiene con el afuera mientras dura el arreo.

El agua también la toma de la vertiente del cerro con mangueras que van hasta un tanque australiano, que también compró, y algunos tachos. La leña para la cocina la trae con sus dos bueyes.

Don Diego es criancero y bajó esta semana de la veranada en Valle de las Damas. Foto: Florencia Salto.

Diego tampoco tiene muy claro cómo hará con la elección del domingo. «Si tengo lugar voy a votar. Pero capaz que da lo mismo si voto o no voto, si para vivir así como vivo», sostuvo. Su recuerdo más cercano con un gobernador es de Felipe Sapag, pero no en Ranquilon.

No sabe si los visitó algún candidato, porque pasó muchos meses afuera, con sus animales. «Yo ando en la cordillera y allá no andan los candidatos. Los escucho de lejos, por la radio escucho cuáles son», contó.

En el 2011, Ranquilon tenía un padrón de 30 electores. Para la siguiente, cuatro años después, quedaban 18. En el 2019 votaron seis personas: cinco lo hicieron por Omar Gutiérrez y una por Horacio «Pechi» Quiroga.

En El Huecú hay campaña para renovar la intendencia


No hay ninguna señal que anticipe las elecciones en el paraje Ranquilon pero sí en El Huecú, cabecera del departamento Ñorquín. Este municipio de tercera categoría tiene 1.347 empadronados para el 16 de abril, fecha en que sus vecinos votarán gobernador, diputados y su nuevo intendente.

El actual, Cristian Puentes, dejará el cargo tres ocho años. Se hizo conocido tanto por ser el más joven de la provincia, cuando asumió con 31 años, como por robar tirantes de madera que eran para obra pública para hacerle un cobertizo a su auto personal. Un concejal lo denunció por ese hecho en 2018.

Su sucesor en el MPN busca ser su actual secretario de Gobierno, Diego Puentes. Llevará tres listas para el Concejo Deliberante.

Por el lado de la oposición, la candidata de Rolando Figueroa será Adriana Ibáñez, de Nuevo Compromiso Neuquino. La acompañarán otros siete partidos que integran el armado del candidato a gobernador como listas espejo. Habrá una tercera candidata, Agustina Erice, quien se postula con una única lista del Movimiento para la Unidad Vecinal de El Huecú.

La localidad es la más cercana para los pobladores de Ranquilon y, de hecho, deberán trasladarse hasta allí para votar el próximo domingo. Muchos de sus habitantes se trasladaron al pueblo por la educación de sus hijos y en busca de puestos de trabajo, principalmente, en Vialidad Provincial, el municipio u otras dependencias estatales. Ese éxodo también facilitó la adquisición de tierras para estancias privadas.


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