¿Por qué sigue el MPN? Respuestas de la historia

El partido provincial se impone desde hace más de medio siglo. Desde su raíz peronista ha logrado renovarse, pactar con los distintos gobiernos nacionales, relegar a sus opositores a un lugar secundario y gestionar con cierto éxito el conflicto social.

Festejos de la militancia emepenista tras el triunfo electoral del domingo, en Neuquén

En las pasadas elecciones provinciales, nuevamente, triunfó el MPN. Contrariamente a lo que se anunciaba sobre la paridad de votos con la oposición, tanto el PJ -en su versión kirchnerista- como la UCR -en su coalición con el Pro- fueron derrotadas por un porcentaje mayor que el que se esperaba. Más aun, el MPN recuperó municipios en el interior provincial en donde la participación de la población fue superior a la de la capital de Neuquén.

Si bien perdió diputados propios en una Cámara que desde la Reforma de la Constitución es proporcional, logró un número interesante de legisladores con el restablecimiento de las colectoras. Varios de estos dirigentes poco tenían que ver con el MPN -cada vez es menor la cantidad de emepenistas puros-. En función de los acuerdos y aun en el marco del uso de una boleta electrónica (que tenía poca práctica y mucha complejidad), conquistó seis diputados más. En síntesis, sin mayoría en la Legislatura y dividido -no es la primera vez- el MPN controla el gobierno y el Estado neuquino.

Es interesante buscar explicaciones en la historia política neuquina.

Recordemos que el MPN creado en 1961 en el momento de la proscripción del PJ (1955-1973) triunfó por primera vez en 1962, gobierno que no pudo asumir por el derrocamiento de Frondizi. Fue inicialmente un partido neoperonista (sus principales dirigentes venían de ocupar cargos durante el peronismo en el interior neuquino en la etapa territoriana).

Vuelve a triunfar en 1963 adhiriendo al gobierno de Arturo Illia y se enfrentó al de Cámpora, con la bandera de que era el auténtico peronismo. Poco le valió a Cámpora, dirigentes del Frejuli nacional y locales y el aparato sindical llegar a Neuquén para alertar a la población de que un gobierno de diferente signo político no sería bien recibido por el gobierno central.

Gobiernos militares como la Revolución Argentina (1966-73) y el Proceso de Reorganización Nacional (1976-83) no impidieron la pervivencia del entramado, que no solo tuvo relaciones “relativamente” buenas con los regímenes militares, sino que proveyó de técnicos y profesionales, en particular del Copade (en pleno desarrollo en ésa época), para continuar con algunas políticas locales.

Usa como estrategia no competir en el nivel nacional. El nivel más alto al que puede aspirar un dirigente emepenista es el de gobernador.

Con el restablecimiento de la estabilidad democrática desde 1983, el MPN no perdió ninguna elección, y si bien se definió por determinadas candidaturas (Sapag con Alfonsín, Salvatori con Angeloz, Sobisch con Menem, los últimos emepenistas con el PJ /Frente para la Victoria), siempre acordó y negoció con los gobiernos nacionales de turno.

Este entramado, por un lado, no es un problema para el gobierno central que prefiere “tolerar” a un gobierno provincial de otro partido pero que está dispuesto a negociar su apoyo a los proyectos nacionales: el costo para desplazar su liderazgo es muy alto, y muy bajo el de negociar, por lo cual le conviene convivir y entablar transacciones con la fuerza provincial para conseguir sustento legislativo. Por otro, el MPN utiliza como estrategia no competir a nivel nacional (excepto Sobisch), aceptando que el nivel más alto al que puede aspirar un dirigente emepenista es el de gobernador, que logra colocarse “por encima” de sus adversarios partidarios provinciales.

Si bien Felipe Sapag fue nominado en más de una ocasión para encabezar una eventual confederación de partidos provinciales (en 1983 y 1989), bajo las reglas del colegio electoral, decidió no competir en el escenario nacional.

La oposición tuvo la oportunidad dentro del nuevo sistema legislativo proporcional de reagruparse, pero no lo concretó.

Si bien elevó sus voces en los debates, no alcanzó, por su fragmentación, a modificar estructuralmente los proyectos que generaron políticas públicas. Lo expuesto reafirma la noción de una oposición que acepta un rol secundario en el sistema político, consolidando la existencia de competencia pero sin alternancia.

Tanto la UCR como el PJ no han logrado institucionalizarse en este largo período como oposición en el interior de la provincia.

Existe pluralismo político porque hay un sistema de partidos que compite, reconocimiento recíproco y postulación para ser representantes legítimos de la ciudadanía. Sin embargo, el universo partidario no está del lado de la oposición neuquina, por lo menos en el nivel de ejecutivo provincial y hasta el momento (2019). Son oposición aunque no estén consolidados como partidos de gobierno: tanto la UCR como el PJ no lograron institucionalizarse en este largo período como oposición en el interior neuquino.

Por su inserción en la sociedad, sus propuestas y sus redes locales, entre otras cuestiones, no logran salir de la línea de ruptura e ingresar al Estado provincial. No pueden, entre otras cuestiones, controlar el territorio, apoyarse en la burocracia estatal, utilizar al Estado y sus aparatos, disponer del apoyo de los grupos de interés, nacionalizar una elección local. Solo cuentan con su propia fuerza y la que les provee el Estado nacional/municipal y sus respectivos aparatos partidarios. La sociedad neuquina está enlazada con el Estado y éste articulado con ella. El control de los incentivos organizativos -tanto colectivos y selectivos- los tiene la fuerza local.

Por último, los conflictos sociales no son un problema, se desarrollan básicamente en la calle que emerge como el lugar de la política, por el entrecruzamiento de varios factores, entre ellos la estatalización partidaria y una economía que se sostiene sobre los hidrocarburos. En este orden, la izquierda tiene a Neuquén como campo de experimentación de la política combativa en un territorio alimentado por su propia energía que oscila entre la complacencia y la rebeldía frente al poder y, en particular, de los sindicatos; la presencia de inmigrantes y migrantes internos y el posicionamiento que tuvo la Iglesia neuquina. La falta de alternancia en el sistema político llevó a que en parte la “oposición” se desplazara desde lo partidario a lo sindical, situación que la convirtió en artífice de la misma. Porque protestar también es una forma de hacer política para expresar el descontento que no discurre por los canales tradicionales o, como ocurre en Neuquén, porque el régimen político se apropia de los problemas y otorga sus soluciones.

Felipe Sapag, el fundador del movimiento junto a su hermano Elías. Fue gobernador de Neuquén en 1962 (no asumió), 1963-1966; 1970-1972;1973-1976; 1983-1987 y 1995-1999.
Pedro Salvatori fue gobernador electo de Neuquén tras el primer periodo de Felipe Sapag luego del retorno a la democracia, entre 1987 y 1991. También fue interventor entre 1972 y 1973.
Jorge Sobisch fue gobernador en tres periodos, aunque no consecutivos. Ejerció entre 1991 y 1995 y luego entre 1999 y 2007, primero con Jorge Sapag y luego con Federico Brollo de vice.
Jorge Sapag gobernó durante dos periodos consecutivos, entre 2007 y 2015; en ambos con Ana Pechen como vicegobernadora. Impulsó a Omar Gutiérrez como sucesor y recambio generacional.
Omar Gutiérrez, ganador del domingo. Asumió en 2015 y gobernará hasta el 2023.

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