Propiedad intelectual (o derechos de autor)
Si una persona toma tres libros de un estante y se los lleva, al contar cuántos libros quedan en el estante veremos que faltan tres. En el mundo de los átomos, los ejemplares de un libro son escasos: pueden ser mil o cien mil y, si resto cinco, serán cien mil menos cinco. Por el contrario, en el mundo virtual si uno baja una copia de una obra a su computadora seguirá habiendo infinitas copias disponibles. El mundo de los átomos y el mundo virtual son dos mundos diferentes, pero la ley los sigue tratando como si fueran lo mismo. Las leyes de propiedad intelectual y las de derechos de autor surgieron a fines del siglo XIX o comienzo del siglo XX: el mundo en el que se basan no existe más, pero sus efectos se hacen sentir en la actualidad. Y se hacen sentir de tal manera que simplemente por usar internet cada día miles de millones de personas violamos la ley, sin darnos cuenta. Incluso los niños, al intercambiar fotos, dibujos o videos con sus compañeros de escuela están violando la ley. Gran parte del arte moderno es ilegal, ya que se basa en remixes y mashups, que mezclan fragmentos de obras protegidas por los derechos de autor, por las leyes de propiedad intelectual y por el copyright. No solo las leyes han quedado anticuadas ante el cambio tecnológico sino que las supuestas “adecuaciones” no han hecho más que empeorar la situación. Cuando compramos un libro en papel tenemos la propiedad completa del objeto. Podemos destruirlo, guardarlo, dibujar sobre él, prestarlo a un amigo o, incluso, donarlo a una biblioteca pública o privada. Cuando compramos un e-book solo tenemos derecho a tenerlo en un solo dispositivo y, si lo copiamos en otro dispositivo de nuestra propiedad o si se lo prestamos a un amigo o lo donamos a la biblioteca del colegio de nuestros hijos, estamos cometiendo un delito. Lawrence Lessig es profesor de Derecho en las universidades de Harvard, Stanford y Chicago. También es el creador de Creative Commons, una organización que promueve protocolos, instrumentos jurídicos y estipulaciones legales que permiten usar y compartir tanto la creatividad como el conocimiento de manera gratuita. Lessig investiga sobre los problemas que las anticuadas legislaciones sobre derechos de autor están causando a los artistas, escritores, inventores y al público en general en todo el mundo. En uno de sus trabajos encontró que en el 2009 ya el 70% de lo que compartíamos en internet era ilegal. ¿La humanidad ha decidido no respetar más la ley o, por el contrario, las leyes que amparan la propiedad intelectual se han vuelto irracionales? Lessig sostiene que el problema está en las legislaciones anticuadas, no en la forma contemporánea de vivir, producir y compartir. Aunque varían de país en país, las leyes de protección de la propiedad intelectual prohíben en todas partes las intervenciones artísticas que se vienen haciendo al menos desde el surgimiento de las vanguardias históricas a comienzos del siglo XX. Son tantas y tan extremas las limitaciones a la creatividad que imponen las leyes de copyright que en todas partes se las está discutiendo como el mayor freno a la producción de nuevos contenidos. La originalidad no existe. Fue un mito romántico que surgió durante la Revolución Francesa pero que poco tiene que ver con la práctica artística, la ciencia o la invención técnica. Se hace literatura, música o arte dialogando con el legado del pasado. Como se puede ver en el documental “RIP! A Remix Manifesto” (https://www.youtube.com/watch?v=Q-I5m3Sl_Gk) toda la cultura contemporánea surge de la mezcla. Además, ya no está clara la división entre artistas (productores) y público (consumidores) cuando muchos de los consumidores son a la vez productores de nuevas obras al modificar lo que reciben, en una circulación sin fin, como una cinta de Moebius. El pasado trata de controlar la producción futura a través de las leyes de propiedad intelectual: de esa manera se quiere detener el movimiento creativo actual. Hoy se hace arte a pesar de estas leyes, no gracias a ellas. Hace un siglo la idea de derechos de autor fue progresista: permitió a los artistas recibir una retribución lógica por su trabajo. Con el paso de las décadas fueron las grandes compañías productoras (cinco o seis en total) las que se quedaron con esos derechos y persiguen a todos los que pretendan crear arte o conocimiento fuera de sus confines. Esa ley ya no defiende a los artistas. Hoy los está castigando.
Opiniones
Daniel Molina – @rayovirtual (Especial para “Río Negro”)
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