Que estos no sean los últimos ojos que veas: los médicos de terapia imploran más prevención

Entrevista a fondo con tres jefes y coordinadores de servicio en Roca. El 70% de los pacientes que reciben, no sobreviven. Sin posibilidades de sumar camas, insisten en el compromiso social como factor clave para salir del colapso.

Los registros iniciales de la segunda ola de covid-19 indican que el 70% de los contagiados que ingresa a una sala para recibir asistencia respiratoria mecánica, no sobrevive.

La muerte está alcanzando a personas más jóvenes. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva alertó sobre la incidencia de la enfermedad en mujeres embarazadas (33 fallecidas desde marzo). Pacientes “recuperados” que están a punto de volver a su casa, colapsan repentinamente. Toda esa nueva carga, inexistente el año pasado, está cayendo en una mochila que transita sobre hombros cansados.

El virus mutó. La evolución es diferente. Pero los equipos de salud son los mismos. Y en algunos casos, más reducidos, porque la angustia y el estrés superó a más de uno, que renunció a su trabajo antes de que la curva de contagios fuera otra vez hacia arriba en Río Negro y Neuquén.

Claro, son profesionales. Recibieron instrucción para lidiar con la muerte. ¿Pero para tantas muertes? ¿Para tantas horas de trabajo sin descanso? ¿Para sentir en sus manos la vida de una persona que necesita una derivación desde una pequeña localidad y tener que responder que no hay cama? ¿Para explicar una y otra vez a una persona lúcida lo que significa una intubación y saber que ese cruce de miradas muy probablemente sea el último que tenga el paciente?

Los profesionales de las terapias intensivas no quieren ser protagonistas de esa última mirada.

Por eso insisten en la necesidad de implementar y sostener las medidas preventivas contra el coronavirus. Porque saben que el sistema de salud está colapsado y todavía falta mucho para un alivio.

Ese fue el mensaje que dejaron Cristina Orlandi, Marcelo Cabana y Juan Ferrero. Son los jefes y coordinadores de las terapias del hospital López Lima, del Sanatorio Juan XXIII y de la Clínica Roca, que en una entrevista con RÍO NEGRO expusieron sus miradas sobre la crisis sanitaria, planteando la necesidad de planificar políticas públicas e insistiendo en forma permanente sobre la responsabilidad social para evitar más dolor.

P: ¿Qué particularidad tiene esta segunda ola?

Orlandi: Una población mucho más joven que la del año pasado. Aparecen las mujeres gestantes, una población no frecuente el año pasado. Los pacientes llegan más graves, porque la primera etapa de la enfermedad la transitan en su casa, sin consultar. Llegan con más compromiso respiratorio que el año pasado. Probablemente sea porque son personas que necesitan seguir circulando por estar en etapa laboral. Por otro lado, ir a hisoparse requiere un tiempo y eso puede ser que consulten más tardíamente que los pacientes del año pasado.

Ferrero: Son mucho más jóvenes. Hemos tenido pacientes de 29 ó 30 años, que el año pasado no teníamos. Y se da otra situación en la zona: como Roca es centro de derivación, recibimos pacientes ya con ese atraso que se genera desde que consultó en otro hospital hasta que consiguió la derivación. Llegan entre el octavo y el duodécimo día, que es cuando empiezan las complicaciones severas.

P: ¿Hay manera de darse cuenta de que el cuadro ya es grave?

O: Es una enfermedad que se agrava entre el quinto y séptimo día. Cuál va a andar mal, no se sabe. El tema de las derivaciones es muy importante. Todos los días llaman desde diferentes lugares para pedir una derivación. No hay lugar de manera inmediata y cuando llegan, hace varios días que están con dificultad respiratoria y con un pulmón mucho más rígido y comprometido.

P: O sea que la capacidad de respuesta del sistema de salud de la región influye mucho en el escenario actual…

O: Claro, el sistema está saturado.

F: Estamos llenos y son internaciones prolongadas. En el mejor de los casos, no menos de diez días. Las altas que se dan son pacientes que se mueren. Además, el año pasado hubo varios meses en los que no hubo trauma (heridos por siniestros viales) pero ahora la gente sigue circulando y eso se suma al covid.


P: Ese punto es importante. ¿Qué sienten cuando salen de una jornada intensa de trabajo y se encuentran en la calle un movimiento similar a la prepandemia?

O: Sentimos mucha angustia, preocupación… a veces enojo. No porque circulen, sino porque lo hacen sin las medidas de protección. Uno puede vivir esta etapa usando tapaboca, manteniendo la distancia necesaria, pero cuando uno ve chicos tomando mate, reunidos en las plazas, es algo que no se puede entender.

P: ¿Tuvieron alguna vez el impulso de decirle algo a esas personas?

Cabana: Creo que todos pasamos esa etapa. Desde el enojo, la desilusión, el odiar la ciudad, la provincia, el país, el continente. Pensar que el hemisferio norte nos daba avisos y chances como para haber corregido y no lo aprovechamos… la semana pasada, sin ir más lejos, el sábado tuvimos una tarde común y corriente, donde no se vio menos volumen de gente circulando. Y se están muriendo nuestros vecinos, gente conocida de cada uno.

F: No sé si decirles algo, pero es como que perdés un poco las esperanzas. Lo que también nos pasa es que estamos muy cansados, porque somos los mismos que venimos trabajando desde el año pasado. Y esta segunda ola, que es con casos más graves, con pacientes más jóvenes, nos hace ver que no hay conciencia social sobre la enfermedad. Siguen los contagios en reuniones sociales, en cumpleaños. Y uno no entiende por qué no se cumplen esas pautas que parecen fáciles de respetar.

Cabana: «El año pasado teníamos miedo. Nos acostumbramos a trabajar con ese miedo. Ahora estamos vacunados, pero estamos cansados».

P: Cómo líderes de grupo ¿han tenido que intervenir para alentar a sus compañeros de trabajo? ¿Qué manifiestan esos profesionales? ¿Es cierto que son menos que en la primera ola, porque hubo renuncias?

O: Al principio teníamos la adrenalina y el entusiasmo de algo desconocido, el desafío. Habíamos vivido la pandemia del 2009 y pensamos que iba a ser algo similar. Pero este año llevamos muchos meses y se nota anímicamente, porque estamos diferentes. No sólo cansancio físico, sino mucha sobrecarga emocional. Y la desesperación de no ver el fin.

P: ¿Hay proyecciones sobre cuándo puede descomprimirse el sistema de salud?

O: Algunos dicen que puede ser en la primavera.

F: Sí, se habla de septiembre, octubre. Todavía no hemos visto el gran frío y eso es algo que acumula más gente en espacios cerrados, algo que favorece la transmisión.

P: ¿El sistema no tiene manera de acomodarse, de girar hacia alguna estrategia que le permita soportar mejor la demanda?

O: No. El sistema ya llegó a la expansión máxima. Podemos mejorar alguna organización, en el sentido de triage, la derivación, pero no mucho más.

F: No se pueden hacer más camas.

P: La respuesta tiene que venir desde la comunidad, evitar la enfermedad…

O: Sí, porque es muy compleja la enfermedad. Porque esas internaciones prolongadas no significan que el paciente no tiene oportunidad. Limitar el esfuerzo terapéutico por un fracaso terapéutico es muy difícil, porque es una enfermedad muy especial en su comportamiento. Algunos estuvieron un mes y salen adelante. Entonces, es difícil liberar camas. Por otro lado, no hay un sistema de atención poscovid en todo el país. Entonces, son pacientes muy vulnerables, que no pueden salir con facilidad a la planta de internación general.

P: ¿Cómo es el vínculo con el paciente? Intubar requiere un proceso de comunicación muy claro. ¿Cómo lo abordan?

O: Claro, a diferencia de lo que era habitual antes en terapia, cuando la mayoría de los pacientes llegaban con falla de órganos u otros trastornos, en el caso del covid la intubación es a una persona totalmente lúcida. Entonces se brindan primero otras posibilidades no invasivas, pero cuando eso fracasa, hay que explicarles que se los va a dormir para entrar a respirador. Y lógicamente que saben que pueden no volver a despertar. Entonces, en ese momento, alejados de sus familias, hace que la despedida, o el mensaje con la familia sea a través del personal de salud. Algunos piden por favor un tiempo para hablar por teléfono antes de eso. Emocionalmente es muy duro para todo el equipo de salud.

P: ¿Pudieron prepararse para eso?

F: No hubo preparación específica. Lamentablemente eso llegó con el tiempo.

O: Todo depende de la estructura personal de cada profesional. Hay quienes han resistido y gente que ha renunciado, ha dejado de trabajar porque no aguanta más esta situación.

P: ¿Hay rechazos?

F: No, hay mucha sed de aire y al respirador lo pide el mismo paciente.

C: En nuestro caso hubo dos rechazos. El resto fueron casos en los que el paciente lo pide, por el agotamiento con el que llegan.

P: ¿Y con las familias? ¿Cómo es el vínculo?

O: Pasamos de una etapa de humanización de las terapias, donde los allegados formaban cada vez más parte de los cuidados y estaban mucho tiempo en las terapias, a una familia primero aislada porque es contacto estrecho y después con restricción de visita. Nosotros empezamos a trabajar desde octubre con un licenciado en psicología y empezamos a hacer visitas de cuatro pacientes por día, acompañados por gente del equipo de salud. Y después de eso, una sesión con el psicólogo, donde se los trata de contener, prepararlos para el duelo en el caso de que sea un paciente que se prevea que pueda fallecer y un acompañamiento posterior si el fallecimiento se produce. Y eso fue una ayuda emocional para nosotros y para las familias.

P: Reciben pedidos de derivación en forma constante. ¿Pero también reciben pedidos de conocidos, amigos, familiares, por vivir en comunidades donde los vínculos son mucho más cercanos?

O: Hay un pedido desesperado de camas al que uno no puede responder. Aparte, tenemos que seguir con los criterios éticos para la asignación del recurso.

C: Hay una situación que yo he vivido, cuando nos llaman pidiendo una cama desde Catriel, Cinco Saltos, San Patricio del Chañar, Piedra del Águila, Chimpay, Río Colorado, Choele… y vos tenés que decir que no. Y al decir que no sabés que era la última puerta de esa persona para recibir asistencia. Y eso te repercute en el sentido personal.

P: ¿El sistema se preparó para llegar a la segunda ola? Sabemos que terapistas son muy pocos en todo el país, pero ¿no hubo chance de preparar equipos, con otros profesionales, para que esto que está ocurriendo, no sea tan grave?

O: Hubo propuestas de gestión que en algunos lugares funcionaron y en otros no. Un colega me comentaba que el Hospital Central de Mendoza pasó de 40 a 100 camas de terapia intensiva. Pero todas las especialidades trabajan con un intensivista. Ese era el modelo de gestión que se planteaba, pero no en todos lados se pudo.

C: Un intensivista, con un grupo de anestesistas o cardiólogos, o médicos emergentólogos, puede trabajar. El intensivista dice ‘con este paciente tomamos tal conducta’ y el que ejecuta puede ser uno de estos médicos. Yo creo que el hombre estaba preparado para la pandemia, porque respondimos en menos de un año con vacunas, todas excelentes. Pero no estaban preparados los países, los gobiernos, las estructuras de salud. Creo que después de esta pandemia tiene que haber una reorganización del funcionamiento de los sistemas de salud, que es lo que lamentablemente ahora padecemos. Hay que formar intensivistas, profundizar la revalorización que tuvieron los kinesiólogos, lo mismo que con el sector de enfermería.

O: Si no reciben el mensaje los políticos, los que son responsables de las políticas de estado de salud, han desaprovechado una oportunidad. Desde la Sociedad de Terapia Intensiva se intentó gestionar un cambio con el gobierno nacional, no sólo en la formación del residente, sino en la jerarquización de las profesiones que hacen a la terapia intensiva. Hasta ahora no encontramos respuestas. Son parches, nada más. Y si esto no se aprende ahora, las próximas pandemias -que se prevén cíclicamente- nos van a encontrar con las mismas debilidades.

F: Nos pudimos haber preparado consiguiendo algún equipo, pero somos las mismas personas. En un año, no cambió mucho la situación y tenemos más pacientes de los que esperábamos.

P: ¿Qué mensaje final dejarían?

F: El mensaje es que la gente se cuide. El barbijo, la distancia, lavarse las manos, son cosas que están comprobadas científicamente que sirven. Hay que cumplirlas.

O: Aparte, cuando te equivocaste, no hay vuelta atrás. No podés decir por qué no me puse el tapaboca, por qué no evité la juntada…

C: De esta nos salvamos entre todos y si no es así, va a haber mucho dolor.


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