¿Quién gobierna realmente en el Vaticano?
Por Peer Meinert y Carola Frentzen
El Papa no tiene adjuntos. Su poder, ilimitado por definición, no es compartido con nadie en esta tierra. Incluso en su lecho de enfermo en la décima planta del policlínico Gemelli de Roma, donde se recupera de una complicación tras una afección gripal, Juan Pablo II sigue siendo un «monarca absoluto» entre la cristiandad. No hay que extrañarse, pues, de que la Santa Sede pusiera en Internet ayer mismo un mensaje del Sumo Pontífice: «Todo va bien, todo sigue normal, nada de qué inquietarse»; ése es el mensaje que quiere que trascienda «urbi et orbe».
Karol Wojtyla, de 84 años, quien se recupera de una afección gripal, está rodeado de unos pocos colaboradores estrechos, los únicos que tienen acceso a su Santidad. No obstante, el pequeño Estado Vaticano quiere evitar que se transmita la sensación de que existe un vacío de poder en la jerarquía de la Iglesia Católica y tampoco se desea que se desate el circo de especulaciones, entre bastidores y plagado de intrigas, sobre el sucesor del Papa. Algunos teólogos se aventuran, sin embargo, a hablar ya de «final de un pontificado» debido a que aunque Juan Pablo II sigue en el cargo, de hecho, su frágil salud, sobre todo por su avanzado Parkinson, le impide ejercer el poder efectivo.
Pero, entonces, ¿quién tiene el mando ahora?, se preguntan todos los medios italianos y mundiales. Y ¿durante cuánto tiempo se prolongará esta situación anómala?
El Papa no es sólo el jefe de Estado de la Santa Sede, también es el líder espiritual de los casi 1.000 millones de católicos en el mundo y por lo tanto una figura muy influyente en el escenario político internacional y el «presidente» de una «multinacional» gigantesca.
«En el Vaticano no hay secretos nucleares estratégicos. Los temas sobre los cuales debe despachar su Santidad pueden esperar hasta que se recupere», asegura el portavoz del Vaticano, el español Joaquín Navarro-Valls. De hecho, la mayor parte del trabajo diario de la Santa Sede sigue su ritmo normal gracias a los miembros de la Curia Romana, el contingente de colaboradores del Vaticano que hacen las tareas de gestión equivalentes a cualquier administración. Pero es difícil evitar pensar en la sensación de extrañeza, cuando se reflexiona sobre la situación en la que se encuentra ahora el pontífice de Roma, postrado en una cama del prestigioso policlínico Gemelli.
Dos habitaciones, un pequeño salón de estar con un par de sillas estilo Luis XIV, cocina y una pequeña capilla: ésos son los únicos espacios desde los que, desde el pasado martes por la noche, es gobernada la cristiandad del orbe. En el Gemelli, el máximo jerarca de la Iglesia Católica está, virtualmente, incomunicado del resto del mundo y del aparato de gobierno que, de momento, sigue funcionando como un perfecto engranaje intramuros vaticanos.
Las habitaciones del Papa no sólo constituyen un refugio de las cámaras de la prensa, también son un parapeto contra el estrés y las preocupaciones. Tienen allí vedada la entrada no sólo los cardenales purpurados de la curia, sino incluso el primer ministro italiano Silvio Berlusconi. El único «hombre fuerte» que tiene acceso a su Santidad es su secretario privado y compatriota polaco Stanislav Dzivisz, un viejo amigo de los tiempos de estudios teológicos en Cracovia. Uno de los pocos que pudieron visitarlo es un niño pequeño, también paciente del Gemelli. Y es que el Papa siempre ha dicho que los niños y los jóvenes son una de sus fuentes de inspiración.
Pero que nadie se llame a engaño: no hay vacíos de poder en la estructura vaticana a pesar de la enfermedad del Pontífice. «Si tengo algún problema complejo, lo consultaría de inmediato con el secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano», explica el cardenal de la curia James Francis Stafford. «Por supuesto que rezamos por el Papa, pero proseguimos con normalidad nuestro trabajo diario, porque ése es el deseo del Santo Padre y de la Iglesia», subraya Stafford.
Sodano, de 77 años, jefe de la Curia Romana, tiene el cargo equivalente a un primer ministro. Teóricamente, según estipula el Derecho Canónico, Sodano no tiene un poder mayor que otros cardenales de la curia en tema clave, aunque -de hecho- se ha constituido en «mediador entre la curia y el Papa», según comenta el experto vaticanista Orazio Petrosillo.
Pero, en caso de enfermedad prolongada del Papa, otro nombre saltaría a la palestra: el del alemán Josep Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y decano de la curia. «El Papa ha colocado en los últimos años a estrechos aliados en los puestos clave», dice Petrosillo. No sorprende pues que entre los más «papables» de los potenciales candidatos a ocupar la silla del sucesor de Pedro figuren, precisamente, Sodano y Ratzinger.
(DPA)
El Papa no tiene adjuntos. Su poder, ilimitado por definición, no es compartido con nadie en esta tierra. Incluso en su lecho de enfermo en la décima planta del policlínico Gemelli de Roma, donde se recupera de una complicación tras una afección gripal, Juan Pablo II sigue siendo un "monarca absoluto" entre la cristiandad. No hay que extrañarse, pues, de que la Santa Sede pusiera en Internet ayer mismo un mensaje del Sumo Pontífice: "Todo va bien, todo sigue normal, nada de qué inquietarse"; ése es el mensaje que quiere que trascienda "urbi et orbe".
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