Recuerdo de la lucha por sobrevivir
Se cumple un año de la muerte de Susan Sontag. La intelectual luchó hasta el último de sus días por sobrevivir
NUEVA YORK (DPA).- Susan Sontag venció en dos ocasiones el cáncer. La primera, un tumor de mama, estaba muy avanzado y afectaba a más de una decena de ganglios linfáticos. Entonces la escritora estadounidense tenía 42 años. Cuando a los 71 se le diagnosticó por tercera vez cáncer, ella estaba plenamente convencida de que iba a poder vencer la enfermedad, según relató el hijo de la Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2003.
«Ella hizo lo que siempre había hecho: Luchar», recuerda David Rieff, de 53 años. Cuando casi se cumple un año de la muerte de Sontag, Rieff describe ahora en conversación con el «New York Times Magazine» el amargo combate que libró su madre para seguir viviendo.
En todo el mundo, a excepción de la derecha en su país, Sontag ha sido considerada como una de las mujeres más inteligentes y polifacéticas del siglo, una maestra de la provocación. Cuando en 2004 los médicos le diagnosticaron un síndrome meliodisplásico (MDS), prácticamente le estaban entregando su certificado de muerte. La supervivencia en ese tipo de leucemia es de un 20 por ciento como máximo. No obstante, Sontag no se dejó inti
midar y tras el impacto inicial de la noticia comenzó a buscar información en internet sobre cómo hacer frente a la enfermedad, plenamente convencida que podría volver a superar el desafío con sus propias fuerzas.
Regresó a su mesa de trabajo en Nueva York y escribió un apasionado ensayo sobre las fotos que se acababan de publicar de las torturas a los presos en la cárcel de Abu Ghraib e incluso llegó a plasmar en papel algunas ideas para su próxima novela. Asimismo se equipó para un trasplante de médula, su única posibilidad de supervivencia. Los costos de la operación, de más de un cuarto de millón de dólares, los puso de su bolsillo ya que sus aseguradoras se negaron a sufragar la intervención por las pocas posibilidades de éxito.
Entonces llegó la mañana en la que Sontag recibió la noticia de que el trasplante no había funcionado. La leucemia había regresado. «Pero eso significa que tengo que morir», gritó sorprendida, según palabras de su hijo. Incluso después, la «mujer única y valiente» -como en cierta ocasión la elogió la escritora canadiense Margaret Atwood- tomó cualquier remedio que dejase un resquicio de esperanza. «No me interesa la calidad de vida», dijo a sus médicos Sontag. «Mi madre estaba firmemente decidida vivir, sin importar cuánto tuviese que sufrir para ello», recuerda Rieff.
Pero la salvación no llegó y el 28 de diciembre de 2004 se durmió para siempre en un hospital de Nueva York. Su hijo y un médico de confianza estaban a su lado. «La imagen de una muerte dulce y sencilla (…) es parte de una mitología sobre las enfermedades que no son espantosas, humillantes o dolorosas», había escrito Sontag 15 años antes en «AIDS and Its Metaphors» (El sida y sus metáforas).
Ese es uno de los 17 libros que escribió a lo largo de sus casi 50 años de carrera como escritora. Además, también publicó numerosos ensayos sobre política y literatura, así como relatos, guiones y obras de teatro. Bajo su dirección se rodaron cuatro películas. Unos años antes de morir, en conversación con dpa habló de su relación con su hijo David, nacido de una anterior relación con el sociólogo Philip Rieff, del que más tarde se divorció.
Sontag no se volvió a casar y vivió, entre otros, con la fotógrafa neoyorquina Annie Leibowitz. En otra entrevista dijo con valentía que había amado en nueve ocasiones: a cinco mujeres y a cuatro hombres.
Poco después de estudiar en la Universidad de Princeton, David comenzó a seguir los pasos de su madre. Es escritor, crítico y periodista y viaja desde hace años por rincones del mundo visitando las regiones de crisis o guerra como Ruanda, los Balcanes, Afganistán e Irak.
En 1993, Sontag siguió a su hijo a Sarajevo, que durante mucho tiempo estuvo sitiada y montó para el «Teatro de la Juventud» de la ciudad la obra de Samuel Beckett «Esperando a Godot».
Al igual que antes hacía su madre, Rieff analiza los acontecimientos políticos y define su postura en el «New York Times» y otros prestigiosos diarios de todo el mundo.
GISELA OSTWALD
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