Retar a la historia

Weretilneck premió y renovó lealtades con sus listas. Pichetto, atado a la contribución nacional y la erosión del oficialismo.

PANORAMA RIONEGRINO

La escena electoral está casi resuelta. El próximo lunes vence el plazo de presentación de candidatos. Ya hay cinco boletas y una sexta se prepara entre los partidos de izquierda.

Las fuerzas líderes se desafían entre la imposición o la desactivación de un plano de polarización.

Weretilneck milita en favor de un virtual “mano a mano” con Pichetto, aun las otras propuestas. Su triunfo depende, esencialmente, de la captación de votos independientes o descontentos del justicialismo y radicalismo. En fin, contrarrestar un cimiento peronista nunca inferior al 30%.

Vale un repaso de las dos últimas décadas. En el 2003, el PJ (Carlos Soria) mantuvo ese piso en la diáspora de ofertas extrañas (Julio Arriaga y Eduardo Rosso, entre otras), favoreciendo al oficialismo (Miguel Saiz) que logró su mayoría con una colectora del PPR. Antes y después, con menos boletas, las elecciones realmente se polarizaron. Pablo Verani venció al justicialista Remo Costanzo en 1995 y 1999. Cada uno captó más del 40% de los votos y los terceros quedaron en un dígito (Omar Lehner y Carlos Gadano). Un quiebre parecido ocurrió en el 2007 y el 2011 cuando Saiz fue reelecto (46%) ante Pichetto (40%) y, luego, Soria (49%) venció a César Barbeito (36%). Magdalena Odarda ya era alternativa a esas mayorías y rondó solamente un 6%. Su boleta sólo creció en las elecciones al Congreso y llegó al 26% en el 2013, que la consagró senadora. Desafía, ahora, esos antecedentes.

Esta historia condimenta el presente proceso, signado además por la fractura del FpV con la gestación del partido del gobernador (Juntos Somos Río Negro) y la implosión del radicalismo.

En la buscada polarización, Weretilneck está a la caza del voto crítico a Pichetto-Ana Piccinini, con todas sus vertientes. Esboza críticas a medidas y conductas de la Nación, a pesar de que sus peronistas se repiten en promesas de fidelidad al kirchnerismo. No avanza más contra la presidenta Cristina Fernández por su alta imagen en Río Negro.

Pichetto alistó a la dirigencia justicialista y conserva un sostenido aporte kirchnerista. El senador entiende que esos soportes -aun ciertas fugas- serán suficientes. Arriesga demasiado cuando reduce todo al despliegue nacional, que ofrece grietas y excesos. El gobernador lo fustigó por las demoras del envío de los fondos prometidos por Agricultura a la fruticultura. Tampoco puede exculparse al FpV si emula a la administración provincial en la utilización proselitista de recursos estatales. Así, no hubo límites cuando Juan Manuel Pichetto, como candidato al municipio de Viedma, entregó 2,2 millones del Ministerio de Agricultura y Ganadería a productores del Idevi.

Aun sus contrastes, el FpV se concentra en su histórico potencial y confía en la erosión que al oficialismo generarán el crecimiento de Odarda, la supervivencia de la UCR y la irrupción del Pro.

Y Weretilneck falló en su plan antidesbande. Desechó los ofrecimientos de colectoras de parte de la UCR y del PPR, hoy transformadas en la Lista 3 de Horacio Massaccesi y la del Pro que propone al exvicegobernador Mario De Rege (que liderará, además, el circuito del Valle Inferior). Tampoco Odarda desechó un acuerdo, pero Weretilneck nunca lo valoró porque priorizó a los peronistas aliados.

También la proliferación es un problema para el Frente de la senadora. Quería ser la única elección para los censores al oficialismo provincial y al nacional. Hubo equívocos en la ponderación de lo que tolerarían en la UCR y el Pro. Podrán ser frágiles, pero esas expresiones limarán -indudablemente- el caudal de Odarda. También la vice para Bautista Mendioroz abrió una filtración a las imputaciones por su pasado radical. Hoy el tributo de parte de esa columna de radicales -con el partido en otro lado- es incierto, pero la senadora ya fue bien generosa con ellos. Jorge Ocampos encabezará la sábana, seguido por la diputada radical Daniela Agostino, el socialista José Tealdi y la cuarta no está resuelta pero se reserva para el desgrane de la UCR. El quinto lo ocupará el arista Andrés Alvarenga. El exministro Roberto Rulli sería primero en el Valle Inferior, Leonardo Ballester en el Valle Este y Juan Pablo Álvarez Guerrero en el circuito Andino, a pesar de que persiste la opción de Darío Rodríguez Duch si no va a la sábana.

Weretilneck exhibió -finalmente- su pata radical, incluyendo a Marta Milesi y Adrián Casadei en sus boletas de legisladores. Otros asociados a su “plan colectivo”. No más que eso. Basa su edificación política sólo en su figura y las listas presentadas responden a esa directriz. Escasean candidatos con sostén electoral. No le importa. “Juega a todo o nada. Si gana, tendrá todo el poder para él”, explican. Premió lealtades obtenidas y renovadas. El liderazgo para Facundo López es el fiel ejemplo de esa evaluación. Renovó su banca por la Concertación radical, se arrimó a Weretilneck cuando asumió en el Ejecutivo y, desde entonces, sus saberes y sus habilidades, sin mayores escrúpulos, estuvieron a las órdenes del mandatario. Esa manifiesta utilidad política fue recompensada con el primer lugar de la sábana.

Otra docena de legisladores leales -contando a Milesi y Casadei- están en las nóminas de postulantes. Lo ubicó al ministro Ricardo Arroyo, aun los cuestionamientos, y obvió cualquier lógica política con el quinto lugar para la presidenta de su bancada, Roxana Fernández, hoy doble candidatura por su postulación a la intendencia de Sierra Grande. Así, parece que abandona esa compulsa local.

Esta dotación tuvo al gobernador como único motor y artífice. Muchos de los virtuales actores se anoticiaron de las decisiones a último momento. El partido massista Unidos por Río Negro, un pilar legal de Juntos, recién supo un día antes cuál sería su destino, no aceptó el noveno lugar y Weretilneck se lo cedió a Pueblo de Gustavo Gennuso (que recayó en Leandro Lescano). No hubo debate, ni margen de reclamo posible.

Ese verticalismo es innegable. “No hay luchas intestinas” en el espacio de Juntos, predicó en Roca. Tendrá que repasar esa afirmación. Las últimas semanas, el gobierno quedó expuesto en la cruda confrontación entre el vicegobernador Pesatti y Arroyo. Se resolvió con la salida del ministro después de sus innegables falencias en la misión social encomendada y, en especial, su fuerte exposición en los casos de corrupción de menores. Pesatti fue un militante del cambio y Arroyo lo sabe. El vice ya creía ubicado a Matías Rulli en Desarrollo Social y el secretario general preparaba su equipo cuando Weretilneck lo anotició de que otro sería el futuro ministro. Nombró a Fabián Galli, un audaz en política pero bien ajeno a la gestión social. El gobernador no concedió todo el triunfo a Pesatti cuando le negó el ascenso de Rulli.

En días, Arroyo será sólo un candidato y Pesatti mantendrá el poderoso mando legislativo. Igual, ambos seguirán batallando en las cercanías del máximo poder.

Todo se inició hace casi dos años cuando el aún ministro hurgó en los expedientes del Fondo de Viviendas de APEL y dejó al descubierto que Pesatti -como mínimo- no había controlados esos envíos públicos. Después, Arroyo alentó a Alejandro Palmieri para la vicegobernación, argumentando que el actual poco contribuía electoralmente. Todavía no sabía que Weretilneck había atado el futuro oficialista a su capital electoral, empujado por el Estado, mientras que el resto actuaría de consorte de sus pasos.

Así, el gobernador provoca a la ofensiva del FpV y, en especial, reta a la historia.

Adrián Pecollo

adrianpecollo@rionegro.com.ar

Adrián Pecollo


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