Ricardo Canaletti: “La tortura define mucho de la Policía”

Con más de 30 años especializándose en delitos de sangre y de guante blanco, el abogado y periodista saca a la luz su libro: “Crímenes sorprendentes de la Argentina”.

ENTREVISTA

-Su libro se inscribe en lo que parece un renovado interés en Argentina, que de la mano de sociólogos, abogados, periodistas y antropólogos exploran los contenidos del delito, “lo policial”…

-Que no es tal… No hay hechos “policiales” en los términos en que aquí definimos ciertos hechos sociales a los que le dan forma un tejido de situaciones, protagonistas, acciones en los que sí intervienen la Policía, la Justicia… Pero no acuerdo con esto de definir como “policial” un hecho que es mucho más abarcativo en su naturaleza.

-¿Pero hay una renovación del interés por este tipo de hechos?

-Es posible. Pero creo que no es una renovación con público, o en todo caso tiene un público en espacios muy puntuales. Incluso, si incorporamos la literatura como otro plano que se ocupa de este campo, vemos que no hay una tradición de interés como se siguió en Inglaterra con Conan Doyle y su Sherlock, o Poe en Estados Unidos. Hay sí interés cuando el poder, en sus distintas expresiones, está comprometido en el hecho. El interés no está puesto en el ensayo meduloso, en la historia desplegada con argumentos, pruebas, dudas, certidumbres, etcétera. El interés está focalizado en lo que dicen los medios sobre éste o aquel crimen, robo.

-Tiene larga experiencia en hechos crudos, de sangre… ¿Qué lo atrapa de esa geografía?

-El misterio, las conductas de los protagonistas, sus historias personales, familiares… la participación del poder en muchos de esos hechos.

-¿La Policía concretamente?

-El poder en términos de aparato de Estado. Es una estructura que, de una u otra manera, mata y mata mucho. No es neutro en materia de violencia. La Argentina tiene acumulada una historia muy dura en esta materia. Una historia de abusos por parte del aparato de Estado y sus instrumentos. La Policía, por caso.

-¿Es cierto que perdió fuentes policiales o, dicho de otra manera, que la Federal, la Bonaerense, la Metropolitana no quieren saber nada con usted?

-Sí, no creo que me queden fuentes en esas instituciones. Sucede que no les gustan la crítica, las objeciones a las rápidas conclusiones a que suelen llegar. Toda argumentación que marche en dirección opuesta a esas conclusiones los enoja. Esta conducta la detecté cuando recién me iniciaba como periodista dedicado al delito. O sea hace muchos años… Fue un día en que razonando con un comisario sobre un hecho sucedido en un sexto piso, él me cortó: “No me ponga en duda lo que le digo”. Hoy, bueno, investigan los fiscales, los jueces y podríamos decir que hay espacio diferente en materia de fuentes, de reflexionar. Pero la “verdad” policial sigue tallando de una manera u otra.

-Su libro último comienza con un asesinato cometido en Buenos Aires en 1828. El asesinato lo cometen niños bien -un Álzaga incluso que huye y huye- y otros dos que son capturados, juzgados y ejecutados durante el gobierno de Manuel Dorrego: Arriaga y Marcet.

-El propio almirante Brown le pidió a Dorrego que conmutara la pena.

-¿Qué constante tiene, a lo largo de los 19 relatos que integran su libro, la actuación policial?

-Ineficacia, impericia. En dosis distintas, pero ésa es una constante muy elocuente. Hasta hoy, incluso. Mucha historia donde la gestión policial se mueve desde cierto paradigma: “Una vez que tengo un detenido, busco las pruebas”. Y la tortura, la violencia destinada a arrancar confesiones. La tortura define mucho de la Policía y desde muy lejos en la historia.

-¿El proyecto de legislar a favor de la silla eléctrica que se alienta a partir del golpe del 30 y que tiene al comisario “Polo” Lugones (N de R: hijo del poeta), expresa un ideario fundado en patologías o expresa un ajuste del aparato de Estado destinado a ir por los extremos?

-Expresa una época en que la violencia policial campea libremente en el marco de impunidad con que se mueven las dictaduras de Uriburu y luego de Justo. Hay incluso un clima de época para la violencia generada desde el Estado. Llega desde afuera. No podemos dejar de lado que en Europa gravitan con fuerza el relato fascista, el nazismo… Es decir, cuerpos ideológicos con un ideario del orden, de la Justicia sustentados en visiones muy extremas, prepotentes, estigmatizadoras, prejuiciosas, racistas. Todo lo que conocemos. Miradas que influyeron muy fuertemente en la Argentina de aquella década e incluso a posteriori. Esquemas ideológicos que procuraron organizar a la sociedad corporativamente. Si Uriburu hizo de “Polo” Lugones un comisario inspector, Justo lo hizo jefe de Orden Público, que se ocupaba incluso de los opositores al régimen. Radicales, socialistas…todo. Y a la detención, inevitablemente, le seguía la tortura. “Polo” era el único hijo de Leopoldo. En tiempos de Marcelo T. de Alvear había dirigido un reformatorio de niños abandonados y delincuentes. Ahí violó un chico y protagonizó hechos de pederastia. Un fiscal pidió 10 años de prisión y Leopoldo fue a verlo a Yrigoyen. De rodillas le suplicó que interviniese para sacar de juego el proceso. Yrigoyen accedió. Y paradojas tiene la historia: años después, Leopoldo Lugones es uno de los ideólogos del golpe que derrocó a Yrigoyen…Y muchos radicales fueron torturados por “Polo”.

-Y en tren de paradojas lugonianas, la nieta de Leopoldo e hija de “Polo”, “Piri”, terminó en Montoneros y fue desaparecida en la ESMA. Familia de suicidas: Leopoldo, “Polo”, Alejandro, hijo de “Piri”…

-Ésa es la zaga, sí, sí. Y “Polo” era un entusiasta de la tortura. Había inventado una silla de madera en la que se ataba al detenido y se le hacía de todo. Desde corriente eléctrica vía la púa o picana a de todo, bajaban la silla hacia un recipiente con materia fecal. Hundían al detenido hasta el borde de la asfixia. Tenía su equipo de comisarios torturadores… Vaccaro, Bazán. Él alentaba la transformación de la silla en silla eléctrica oficial avalada por una ley. Hasta había elegido el lugar donde funcionaría: los socavones de la entonces Penitenciaría Nacional de la avenida Las Heras. Había pensado que seguramente su silla, que era de hierro, se transformaría en eléctrica, sería de madera como las que se usaban en Estados Unidos para las ejecuciones. Pero bueno, el proyecto no prosperó aunque llegó al Parlamento. En realidad, el proyecto venía alentado -como lo señalo en el libro- por el asesinato del joven Abel Ayerza, secuestrado extorsivamente por parte de un grupo de italianos de Santa Fe. Ayerza descendía de una familia de abolengos, católica, conservadora y él integraba la Legión Cívica, un grupo paramilitar organizado desde el aparato de Estado.

-Por momentos, de cara a la expansión de delitos, en la opinión pública emergen juicios, reflexiones que forjadas incluso en un desconocimiento sobre el contenido de las teorías deterministas de Lombroso tienen, a la hora de la sospecha sobre autorías o de los acusados concretos, mucho arrastre “lombrosiano” en clave a prejuicio sobre rasgos físicos, color de piel. ¿Ha detectado ese tipo de estado de opinión?

-Sí. Es posible detectar, en los términos que usted le da, ese tipo de arrastre lombrosiano. En realidad, lo palpable en términos muy nítidos es el prejuicio, que por lo demás tiene historia densa en nuestro país. Muchos argentinos forjan su juicio hacia los demás a partir de dos dictados: si tienen o no trabajo, y cuál es el color de piel del “otro”… Son condiciones morales. Levantarse temprano e ir a trabajar es una condición “moral”. No importa si el “otro”, el distinto en color de piel, sufre la falta de trabajo: no trabaja. Podemos entonces deducir que el que se levanta tarde es peligroso, ¿no? Y ahora que somos más y en consecuencia hay más delito de sangre, de guante blanco, el prejuicio parece fortalecerse.

-¿Por qué opina que el Poder Judicial es la hermana más chica?

-Porque el resto del esquema de poder siempre busca someterla. Sí, es la más chica…

> Como en Cuenca…

-Que si después de trabajar tanto sobre crímenes, ¿hay algún hecho que me dejó muy impactado en extremo… que me vuelve y vuelve? Y sí. Uno tiene acumulada mucha materia, experiencia.

Pero mire, hay un caso que no terminó en muerte, pero me vuelve en términos de toda la atrocidad, la injusticia que lo rodeó. El caso de Nelson Madaff… sucedió en San Luis, en el 89, cuando fue detenido por la policía provincial bajo acusación de asesinato a una joven -Claudia Díaz- que supuestamente había quedado embarazada de él, que la habría hecho abortar y luego la había matado. Tremendo lo que hicieron con ese muchacho… Tortura y tortura. Le arrancaron los dientes con botellas rotas, le tiraron lavandina en la cara, los ojos… colgado de los brazos… ¡Y excavaban aquí y allá en procura del cuerpo de Claudia Díaz y lo que encontraban eran huesos de gatos, de perros… ¡Un horror a cargo de la Policía de la provincia!…

A Madaff, vía tortura, le arrancaron una declaración en la que asumía la responsabilidad del hecho. Pero pasado el tiempo, la Justicia lo puso en libertad porque no encontraba razones para tenerlo detenido. Y con el tiempo apareció Claudia Díaz, tenía varios pibes y vivía en San Juan… se había fugado de San Luis por malos tratos del padre, pero la Policía puntana “probaba” que Nelson Madaff -que vive- la había matado…

-¿La Policía del sistema político que desde hace 30 años lideran los hermanos Rodríguez Saá?

-¡Sí, claro! Recuerdo que en el marco del caso Madaff, Alberto Rodríguez Saá fue invitado a la mesa de Mirtha Legrand. Y como el hecho tenía mucha presencia nacional, Mirtha le preguntó qué pasaba con el tema. Y Alberto, mirando la cámara, sentenció con mucha solemnidad, algo así como: “Me dirijo a los poderes públicos de mi provincia para que se aclare este caso”. Y la Policía, claro, “descubrió”… ¿Sabe?, siempre digo que el caso Madaff tiene algo del crimen de Cuenca, en España. Esos dos españoles a los que vía tortura y más tortura confiesan que asesinaron a un pastor de ovejas que había desaparecido unos años antes… Pero un día se supo que el pastor vivía en otro punto de España y los dos “asesinos” ya llevaban más de una década presos…

* Ricardo Canaletti es abogado y periodista. Conduce “Cámara del Crimen” en TN, donde además es columnista en los noticieros de esa señal. Profesor en la Universidad de Belgrano, escribió, entre otros libros, el “Caso Belsunce”, el “Caso Barreda” y junto con Rolando Barbano “Todos mataron”, investigación que desentraña la historia de varios federales que con los años fundaron la Triple A.)

CARLOS TORRENGO | carlostorrengo@hotmail.com

El misterio, las conductas de los protagonistas, sus historias personales, familiares… la participación del poder en muchos de esos hechos.

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El misterio, las conductas de los protagonistas, sus historias personales, familiares… la participación del poder en muchos de esos hechos.

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