Roca: después de 40 años trabajando y sin un peso armaron su cooperativa

Esta es la historia de extrabajadores de una firma casi centenaria de Roca, Stafisso, que un buen día quedaron en la calle y que -como reacción- pudieron diseñarse un futuro productivo.

SOCIEDAD

La historia de los tres Carlos y los dos Migueles bien podría resumirse en una línea: trabajadores que no se amilanaron por los vaivenes de la vida cotidiana y lograron salir a flote.

Trabajaron 25, 30 y hasta casi 40 años en una misma empresa pero un buen día los dejaron en la calle.

A grandes rasgos ellos mismos lo cuentan así. Pero en rigor de la verdad su historia, como la de tantos y tantos que la han peleado duro, va bastante más allá.

Carlos Zapata, Carlos Soto, Carlos Gallego, Miguel Bustos y Miguel Catalán se conocen de trabajar «toda la vida» en una tradicional empresa de Roca, la firma Stafisso, que quebró y cerró sus puertas en abril del 2013.

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Un par de años antes la empresa había cambiado de manos y desde entonces lo peor se veía venir. «Ya no era lo mismo la atención, el negocio trabajaba menos, los nuevos dueños no se preocupaban… pero bueno eso ya fue, lo queremos dejar atrás», dicen.

Ya con un pie en la calle, el mundo pareció caérseles encima. Hubo nervios, temor, preocupación, incertidumbre y dolor. También llovieron problemas, deudas por los cuatro costados. «¡Todos teníamos familias enteras que mantener! Y después de 30, 40 años de trabajo nos largaron como habíamos entrado ¡sin un peso!», cuentan los Carlos.

«Nos desesperamos, lógico, al principio nos volvimos locos, no sabíamos qué hacer… el grupo era más grande pero ahí ya las cosas no estaban bien y algunos se fueron, sin nada. Nosotros decidimos unirnos y sabíamos que todo estaba mal, que no íbamos a poder sacar nada de ahí adentro porque la empresa quebró, ni siquiera sabíamos a nombre de quién estaba… era todo muy turbio cuando empezamos a investigar. Y bueno, preferimos apostar por la unión y el trabajo, y ahí se nos ocurrió pedir las máquinas. Lo planteamos y nos dijeron que era posible, así que cada uno se quedó con la máquina con la que estaba trabajando. ¡Ojo que esto no cubre ni un 10% de todo lo que nos debían eh, pero… antes que nada», piensa y afirma, Carlos Zapata que trabajó 30 años en Stafisso.

De ahí en más, todos desarrollaron más y más sus ‘pulmones’.

Es que «todo dependía de nosotros, no contábamos con nadie más, así que fue un gran esfuerzo que hicimos y sí tenemos que agradecer el gran apoyo de muchos de los que eran nuestros clientes –agrega Miguel sin perder el hilo del relato–. Nos dieron una mano grande y ahora lo siguen haciendo, confiando en nuestro trabajo. Estamos agradecidos eternamente».

En boca de todos estuvo el recuerdo, además, para «el maestro Paolo Bruschini, quien fuera nuestro jefe y siempre nos apoyó, nos ayudó con sus conocimientos, con todo lo que pudo».

Y una vez que los trabajadores lograron reponerse del cimbronazo del cierre de la empresa, dibujaron los primeros trazos de su destino. Buscaron grúas para trasladar el equipamiento y les prestaron un lugar para funcionar. De a poquito todo fue tomando forma y hoy hace ya casi un año que se convirtieron en sus propios jefes y ¡vivieron para contarlo!, sonríen, aferrándose siempre a sus máquinas.

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«Meses y meses sin un peso»

«Fue terrible al principio. Fueron varios meses parados, hasta que logramos establecernos. En la primer semana que abrimos pudimos repartirnos $600 cada uno. Fue un aliciente porque veníamos sin cobrar. Empezamos a hacer panfletitos, la gente se empezó a enterar de a poco, fue todo boca a boca, a pulmón», explican.

Carlos Soto (52) pasó más de 33 años, 9 meses y 15 días en Stafisso. Su especialidad: los cilindros. Padre de 3 hijas, todavía recuerda el sabor amargo de hace un año atrás. «Para mí fue un desastre, mi señora estaba enferma, tenía miedo de quedarme sin mutual, fue un momento muy jodido para mí, prácticamente no dormía. Nos largaron sin nada, pero siempre nos mantuvimos juntos».

Miguel Bustos (55) con 33 años en la empresa no duda en afirmar que «ahora estamos más tranquilos. Por lo menos ¡ya estoy saliendo de deudas! Imaginate, me explotaron las tarjetas, tenía mucho para pagar… salir adelante solo, con 5 hijos y dos nietos por alimentar y criar».

Las máquinas son su mayor capital y se aferran a ellas como si fueran un barco a la deriva.

«Ahora todos somos jefes… pero igual tenemos que laburar», bromea otro de los integrantes de la cooperativa «aún en proceso» Patagónica Norte Rectificaciones. Les prestaron un lugar (junto a una empresa soldadora) en 25 de Mayo 1684 y allí realizan la rectificación de motores de todo tipo de vehículos. «Toda una vida ahí adentro pero venía mal, perdimos la antigüedad, teníamos los aguinaldos atrasados… y bueno más que hacer lío pensamos en salir en adelante», destaca Carlos Gallego (60) con 39 años en la firma.

Así como un buen día quedaron en la calle, hoy la suerte cambió: «Ya llevamos 1.200 motores reparados», sonríen orgullosos y van por más, dicen. Mucho más.

SILVANA SALINAS

slsalinas@rionegro.com.ar


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