Se hunden en el río de la Plata para remover una historia apasionante: el final del “Graf Spee”

Si el tiempo lo permite, esta semana seguirá en las turbias aguas de la desembocadura del río de la Plata el rescate de piezas del cru- cero alemán “Graf Spee”, hundido por su propia tripulación en diciembre del ’39 tras combatir contra tres navíos de Gran Bretaña. gfsdfgsd

Se hunden en el río de la Plata para remover una historia apasionante: el final del “Graf Spee” Si el tiempo lo permite, esta semana seguirá en las turbias aguas de la desembocadura del río de la Plata el rescate de piezas del cru- cero alemán “Graf Spee”, hundido por su propia tripulación en diciembre del ’39 tras combatir contra tres navíos de Gran Bretaña. gfsdfgsd “Atrevido e imaginativo”. Así define en sus memorias Winston Churchill al crucero alemán “Graf Spee”. Y cuenta también que aquel 13 de diciembre del ’39 había sido “muy emocionante seguir el drama de este brillante combate desde el Almirantazgo, donde pasé gran parte de ese día”. Casi cuatro meses antes de aquel diciembre, al llegar la noche del 31 de agosto el capitán de navío Hans Langsdorff convocó a popa a los 1.099 tripulantes del crucero. Ahí leyó un radiograma. El Alto Mando de la Kriegsmarine (Marina de Guerra Alemana) informaba sin que sobraran palabras: “A las 4.45 (hora alemana) tropas alemanas cruzarán la frontera con Polonia. Aún no se conoce la decisión que tomarán Inglaterra y Francia”. Adolf Hitler y su Tercer Reich no tardarían en conocerla: era la guerra. “¡Guerra! ¡Cada uno de nosotros sabe que ésta es la hora decisiva! Noche tropical, luna llena. Con clericó y música de acordeón estamos sentados en cubierta. Así empieza para nosotros la guerra, mientras el ejército (la famosa Wertmach) va al ataque. ¡Qué lejos está la patria! ¿Cuáles serán los pensamientos de nuestros padres y hermanos en esta hora decisiva?”, escribe el por entonces teniente de navío Friedrich Rasenack en “La batalla del Río de la Plata” Aquella noche el crucero “Graf Spee” siguió cortando el Atlántico como un cuchillo rumbo al sur. Su misión era clara y precisa. Estaba contenida en una orden recibida el 4 de agosto: “Desorganización y destrucción de la marina mercante enemiga por todos los medios posibles…” El “Graf Spee” ya estaba de caza. “Su táctica era hacer una breve aparición en algún punto, hacer una víctima y desaparecer otra vez sin dejar rastros en los espacios oceánicos”, recuerda Churchill. Entre el 30 de setiembre y el 3 de diciembre el “Graf Spee” mandó al fondo del Atlántico ocho mercantes británicos. Siete en el Atlántico Sur, el restante en el Indico, frente a Madagascar. Tomó prisioneras a las tripulaciones. Langsdorff ordenó tratarlas con corrección. Tanta, que muchos años después de la guerra comandantes y tripulantes de esos buques llegaron a Buenos Aires. Y en el cementerio de La Chacarita, donde está enterrado, le rindieron homenaje a Hans Langsdorff. Jadeante, la flota británica se largó en procura del crucero. Pasaron dos meses y nada. Ni siquiera un contacto. Pero el 13 de diciembre, en las puertas del río de la Plata, la historia mudó. El entrevero fue con tres buques: “Ajax”, “Achilles” y “Exeter”. La paliza es mutua y pareja. Por la noche, el “Graf Spee” entró en el puerto de Montevideo. Bajó muertos y heridos. El gobierno uruguayo le otorgó tres días para realizar reparaciones y salir, o quedaba internado. Afuera, los ingleses recibían el refuerzo del crucero “Cumberland”. Llegó de Malvinas. El 17 Langdorff tomó una decisión. Sacó el crucero del puerto y lo hundió pocas millas adentro. La tripulación se fue a Buenos Aires. El 20 Langsdorff se pegó un tiro. Cuestión de honor. Y ahora, buzos uruguayos revuelven las turbias aguas del Plata rescatando lo que queda del “Graf Spee”. Bucear en la historia, un encuentro con la emoción. Carlos Torrengo “Tenía que darse” El capitán de navío Hans Langsdorff se envolvió en la bandera de guerra alemana. Luego se descerrajó un balazo. Fue en Buenos Aires, donde estaba internado con el resto de la tripulación que había quedado con vida. Sucedió el 20 de diciembre del ’39. Treinta y seis de los efectivos del buque no se enteraron del suicidio de su comandante. Caídos en el combate con el “Ajax”, “Achilles” y “Exeter”, estaban sepultados en Montevideo. El resto de la tripulación, más de 1.000 sobrevivientes, rindió homenaje a Langsdorff. Fue enterrado en La Chacarita. “Para un comandante que tiene sentido del honor, se sobreentiende que su suerte personal no puede separarse de la de su navío. Ya no podré participar activamente en la lucha que libra actualmente mi país. Sólo puedo probar con mi suerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera”, reza una de las cartas dejadas por Langsdorff cerca de su cuerpo. La tripulación del crucero alemán quedó internada en la Argentina. Martín García, Sierra de la Ventana y Córdoba fueron sólo algunos de los lugares en que vivieron. Muchos de ellos se fugaron y por mil caminos y otras tantas aventuras, retornaron a Alemania y a la lucha. Entre éstos estuvo el entonces muy joven teniente de navío Friedrich Rasenack. Terminada la guerra retornó a la Argentina. Se casó. Trabajó en la empresa Orbis. Hoy tiene 89 años, una pila de nietos y el grado de capitán de corbeta retirado de la Marina alemana. Viudo, vive en La Falda, siempre rodeado de libros y el afecto de “un país al que le debo mucho”. Apurado por la partida de vacaciones, días atrás atendió a “Río Negro”. – ¿Usted fue nazi? – No… jamás pertenecí al partido… en la Marina alemana no abundaban los nazis. Raeder. Nuestro máximo almirante ni siquiera obedeció hacer el saludo nazi… luchamos por nuestra patria. – ¿Qué es hoy para usted la batalla del Río de la Plata? – Un combate franco, muy duro… tenía que darse… profesionalidad y valentía por ambos lados. – ¿Qué momento en particular recuerda de aquella batalla? En su libro parece impresionado por el cuadro que ofrecía la enfermería… – De un combate uno jamás olvida nada… de la guerra no se olvida nada. Pero sí, hay recuerdos particulares… el piso de la enfermería del buque lleno de sangre, gente sin brazos, sin piernas… operaciones de urgencia sin anestesia y, como he escrito en mi libro, ni un grito, ninguna queja… todo valentía. – ¿Cómo recuerda al comandante Hans Langsdorff? Se critica que no haya salido a combatir a los cruceros británicos que lo estaban esperando en las afueras de las aguas uruguayas. – Fue un señor, un gran marino… cuidó de todos nosotros… valiente, inteligente, patriota. En Montevideo hizo lo que tenía que hacer… las críticas son infundadas, interesadas en desprestigiarlo. – Y usted siguió peleando… – Sí… tres meses después del hundimiento del buque salí de la Argentina… no había firmado ningún compromiso de no hacerlo. Luego de una larga marcha por el mundo, llegué a Alemania y fui destinado al crucero “Tirpitz” y ahí seguí la guerra. Tiempo después de que ésta terminara, volví a la Argentina… ¡la quiero mucho! C. T.    

Ver infogramas:

La batalla del Río de la Plata

Ficha técnica

Graf spee

Ver infogramas:

La batalla del Río de la Plata

Ficha técnica

Graf spee


Se hunden en el río de la Plata para remover una historia apasionante: el final del “Graf Spee” Si el tiempo lo permite, esta semana seguirá en las turbias aguas de la desembocadura del río de la Plata el rescate de piezas del cru- cero alemán “Graf Spee”, hundido por su propia tripulación en diciembre del ’39 tras combatir contra tres navíos de Gran Bretaña. gfsdfgsd “Atrevido e imaginativo”. Así define en sus memorias Winston Churchill al crucero alemán “Graf Spee”. Y cuenta también que aquel 13 de diciembre del ’39 había sido “muy emocionante seguir el drama de este brillante combate desde el Almirantazgo, donde pasé gran parte de ese día”. Casi cuatro meses antes de aquel diciembre, al llegar la noche del 31 de agosto el capitán de navío Hans Langsdorff convocó a popa a los 1.099 tripulantes del crucero. Ahí leyó un radiograma. El Alto Mando de la Kriegsmarine (Marina de Guerra Alemana) informaba sin que sobraran palabras: “A las 4.45 (hora alemana) tropas alemanas cruzarán la frontera con Polonia. Aún no se conoce la decisión que tomarán Inglaterra y Francia”. Adolf Hitler y su Tercer Reich no tardarían en conocerla: era la guerra. “¡Guerra! ¡Cada uno de nosotros sabe que ésta es la hora decisiva! Noche tropical, luna llena. Con clericó y música de acordeón estamos sentados en cubierta. Así empieza para nosotros la guerra, mientras el ejército (la famosa Wertmach) va al ataque. ¡Qué lejos está la patria! ¿Cuáles serán los pensamientos de nuestros padres y hermanos en esta hora decisiva?”, escribe el por entonces teniente de navío Friedrich Rasenack en “La batalla del Río de la Plata” Aquella noche el crucero “Graf Spee” siguió cortando el Atlántico como un cuchillo rumbo al sur. Su misión era clara y precisa. Estaba contenida en una orden recibida el 4 de agosto: “Desorganización y destrucción de la marina mercante enemiga por todos los medios posibles...” El “Graf Spee” ya estaba de caza. “Su táctica era hacer una breve aparición en algún punto, hacer una víctima y desaparecer otra vez sin dejar rastros en los espacios oceánicos”, recuerda Churchill. Entre el 30 de setiembre y el 3 de diciembre el “Graf Spee” mandó al fondo del Atlántico ocho mercantes británicos. Siete en el Atlántico Sur, el restante en el Indico, frente a Madagascar. Tomó prisioneras a las tripulaciones. Langsdorff ordenó tratarlas con corrección. Tanta, que muchos años después de la guerra comandantes y tripulantes de esos buques llegaron a Buenos Aires. Y en el cementerio de La Chacarita, donde está enterrado, le rindieron homenaje a Hans Langsdorff. Jadeante, la flota británica se largó en procura del crucero. Pasaron dos meses y nada. Ni siquiera un contacto. Pero el 13 de diciembre, en las puertas del río de la Plata, la historia mudó. El entrevero fue con tres buques: “Ajax”, “Achilles” y “Exeter”. La paliza es mutua y pareja. Por la noche, el “Graf Spee” entró en el puerto de Montevideo. Bajó muertos y heridos. El gobierno uruguayo le otorgó tres días para realizar reparaciones y salir, o quedaba internado. Afuera, los ingleses recibían el refuerzo del crucero “Cumberland”. Llegó de Malvinas. El 17 Langdorff tomó una decisión. Sacó el crucero del puerto y lo hundió pocas millas adentro. La tripulación se fue a Buenos Aires. El 20 Langsdorff se pegó un tiro. Cuestión de honor. Y ahora, buzos uruguayos revuelven las turbias aguas del Plata rescatando lo que queda del “Graf Spee”. Bucear en la historia, un encuentro con la emoción. Carlos Torrengo “Tenía que darse” El capitán de navío Hans Langsdorff se envolvió en la bandera de guerra alemana. Luego se descerrajó un balazo. Fue en Buenos Aires, donde estaba internado con el resto de la tripulación que había quedado con vida. Sucedió el 20 de diciembre del ’39. Treinta y seis de los efectivos del buque no se enteraron del suicidio de su comandante. Caídos en el combate con el “Ajax”, “Achilles” y “Exeter”, estaban sepultados en Montevideo. El resto de la tripulación, más de 1.000 sobrevivientes, rindió homenaje a Langsdorff. Fue enterrado en La Chacarita. “Para un comandante que tiene sentido del honor, se sobreentiende que su suerte personal no puede separarse de la de su navío. Ya no podré participar activamente en la lucha que libra actualmente mi país. Sólo puedo probar con mi suerte que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar su vida por el honor de su bandera”, reza una de las cartas dejadas por Langsdorff cerca de su cuerpo. La tripulación del crucero alemán quedó internada en la Argentina. Martín García, Sierra de la Ventana y Córdoba fueron sólo algunos de los lugares en que vivieron. Muchos de ellos se fugaron y por mil caminos y otras tantas aventuras, retornaron a Alemania y a la lucha. Entre éstos estuvo el entonces muy joven teniente de navío Friedrich Rasenack. Terminada la guerra retornó a la Argentina. Se casó. Trabajó en la empresa Orbis. Hoy tiene 89 años, una pila de nietos y el grado de capitán de corbeta retirado de la Marina alemana. Viudo, vive en La Falda, siempre rodeado de libros y el afecto de “un país al que le debo mucho”. Apurado por la partida de vacaciones, días atrás atendió a “Río Negro”. - ¿Usted fue nazi? - No... jamás pertenecí al partido... en la Marina alemana no abundaban los nazis. Raeder. Nuestro máximo almirante ni siquiera obedeció hacer el saludo nazi... luchamos por nuestra patria. - ¿Qué es hoy para usted la batalla del Río de la Plata? - Un combate franco, muy duro... tenía que darse... profesionalidad y valentía por ambos lados. - ¿Qué momento en particular recuerda de aquella batalla? En su libro parece impresionado por el cuadro que ofrecía la enfermería... - De un combate uno jamás olvida nada... de la guerra no se olvida nada. Pero sí, hay recuerdos particulares... el piso de la enfermería del buque lleno de sangre, gente sin brazos, sin piernas... operaciones de urgencia sin anestesia y, como he escrito en mi libro, ni un grito, ninguna queja... todo valentía. - ¿Cómo recuerda al comandante Hans Langsdorff? Se critica que no haya salido a combatir a los cruceros británicos que lo estaban esperando en las afueras de las aguas uruguayas. - Fue un señor, un gran marino... cuidó de todos nosotros... valiente, inteligente, patriota. En Montevideo hizo lo que tenía que hacer... las críticas son infundadas, interesadas en desprestigiarlo. - Y usted siguió peleando... - Sí... tres meses después del hundimiento del buque salí de la Argentina... no había firmado ningún compromiso de no hacerlo. Luego de una larga marcha por el mundo, llegué a Alemania y fui destinado al crucero “Tirpitz” y ahí seguí la guerra. Tiempo después de que ésta terminara, volví a la Argentina... ¡la quiero mucho! C. T.    

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora