Se mira y se toca

Columna semanal.

La peña

Siempre nos quedó en claro que a menos que las cosas cambiaran 180 grados, no sería posible tenerlos, calzarlos, disfrutarlos, aprovechar las ventajas que daba su uso. Fue así que hasta nos conformaba acariciarlos en los pies de nuestros amigos, verlos e imaginar lo que seríamos nosotros si tuviéramos aunque sea por un instante, la posibilidad de acceder a ellos.

Hasta le atribuimos nuestra falta de gol a la carencia de un botín que permitiera direccionar mejor la pelota, apuntar al arco de manera más certera, clavar un gol al ángulo, de esos que al menos yo jamás convertí. En realidad éramos malos jugando al fútbol, pero necesitábamos confirmarlo con hechos concretos.

Lo real es que nunca pudieron comprarnos los interminables botines Sacachispas, una versión infantil tosca de calzado para fútbol, comparándolos con los de hoy, pero capaz de convertir un zoquete en un astro del barrio. Es que a juzgar por la imaginación acelerada de los que no los teníamos, los Sacachispas eran capaces de hacer en nuestros pies lo que nosotros no éramos capaces, es decir, resolvían jugadas que para nuestras habilidades eran imposibles. Es que jugábamos en canchas casi nunca de césped, a lo sumo de cemento, y los Sacachispas se bancaban las piedras y la tierra dura, hasta las espinas que quedaban en una cancha mal limpiada.

Los Sacachispas formaron parte de varias cartas a Papá Noel, a los Reyes Magos y a nuestros padres en tiempos de cumpleaños. Pero ni aún así lo conseguimos. En casa no sobraba nada, a lo sumo la buena voluntad, pero entre varios hermanos y sueldos escasos, se compraba lo que alcanzaba, a lo sumo una zapatilla marca Fanático que al primer patadón a la pelota se cortaba, de manera que ni se nos ocurría jugar al fútbol con esas que sólo eran para la escuela.

Cuando los números estaban un poco más aliviados la compra era de unas pampero de lona, de color azul de colegio, con suela blanca que eran un poco más duraderas que las anteriores, pero no servían ni para el fútbol ni para frenar la bici ante la ausencia de frenos.

En tiempos de aguinaldo la opción era flecha, más distinguidas, pero tampoco servían para los deportes.

Los Sacachispas eran botines de fútbol fabricados por la Fábrica Argentina de Alpargatas. Según la historia, la misma Alpargatas que en los años 60 vendía distintas líneas de populares zapatos de goma bajo las marcas Paso Doble, Bandolero y Sietevidas. La misma empresa de las zapatillas y botas de goma Pampero para grandes y chicos y de las zapatillas Flecha.

Esa misma historia dice que “a fines de los años 60 Alpargatas apuntó con su marca Sacachispas a los chicos de familias no tan acomodadas que querían imitar a sus ídolos y jugar con alguna clase de calzado con tapones. Porque los Sacachispas no eran propiamente botines de fútbol, sino más bien una imitación más económica: zapatillas de lona con puntera de goma (luego plástica) y tapones fundidos en la misma suela. Para darle un aspecto más profesional, a la altura de los tobillos iba adherido un vistoso protector circular que llevaba impreso el logo de la marca”.

Ese círculo de goma en los tobillos era casi mágico, tanto que un patadón ahí no dolía y nos permitía seguir jugando. En realidad sí dolía, pero tenía más glamour decir que con Sacachispas ni nos habíamos dado cuenta de la infracción.

Claro, si bien eran una versión rústica del calzado de fútbol, no eran tan baratos como para que las clases sociales bajas pudieran acceder a ellos. Por eso tal vez no todos pudimos disfrutar aunque sea una vez de los botines. Nos dejaban tocarlos, pero no usarlos. Por eso, tal vez, no trascendimos en ese deporte.

Jorge Vergara – jvergara@rionegro.com.ar


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