Sensible mejora de la productividad
En las nuevas variedades Gala, los productores aseguran que no se puede cosechar menos de 60 toneladas por hectárea.
Producción de manzanas en Chile I (informe II)
La evolución que ha mostrado la industria frutícola chilena en estas últimas décadas ha sido realmente importante, y las distintas variedades de pomáceas fueron el mascarón de proa de una iniciativa que salió del ostracismo a partir de la década del 80.
Las manzanas representan hoy aproximadamente el 12% del área total frutícola plantada en el vecino país. Es la más importante después de la uva de mesa y el palto. La superficie de pera, por su parte, concentra algo más del 2% del total de fruta implantada.
En las últimas décadas, la producción primaria de pomáceas sufrió en tierras trasandinas significativos cambios, los que permitieron adaptarse en gran medida a las demandas que continuamente exige el mercado internacional.
Según las proyecciones internacionales, el consumo de pomáceas mantendrá en el futuro su tendencia creciente tal como lo viene demostrando en las últimas décadas.
Frente a este escenario, la industria chilena intenta alinearse a esta nueva demanda que se avecina.
Es interesante conceptualizar el contexto en el cual se movió el mercado en este último tiempo. La estadística, para ello, resulta bastante clarificadora.
A nivel de mundial, durante el período 2000-2010 la producción de manzanas creció el 17%, mientras que la población de todo el globo lo hizo a una tasa del 13%.
Continuando con el análisis de este período, los datos consignados por el Centro de Comercio Internacional (CCI) dan cuenta de que el volumen de exportación de manzanas a nivel mundial aumentó el 50%, al pasar de las 5,2 millones de toneladas en el 2001 a las 7,9 millones de toneladas en el 2010. En este lapso, el valor de estas transacciones medido en dólares estadounidenses se disparó el 140%.
Siguiendo con las estadísticas oficiales, las exportaciones de manzanas chilenas registraron un incremento del 110% entre el período 2001-2010, un indi cador muy superior al 50% observado a nivel mundial.
Buscando adaptarse a esta nueva realidad, la industria trasandina está orientada a aumentar los niveles de productividad por hectárea en sus chacras, más que incrementar la superficie implantada que hoy está manejando. La tierra, en este sentido, es un bien escaso para incorporar en su nueva estructura de costos.
“Hoy para poder ser competitivos nosotros tenemos que hablar, sobre las Galas y sus clones, de embalar para la exportación entre 2.500 y 3.000 cajas de manzanas por hectárea. Por debajo de este límite, estamos en problemas con el huerto”, señalan desde la firma Copefrut SA al ser consultados por el tema.
Informes públicos detallan el importante salto que dio la productividad chilena en estos últimos tiempos.
Según distintos informes consignados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, siglas en inglés), Fundación Chile y la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa), el rendimiento de manzanas por hectárea en Chile en 1980 se ubicaba en las 15,8 toneladas. En 1990 pasaron a ser 30,1 toneladas, ubicándose en la temporada 2001 en torno de las 32,6 toneladas, aclarando que en el 2000 hubo una helada que afectó gran parte de la producción. Durante el año pasado este indicador alcanzó las 41,2 toneladas por hectárea.
Dejando de lado las chacras de tipo familiar, la productividad sobre aquellas explotaciones que orientan su oferta al mercado externo, siempre hablando de manzanas, se ubica en la actualidad en un promedio de entre 65 y 70 toneladas por hectárea. Una media importante cuando se la compara con el resto de los países productores del hemisferio sur.
Recorriendo la zona frutícola se observa que el vecino país muestra dos tipos de productores de manzanas bien definidos.
Uno de ellos es el que concentra gran parte de su explotación como monocultivo (pomáceas). Los técnicos y empresarios trasandinos aseguran que para ellos la escala de producción no debería ubicarse por debajo de las 60 hectáreas. Menos de esta superficie, producir manzanas se vuelve algo complicado al tener en cuenta la competitividad del negocio. En este segmento se encuentran las empresas (pequeñas, medianas y grandes) que lideran hoy las exportaciones de esta especie. Es importante destacar que en los últimos años se ha visto un importante crecimiento en la participación de las pequeñas y medianas empresas exportadoras dentro del sistema. Esto se debe fundamentalmente al “buen negocio” que significó para los chilenos apostar a la industria frutícola en las últimas dos décadas.
El otro tipo de chacarero que se encuentra en el vecino país es aquel que tiene su producción diversificada en su único establecimiento: cerezas, manzanas, peras, uva, kiwi, etc. y en una superficie no mayor a las 60 hectáreas.
Consultados distintos especialistas del sector, la mayor parte de ellos coincide en señalar que ésta pareciera ser una de las pocas alternativas que se presentan para hacer viable económicamente una explotación con una escala menor a las 60 hectáreas, cuya oferta se orienta a los mercados del exterior.
Ambas estructuras productivas mencionadas hoy conviven sin problemas, aunque es la primera la que concentra la mayor proporción de tierras y productores.
Cambios realizados
El concepto de mecanización sobre las principales labores culturales a campo tiende a profundizarse en la mayor parte de las explotaciones trasandinas.
La idea final, según propias definiciones del empresariado chileno, es ir a un esquema especializado de mano de obra buscando disminuir la presión de los costos sobre una variable que hoy es escasa y en el futuro, todo indica, lo será aún más.
Este razonamiento necesariamente los lleva a implementar portainjertos enanizantes en manzanos del tipo M9 que presentan amplias ventajas respecto de los tradicionales, ya que inducen a esta variedad a producir fruta de mayor calibre y color, como también precocidad en la producción como consecuencia de las densidades de plantación teniendo en cuenta que, con este esquema, ellos están hablando de alrededor de 3.000 plantas por hectárea.
La historia nos detalla que en Chile antes de 1980 las plantaciones de manzanas se caracterizaban por tener portainjertos francos con distancias de 8 x 8 metros y 7 x 7 metros. Después de 1980, hasta prácticamente el 2000, el trabajo se concentró sobre el pie M-106 y M-111 que ya se estaba instalado en la Argentina. Muchos técnicos y empresarios trasandinos llegaron al Valle en esa época a buscar Chañar y Red King Oregon, entre otras variedades de manzana. Entre el 2000 y 2010 las distancias cambiaron con densidades de hasta 2.600 plantas por hectárea y después del 2010 comenzaron a aparecer plantaciones de hasta 3.500 por hectárea, con pie M-9.
La llegada del M-9 fue un cambio estratégico dentro de la industria frutícola chilena, aunque presenta un problema para poder masificar su aplicación en las explotaciones del país. La nueva limitante es el alto costo de inversión para dar inicio a la reconversión del sistema y es por ello que desde el sector privado y público están trabajando para continuar con este norte, sobre el cual ya se está orientando parte de la industria trasandina. Según distintos técnicos consultados, para poner en marcha una hectárea plantada con todo un paquete de nueva tecnología hoy se necesitan alrededor de 30.000 dólares, un valor importante para alguien que quiere emprender un nuevo desafío.
Pero los retornos que muestra este tipo de producción son realmente importantes y compensan holgadamente el esfuerzo económico inicial mencionado. Esto se verifica no sólo en los trabajos en gabinete sino en lo que ya están produciendo las chacras donde se aplicó este sistema.
“Para el segundo verde en campo estamos logrando con una Brookfield algo más de 19 toneladas y con una Granny Smith cerca de 24 toneladas por hectárea”, confiesa Claudio Baeza Bustos, subgerente de productores del programa de pomáceas de Copefrut SA. Para el tercer verde en el campo, la productividad se dispara a más de 40 toneladas y a partir del quinto año se estabiliza por encima de las 65 toneladas por hectárea. A partir del cuarto año de la planta en la chacra el flujo de caja comienza a ser positivo y a partir del sexto año el flujo de caja acumulado deja el terreno negativo. “Este negocio funciona haciendo las cosas bien”, confiesa Baeza Bustos.
Pero en los últimos años no sólo se han observado cambios relacionados con la mecanización, productividad y nuevas variedades a campo. También se modificaron conductas, que hasta hace poco tiempo atrás eran consideradas como “naturales” para el sector.
“La industria es un gran tema, que abarca desde el huerto hasta el producto final y donde participan productores, trabajadores, empacadores, exportadores y finalmente vendedores”, destaca en parte de una conversación Luis Espinoza Plaza, otro de los ejecutivos de la firma Copefrut SA. “Todos debemos tener a la fruta en el centro del proceso, no como ocurre muchas veces que los productores se preocupan sólo de producir kilos; los trabajadores rurales por mejorar sus ingresos sin ocuparse del producto que están cosechando, los empacadores de pasar más bins/hora; los exportadores de vender pallets, cargar contenedores y barcos, cumpliendo así con los programas y, finalmente, los vendedores pidiendo lo imposible: bueno, bonito y barato. Creemos firmemente que las cosas se pueden hacer distintas. De hecho muchos ya lo estamos haciendo, entendiendo las necesidades y objetivos finales que buscamos para la fruta. Existen ejemplos muy exitosos en nuestra propia industria y varios a nivel internacional, donde se pasó de un negocio ‘muy complicado’ a un ‘buen negocio’ centrándose, en cada uno de los pasos, en la calidad y condición de la fruta. Un buen ejemplo a nivel internacional son los kiwis de la empresa neozelandesa Zespri”, remarca el ejecutivo.
En definitiva, el nuevo desafío que enfrenta la producción primaria y la industria trasandina en su conjunto es mantener y acrecentar su posición de liderazgo en un mercado cada vez más complejo, para lo cual están buscando un mayor esfuerzo a nivel de todas las etapas de la cadena que permita sostener la competitividad del sector.
Pero por otro lado también, y paradójicamente, el sector viene presentando en estos últimos años un desbordante crecimiento que está generando ciertas inconsistencias en el sistema por lo desordenado que se muestra.
Entrevista a Empresarios de Copefrut
Producción de manzanas en Chile I (informe II)
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