Sionismo y antisemitismo
por ALEARDO F. LARIA
Especial para «Río Negro»
El presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) ha acusado a Mario Vargas Llosa de «filtrar antisemitismo» en sus escritos periodísticos. El motivo de la protesta es una serie de artículos del escritor peruano que han sido publicados por algunos diarios europeos y «La Nación» de Buenos Aires. En estos textos Vargas Llosa resume las impresiones recogidas durante un recorrido de dos semanas por Medio Oriente.
En la declaración del presidente de la DAIA se utilizan las expresiones «antisemitismo» y «antisionismo» como sinónimos, lo que constituye una manipulación interesada de dos posiciones intelectuales completamente diferentes. El antisemita es -en términos del diccionario de la Real Academia Española (RAE)- el «enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su influencia». Por lo tanto, el antisemitismo es una doctrina racista, que ha dado lugar a fenómenos tan detestables como el Holocausto, el exterminio por los nazis de millones de judíos.
El sionismo -siguiendo a la RAE-, en cambio, es un movimiento internacional que expresa «la aspiración de los judíos a recobrar Palestina como patria». En el caso de los más extremistas militantes del movimiento colono y religioso judío, Palestina es una tierra cedida por Dios a los judíos. De tal forma que, según las palabras de uno de los colonos entrevistados por Vargas Llosa, «Israel no podrá cumplir su misión si no la reocupáramos toda, sin ningún recorte, incluyendo a Judea y Samaria (lo que es hoy Cisjordania) y Gaza». Es lo que se denomina el sueño de la Gran Israel.
La sideral distancia que media entre el antisemitismo y el antisionismo queda perfectamente reflejada en las notas de Vargas Llosa. La entrevista con Ilan Pappe, profesor israelita de Historia del Medio Oriente en la Universidad de Haifa, revela la crítica frontal de un judío al sionismo: «No aceptan que la idea de un Estado sólo para los judíos es absolutamente incompatible con una verdadera democracia», afirma Pappe. Este profesor y otros intelectuales judíos revisionistas de izquierda, denominados «los justos», sostienen la idea de un Estado único y binacional en el que judíos y árabes sean ciudadanos con los mismos derechos y deberes.
Estos intelectuales judíos, basados en sus estudios históricos, vienen sosteniendo que la guerra librada por Israel contra los árabes en 1948 fue planeada y ejecutada por los líderes sionistas como una masiva operación de limpieza étnica. Según Pappe, «constituyó una auténtica limpieza étnica en la que la inmensa mayoría de la población palestina fue expulsada y sus aldeas, destruidas a fin de ganar territorios para el Estado de Israel».
Lo que sin duda ha molestado de la serie de artículos de Vargas Llosa es que éste brinda un testimonio directo y crudo de una política de limpieza étnica que todavía se lleva a cabo en Hebrón. Según el escritor peruano, unos 25.000 residentes árabes han sido erradicados de sus hogares en la zona H-2 de la ciudad en los últimos cinco años. Los árabes «están sometidos a un acoso sistemático y feroz por parte de los colonos, que les apedrean, arrojan basura y excrementos en sus casas, montan expediciones para invadir sus viviendas y destrozarlas y atacan a sus niños cuando regresan de la escuela, ante la absoluta indiferencia de los soldados israelíes que presencian estas atrocidades».
Vargas Llosa recoge también el testimonio de otro judío, Yehuda Shaul, que ha fundado la organización Breaking the Silence (romper el silencio), quien afirma que «la mayoría de los israelíes no sospecha siquiera los horrores que perpetra el ejército con los palestinos, las torturas, los asesinatos y los abusos que se cometen a diario. Los asentamientos de colonos son la fuente de todos los problemas».
El testimonio de Vargas Llosa es muy crítico con la política del Muro «que construye Sharon para ganar para Israel una parte importante de los territorios ocupados, aislar las ciudades árabes una de otra, convirtiéndolas poco menos que en guetos, y cuadrillar y fracturar Cisjordania de modo que el Estado que se establezca allí nazca económica y administrativamente asfixiado». Y con igual dureza condena el terrorismo del islamismo fundamentalista árabe contra blancos civiles, que causa «pequeños rasguños en la piel del elefante que es ahora Israel pero alimenta el conservadurismo nacionalista, chauvinista y xenófobo del grueso de su población».
Las notas de Vargas Llosa terminan con un dejo de optimismo. Aun reconociendo que son las minorías de violentos fanáticos religiosos -judíos y musulmanes- el principal obstáculo para alcanzar la paz en la región, confía en que más pronto que tarde todo comenzará a cambiar en la buena dirección. Recogiendo las palabras de Ilan Pappe, señala que «las injusticias históricas terminan siempre por ser reconocidas, por merecer la condena universal. ¿No es acaso la historia del pueblo judío la mejor prueba de ello?»
por ALEARDO F. LARIA
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