Bodega Miras: un terroir que late con Mainqué
Marcelo Miras y su familia transformaron un viñedo histórico en un proyecto que une trabajo, comunidad y amor por la tierra
En Mainqué, un pueblo que todavía conserva la calma del río y el ritmo de las chacras, la Bodega Miras se ha convertido en parte de la identidad local. No es solo un emprendimiento vitivinícola: es una historia de encuentro entre una familia y una comunidad que se reconocen en los mismos valores: el trabajo paciente, el respeto por la tierra y la sencillez cotidiana.
“Cuando llegamos acá, la gente nos recibió muy bien. Empezamos a ir a la panadería, a la verdulería, a los negocios del pueblo, y enseguida sentimos esa cercanía”, cuenta Marcelo Miras, enólogo y propietario de la bodega. Esa relación se mantiene viva: la bodega compra insumos localmente, participa en las actividades del pueblo y abre sus puertas a visitantes que buscan conocer una parte esencial del alma patagónica.

Miras llegó a la zona en 1990 y muchos años después decidió echar raíces en Mainqué. En 2017 compró la chacra con viñedos plantados en 1958. El desafío era grande: recuperar esas viejas plantas, ponerlas en valor y rescatar un patrimonio vitícola histórico de Río Negro. “Fue un trabajo de paciencia. La vid es muy noble: cuando la tratás bien, responde de mil maravillas”, explica. Hoy, de esas ocho hectáreas de viñedo en producción, nacen alrededor de 80.000 kilos de uvas al año, que dan origen a unas 90.000 botellas de vino.
La bodega, pequeña y familiar, tiene algo de taller artesanal. Trabajan unas diez personas de confianza,contando la familia. Cada vino lleva la impronta de esa enología práctica, sencilla y sensitiva. “No hacemos cosas rebuscadas. Respetamos las técnicas tradicionales y prestamos mucha atención a las uvas”.

En el viñedo conviven el Malbec, el Pinot Noir, el Cabernet Sauvignon y el Cabernet Franc, además de una variedad blanca tradicional del valle, el Torrontés mendocino, que los antiguos productores llamaban “la loca blanca”, con estas uvas se elaboran vinos naranjos y con baja graduación alcohólica. El respeto por el medio ambiente atraviesa todo el trabajo.
Marcelo describe que el entorno natural se convierte en parte del día a día: “Nos pasa que en la chacra escuchamos los grillos, los sapos, los pájaros al amanecer… cosas que en la ciudad se van perdiendo. Después de la pandemia vimos volver especies de aves que hacía mucho no aparecían. Eso habla del equilibrio que hay cuando uno cuida el lugar donde vive”.

La familia tiene otra bodega en Fernández Oro donde se hacen algunas producciones y en Mainqué se elaboran partidas más pequeñas, ya que es una bodega garage. Los visitantes pueden coordinar visitas con reserva previa a través de las redes sociales de la bodega. La Bodega Miras forma parte de la ruta del vino de Río Negro, que promueve el enoturismo y el desarrollo local.
“El gran desafío de cada año es hacer un vino mejor”, dice Marcelo, con la calma de quien trabaja a cielo abierto y sabe que el tiempo y el clima son parte de la ecuación. Pero más allá de la técnica, hay algo que no cambia: el deseo de mantener viva la esencia del lugar. “Nos gusta la tranquilidad del pueblo, el contacto directo con la naturaleza. Y sobre todo, conservar esa identidad de Mainqué, su espíritu de comunidad. Eso, para nosotros, también se refleja en el vino.”
En Mainqué, un pueblo que todavía conserva la calma del río y el ritmo de las chacras, la Bodega Miras se ha convertido en parte de la identidad local. No es solo un emprendimiento vitivinícola: es una historia de encuentro entre una familia y una comunidad que se reconocen en los mismos valores: el trabajo paciente, el respeto por la tierra y la sencillez cotidiana.
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