Canciones para las plantas: organizaciones usan el arte para proteger los bosques en Argentina

Tras décadas de pérdida de bosques, artistas y proyectos comunitarios de Córdoba promueven la conservación y la concientización sobre especies y ecosistemas autóctonos.

En un bar de la ciudad de Córdoba, Argentina, un centenar de personas cantan los nombres de las especies vegetales autóctonas del bosque provincial al ritmo de música ska. La gente baila al ritmo de la música, aunque ésta describe algo bastante desolador: la pérdida de más de 10 millones de hectáreas de bosque.

El bosque autóctono de Córdoba ―la segunda provincia más poblada del país― cubría 12 millones de hectáreas a principios del siglo XX, pero en la actualidad se calcula que ocupa menos de 550.000 hectáreas. Sólo menos del 5% del bosque está bien conservado, y las causas de su drástica desaparición van desde el avance de la frontera agropecuaria, el crecimiento urbano,  los incendios y la invasión de especies exóticas.

Desde 2009 la Ley de Bosques de Argentina ―creada en 2007― obliga a las provincias a generar planes de ordenamiento territorial de bosques nativos cada cinco años, para establecer los usos que se le pueden dar a los bosques y el valor de conservación de las distintas áreas. Pero la provincia de Córdoba ―cuya propia ley provincial de bosques data de 2010― aún está esperando su primera actualización.

A través del acceso a imágenes satelitales en tiempo real, académicos han realizado monitoreos para conocer el estado actual de los bosques nativos de Córdoba. Sin embargo, esta información no ha sido suficiente para promover su protección, afirma Sara Boccolini, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

Boccolini afirma que este grupo de imágenes satelitales está a disposición “de cualquiera que sepa utilizarlas”. Para que este trabajo sirva de base a la toma de decisiones, añade que es necesario un ordenamiento territorial actualizado, además de conocer los criterios que utiliza la provincia para determinar las categorías de conservación.

No sólo los expertos reclaman una mayor protección. El concierto en la ciudad, una experiencia inmersiva de luces y sonidos, la creación de un bosque urbano en un paisaje degradado y una unión vecinal que reforesta los caminos se posicionan como acciones ciudadanas que mantienen al bosque nativo en agenda. Lo nombran, lo comparten y también evidencian su emergencia.

Cantar por los árboles

En un patio que confluye con el bosque nativo de Agua de Oro, un pueblo al pie de las Sierras Chicas, a 44 kilómetros al norte de Córdoba, Juan Pablo “Juanpaio” Toch y sus compañeros de banda se sentaron a improvisar letras a partir de lo que veían: diversidad de plantas.

El resultado fue “Plantas”, la canción que Toch, el grupo cordobés formado por Juanpaio, Andrés Toch y Martín Ellena, interpreta desde 2022. La canción emociona al público, que baila y canta reconociendo y repitiendo los nombres de las distintas especies que la componen.

“Nosotros nos seguimos sorprendiendo, el tema no dice más que los nombres de las plantas”, dice Juanpaio, bajista y vocalista del grupo. Para él se da una conjunción las palabras y las plantas. Por eso, cuando la canción nombra las diferentes especies, lo que surge, dice, es el poder que tienen las plantas y eso el público lo siente.

Como la mayoría de las canciones de Toch, “Plantas” describe un paisaje. Enumera 43 especies que habitan las Sierras Chicas, 32 de las cuales son nativas de la ecorregión de bosque serrano, típica del monte cordobés. Entre las que se nombran están: el chañar, un pequeño árbol caducifolio; el algarrobo y el mistol. También destaca la flor de Santa Lucía, cuyos pétalos azules salpican la sierra de septiembre a marzo de cada año.

Así, este tema que comienza con un huaino, ritmo central andino popular del noroeste argentino, corta abruptamente la música y da entrada un shock de ska creado por un bandoneón. Acto seguido comienzan los instrumentos de viento y la banda entera comienza a sonar.

“Son sólo nombres [de plantas], pero despiertan algo en cada uno: un recuerdo… una abuela, o algún saber del monte y del uso de las plantas”, dice Juanpaio. “También hay algo visual: la imagen del verde, del amarillo. Los colores están ahí”.

El arte conecta a las personas con la naturaleza

De vuelta en Córdoba, cerca del bar donde se baila y canta por la noche, Jimena Nores espera en el Museo Botánico de la ciudad a la primera tanda de alumnos de primaria que se adentrarán en Biodiversa, una experiencia inmersiva que recrea un paseo por el monte mediante luces y sonidos. Es otra actividad que promueve las plantas autóctonas y permite a los habitantes de la ciudad conocer el ecosistema de su región.

La experiencia inmersiva de Biodiversa también traslada la presencia humana al paisaje cordobés, reflexionando sobre acciones como la deforestación y el desarrollo urbanístico (Imagen: Biodiversa).

“Desde el museo y con el equipo, teníamos que hablar del bosque nativo y mostrarlo, mostrar la problemática, la diversidad y todos sus componentes”, dice Nores, investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) y productora general de la muestra. “Como institución científica que produce conocimiento también tenemos la responsabilidad de llevar esta temática al público”.

A través de una experiencia inmersiva multisensorial, el equipo de Nores, formado por artistas y científicos de distintas instituciones, recreó los ríos, la vegetación y la fauna del bosque. Utilizando voces e imágenes también aportan un sentido de presencia humana a la experiencia, no sólo para reconocer a las personas que habitan estos lugares, sino también para reflexionar sobre acciones humanas como la deforestación y el desarrollo inmobiliario, a menudo responsables de la pérdida de biodiversidad en este paisaje.

“Hablamos del monte porque [su destrucción] es una problemática ambiental en nuestra región que es importante cubrir y sensibiliza”, explica Silvana Montecchiesi, ilustradora del museo y parte del grupo de producción y curaduría de la propuesta. Añade que uno de los objetivos de la experiencia era “buscar la acción ciudadana” para mitigar la pérdida del monte.

La experiencia inmersiva de Biodiversa también traslada la presencia humana al paisaje cordobés, reflexionando sobre acciones como la deforestación y el desarrollo urbanístico (Imagen: Biodiversa).

El equipo afirma que la idea era mostrar la diversidad del bosque que se ha perseverado a pesar de los profundos problemas que lo atraviesan, para transmitir el mensaje de que aún se puede hacer mucho para proteger este lugar.

“No queríamos encarar el tema desde una visión fuerte y dura y salir desmoralizados, sino salir con ganas de hacer algo por todo eso, mostrando la biodiversidad y no solo de plantas sino de microorganismos, flora, fauna, paisajes”, dice Nores.

La exposición, que estuvo abierta al público entre el 6 y el 29 de junio de 2023 en el Museo Botánico, atrajo a más de 5.000 personas de todas las edades. Muchos de los que se la perdieron se quedaron con ganas de verla, dicen los organizadores, y por eso están trabajando para repetir la experiencia en 2024. También esperan llevarla a distintos puntos de la ciudad en el futuro, y sueñan con una exposición itinerante que recorra Argentina.

Restauración y aprendizaje

Mientras Biodiversa era una exposición temporal, otras iniciativas centradas en los bosques de Córdoba funcionan todo el año. Algunas llevan ya mucho tiempo presentes, como Ramona, un aula al aire libre en la Universidad Nacional de Córdoba. Un espacio entre árboles, arbustos, gramilla e insectos, es un ecosistema de bosque nativo en un paisaje urbano dentro del recinto universitario.

El espacio fue rebautizado este año en honor a Ramona Bustamante, una activista cordobesa que se enfrentó a las empresas privadas que habían desmontado sus tierras para la expansión de la agricultura. Fallecida a los 95 años en 2021, pasó gran parte de su vida defendiendo el bosque que, aunque desaparecido, sigue vivo en la memoria de los cordobeses.

Ramona forma parte de un proyecto creado en 2009 por investigadores, becarios y estudiantes de su Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que pretende restaurar bosques autóctonos en un paisaje degradado de la ciudad. “Antes de que hubiera ciudad había bosque, entonces la ciudad per se transforma el espacio y eso es lo que se llama cambio de uso de suelo”, afirma Pablo Goldner, doctorando y miembro del grupo de trabajo del proyecto. Explica que los edificios de la ciudad se construyeron sobre el paisaje natural del bosque, por lo que el proceso de restauración que proponen trata de simular un espacio similar al bosque original, como refleja el nombre del proyecto, “El bosque nativo vuelve“.

Ramona, el aula al aire libre de la Universidad Nacional de Córdoba, ofrece un espacio entre árboles, arbustos, hierba e insectos; una muestra del ecosistema del bosque autóctono dentro de un paisaje urbano (Imagen: El Bosque Nativo Vuelve).

“Este monte en la ciudad es diferente a otros espacios verdes urbanos como una plaza o un parque donde hay un espacio visual abierto”, explica Goldner, que investiga los procesos ambientales en espacios públicos para mejorar la planificación urbana. “Ahí podés atravesar toda la plaza o todo el parque con tu campo visual y ver de una punta a la otra, pero acá no tenés esa sensación”.

El proyecto ha reforestado entre 800 y 1.000 especies de árboles, arbustos, plantas herbáceas, enredaderas y suculentas, y ha formado a más de 100 estudiantes en ecología de la conservación, participación ciudadana y cuidado del medioambiente a través del programa Compromiso Social Estudiantil de la universidad. Éste busca involucrar a los estudiantes en proyectos que vinculen a la universidad con los problemas de la sociedad, como la preservación de cuerpos de agua o la concientización sobre el tráfico de fauna silvestre, entre otros temas.

“Parte del trabajo es ofrecerles a las personas con las cuales interactuamos otra mirada, una no tan romántica del bosque”, afirma Goldner. “No vemos [este espacio] como algo intocable sino como algo que está lleno de personas. De alguna manera el bosque necesita de personas que entiendan que se puede vivir en el bosque, con el bosque y que en realidad somos dependientes de eso”.

Más allá de la ciudad

En el noroeste de Córdoba existe una antigua carretera, un camino de tierra que durante la época colonial se abría paso entre una densa vegetación para conectar la capital del Virreinato del Perú, hoy la ciudad de Lima, con el Río de La Plata, en Argentina. En algunos de estos tramos aún se conservan las postas, construcciones de adobe situadas cada 10 o 15 kilómetros que servían de lugar de descanso a mensajeros, funcionarios reales, comerciantes y viajeros. Aquí también se cambiaban los caballos para continuar el viaje.

También ha sobrevivido parte de la vegetación original, y en los caminos que atraviesan la provincia de Córdoba, por ejemplo, aún quedan algarrobos en pie. Es lo que ocurre en la localidad de Sinsacate, en el centro-norte de la provincia, donde un grupo de vecinos ha colocado los nombres de distintas especies autóctonas identificadas a la vera del camino colonial. El objetivo es fomentar su cuidado y conservación

Tras constatar que se trata de una ruta de senderismo muy frecuentada, “hicimos un estudio de las especies [vegetales] autóctonas y colocamos carteles con sus nombres para identificarlas”, explica Ana Carolina García, miembro de Forestando Sinsacate, un grupo que se ocupa de los problemas ambientales locales. “Luego vimos que la gente se paraba a leer los carteles”.

García trabaja en ganadería e identifica que su cercanía con el monte ha sido clave para conocer las especies. Aunque es ingeniera agrónoma, señala que no necesariamente fue la facultad donde adquirió herramientas para trabajar con el monte sino su propio andar por ese paisaje. “Por mi trabajo en la ganadería caminé mucho por el monte y ahí empecé por mis propios medios a indagar a través de libros para conocer más de especies nativas”, explica.

La principal labor de Forestando Sinsacate es la identificación de especies y la realización de actividades educativas sobre el cuidado del bosque. Colaboran con las escuelas y trabajan tanto en el aula como en el bosque. “Con los niños vamos a la posta y les gusta porque ahí hay muchas especies vegetales”, explica García. “Una de las actividades es contarles de un árbol, mostrarles por ejemplo cómo es la hojita para que puedan conocerla y después dibujarla para que tengan el registro”.

Todas estas acciones hacen visible un ecosistema que está en emergencia y conviven con la falta de información oficial sobre el actual manejo del monte, según sus creadores. Son propuestas en espacios artísticos, académicos, educativos y en las calles de la ciudad motivadas por la organización colectiva. Hay un rasgo de compromiso en cada una de las acciones, quizá porque coinciden en que sólo es posible cuidar aquello que se conoce.

Esta nota fue publicada originalmente en Diálogo Chino y republicado en RED/ACCIÓN y como parte del programa ‘Periodismo Humano’, una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN


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