Educación y políticas, los ejes que no deben ignorarse

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¿Qué sé yo, que soy mujer, sobre mi salud y la de mis pares? Bastante poco, a decir verdad. Y no debo ser el único caso. Es que el acceso a esa información resulta escaso, incluso para quienes tenemos mayores herramientas para defendernos ante la sociedad y sus demandas.
Más allá del chequeo anual que muchas nos hacemos, la salud debe abordarse como una política integral de Estado, que abarque tanto a las mujeres como a los colectivos de diversidad.
Ejemplos sobre lo que no se conoce en profundidad abundan.
Por ejemplo, la posibilidad de acceder a la vacuna del HPV; la costosa atención de enfermedades complejas y específicas; la falta de medicamentos gratuitos en los hospitales, al igual que el conocimiento sobre los métodos de anticoncepción y prevención de ETS.
Los profesionales de la salud también tienen responsabilidad en la falta de información, quienes a veces hacen complicado lo sencillo o no acceden a las capacitaciones que rompen con la binariedad impuesta.
Pero, ¿quién tiene mayor responsabilidad?
La demanda entonces debe centrarse en un Estado presente, que implemente políticas públicas de acceso a la información y el cuidado de la salud, más allá del simple control anual que nos hacemos. Que se nos brinde la posibilidad de saber lo que pasa con nuestros cuerpos, desde la antes de la adolescencia.
También la educación debe ser parte.
Es necesario que quienes elijan la medicina como profesión conozcan que la biología como tal no alcanza para dar un único diagnóstico; sino que nuestros cuerpos van cambiando de acuerdo a nuestras experiencias.
La salud es un derecho humano. Y es por ello que debe garantizarse de manera igualitaria.

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